Por Elmer Antonio Torrejón Pizarro*
6 de noviembre, 2018.- “Hoy muchacho, no te vaya agarrar el purunmacho, lleva coca, aguardiente y chicha para que los invites…” me advertía mi abuela Julia cuando me disponía visitar Carajía. Es que en Amazonas todavía se convive con mitos y leyendas, y eso, es positivo. Los sitios arqueológicos son lugares sagrados donde no se puede ingresar porque habitan los purunmachos.
Los pobladores de las provincias de Luya, Chachapoyas o Bongará, siempre nos advierten que, para ingresar, es necesario realizar pagos u ofrendas a los “abuelos” para reverenciarlos, además chacchar coca o tomar chicha, da fuerza y vitalidad al “ánimo” de las personas para no ser “encantados” por los espíritus malignos.
En torno a los purunmachos o gentiles, existen variedad de leyendas y relatos en Amazonas. Se comenta que “agarran” a los que profanan sus chulpas (tumbas), los llevan al cerro y no los sueltan más; o producen en los profanadores, enfermedades raras, terminando en muertes misteriosas.
Las personas que pisan accidentalmente un hueso o un tiesto antiguo, sufren tumores que los invalida físicamente, o les produce sarna en el cuerpo. Como es natural, existen curanderos especializados en tratar las enfermedades ocasionadas por los purunmachos.
Los rituales mortuorios que se realizaban en la cuenca del Utcubamba, nos indican el culto y respeto que tenían para sus muertos. Depositarlos en sarcófagos, para luego instalarlos en riscos y farallones rocosos inaccesibles; significaba el mayor rito religioso, y el máximo honor jerárquico ofrecido al personaje social extinto.
Kauffmann Doig menciona que los antepasados, “enterraban a sus muertos en lugares inaccesibles para que puedan vivir en paz”; así hoy en día las personas, impiden – previo pago – “molestar” a sus muertos, porque creen que sus almas todavía “viven” para la protección y mantenimiento de sus pueblos.
Las crónicas mencionan, que el curaca Chuquimis (posible autor intelectual de la muerte de Huayna Capac), fue momificado, y luego trasladado a un peñasco para depositarlo en lo más alto. Al respecto Waldemar Espinoza nos indica que “Colla Topac, capitán y hermano de Huayna Capac, ordenó exhumar de su mausoleo el cadáver momificado del Apo Chuquimis. Y en efecto fue sacado de su urna funeraria hecha de arcilla con figura humana, y que estaba colocada en una cueva situada en unos altos peñascos. A ese cadáver, para deshonra y vilipendio lo mandó enterrar bajo tierra, como a cualquier hombre plebeyo”. Esta cita histórica confirma que depositar a sus muertos en lugares inaccesibles, significaba respeto y culto al personaje que marcó el desarrollo histórico en las etnias. Por el contrario, enterrarlos en tierra era tan común, como cualquier persona de la cultura.
Estos purunmachos, son los antiguos curacas, guerreros o sacerdotes. Personajes que dejaron huella, y hoy sus descendientes, los rinden culto y adoración a través de rituales. El carácter sacralizado que los atribuían, se conserva hoy entre los pobladores que cotidianamente reconstruyen la historia de sus purunmachos. Se escucha comentar que: “estas pinturas, ollitas y casas de piedra son de nuestros purunmachos que viven arriba en las peñas, ellos nos están vigilando que hacemos, míralos, ahí están como soldados espiándonos… ( )…hay que hacerles pagos nada más, para que no nos hagan daño… ( )…vamos a coquear y entramos para verlos”.
El culto a sus muertos, constituía el ritual de máxima importancia. Tomando la tesis del antropólogo Malinowski, fue entre los antepasados amazonenses, una de las más grandes ceremonias, porque la muerte constituía una constante preocupación. El pensamiento en la vida del más allá, era imprescindible para la cohesión del grupo; por eso, se preparaba a los difuntos para el encuentro con “otros mundos”. Creían firmemente que el alma no se extinguía; vivía eternamente, se inmortalizaba. Así de esa manera eran respetados, venerados y mistificados por la sociedad, otorgándoles el grado de dioses humanizados.
En investigaciones que realicé, he concluido que los purunmachos, son sepulturas de clanes, descendientes de un señor principal, de origen totémico. Como menciona el antropólogo Manuel Marzal con relación al totemismo, “fortifica los lazos sociales y, por lo tanto, sirve a la causa de la civilización...Los individuos que tienen el mismo tótem se miran como parientes…y se asisten recíprocamente, en caso de dificultad o peligro… el lazo totémico es a veces sentido más eficazmente que el de la sangre.” Estos recintos funerarios, poseen diferentes símbolos pintados de rojo ocre. Son símbolos representativos del origen totémico y estatus jerárquico que poseían dentro de la sociedad; son las representaciones estilizadas del tótem de origen, del cual procedía el difunto o grupo de momias.
En los sarcófagos de Carajía y mausoleos de Revash, es manifiesta la simbología que representa el sello totémico del difunto, como representación de un grupo parental que se asignaban a sí mismos, un origen común. Podrían ser así descendientes de un animal o planta, o su procedencia tendría origen en alguna montaña, laguna, río o catarata; o descendientes de la luna o las estrellas. Estos elementos bióticos y abióticos, son emblemas totémicos que se han plasmado a través de símbolos en sarcófagos, mausoleos, textiles, cerámicas dejado por los guerreros del Utcubamba.
Además, las investigaciones me han permitido concluir que los sarcófagos y sus momias, que hoy vemos imponentes en los acantilados, constituyen la representación física y visual de los purunmachos; es decir, el mundo palpable, observable y accesible. El eje inactivo en la cosmovisión. La manifestación folklórica objetiva. Mientras que el alma, ánima o personalización asignada, sería la representación no física, oculta o mística de estos Purunmachos. El mundo desconocido o sobrenatural. El eje activo en la cosmovisión. La manifestación folklórica subjetiva. Es esta representación no física, la que se manifiesta actualmente en el imaginario religioso de las personas.
Es este mundo de los purunmachos, el que está activo en el pensamiento religioso de los pobladores actuales. Es esta representación mística, la que influye de sobremanera sobre las personas, produciendo enfermedades raras o construyendo mitos. Pero también, es el eje que protege a la representación física; ósea, al sitio arqueológico.
Hay tanto que aprender los amazonenses actuales de nuestros antepasados. Hay tanto para desarrollar la educación y cultura regional, y hacer de nuestros niños y niñas paradigma de la identidad para el desarrollo de Amazonas. Los Purunmachos siguen esperando que los conozcamos, siguen en los farallones esperando que sus hijos/as los veneren, respeten y protejan. Revivamos a nuestros purunmachos para constituirse como los guerreros abanderados del desarrollo amazonense.
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*Elmer Antonio Torrejón Pizarro es natural de Luya, Amazonas. Antropólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) con una maestría en Estudios Amazónicos en la misma universidad, con post grado en Proyectos de Inversión Pública (UNMSM) y Gobernabilidad y Gerencia Política (PUCP).