Por Tatiana Roa y Claudia Gimena Roa
Observatorio Petrolero Sur, 30 de marzo, 2018.- Varios activistas recorrimos la quebrada La Lisama, veníamos de Bucaramanga, de celebrar el día mundial del agua, triste ironía. El dolor es grande, las dimensiones del derrame son aterradoras, más de 20 días lleva el crudo manando a superficie y aún no lo controlan, el petróleo fluye mientras sangra la tierra, mueren los peces, los lagartos, las serpientes, los mamíferos, las aves, las avispas. En la reunión de las comunidades, anunciaban que tendrán que desplazar hacia otras tierras las reses, los caballos, las cabras: desplazamiento ambiental.
La dimensión del derrame es inmenso, pero a gran parte de los hombres sólo les preocupan los puestos de trabajo, mientras tanto las mujeres, con más sensibilidad a lo que sucedió, lloran el río y reclaman a Ecopetrol por su futuro. Un futuro incierto, que de acuerdo a maestros de la Unipaz, tomará años o décadas la recuperación de estas tierras. La empresa petrolera ni siquiera aparece, o por lo menos, a esa reunión de la mañana del viernes 23 de marzo, no llegó.
Al dolor de la construcción de la hidroeléctrica del Sogamoso que acabó las grandes subiendas de peces que nutrían la economía local, se suma ahora este derrame. Un pescador nos contaba que ya el pescado sabe a petróleo y que sube buscando los caños aùn sanos. “Nadie nos compra el pescado, nos dicen que está contaminado”: insiste el pescador de La Cascajera, un poblado a varios kilometros de La Fortuna. Más de 600 familias viven de la pesca en esta región de la Cuenca del Sogamoso.
Recorrimos la zona, vimos los multiples pozos petroleros que como vampiros chupan la “sangre de la tierra”. La gente teme que lo que pasó fue un fracturamiento hidraúlico (fracking), porque Ecopetrol ya había anunciado un pozo piloto para fracking en la Marteja, que es ahí mismo en Lizama. El olor de hidrocaburos estuvo presente durante todo el recorrido. El caño contaminado recorre gran parte del territorio y va esparciendo la contaminación con un manto de muerte.
El rector del colegio de la Fortuna está preocupado por los efectos a largo plazo que tendrá el derrame. Nos dice que si bien el agua de consumo humano proviene de otro acuìfero, las aguas de La Lizama sirven para las siembras, el pan coger y para los animales domésticos. Le preocupan los olores, la contaminación de los suelos, la salud de sus estudiantes, más de 600 entre primaria y bachillerato.
Las camionetas de los otros vampiros, los constratistas de las petroleras, acechan La Fortuna, triste nombre de un pueblito polvoriento, al que 50 años de petrólero no le ha dejado nada. La explotación petrolera sólo ha sido un espejismo para la gente cada vez más empobrecida, mientras otros se enriquecen a costa de el territorio, nos dicen el rector.
Del derrame quieren ganar todos, y en época electoral, más de un político de los que poco les importa la gente y el territorio y que promueven el extractivismo, ha llegado a tomarse fotos con la gente, junto a la quebrada. La vida no importa solo su imagen, solo seguir acumulando para ellos.