Por Alejandro Chirinos
CooperAcción, 22 de marzo, 2018.- Hoy se “celebra” el Día Mundial del Agua. Durante toda la semana se han realizado varias “celebraciones” promovidas principalmente por el Estado. En las diversas programaciones por esta fecha, figuran los expertos técnicos pero casi ninguna comunidad como relatora o presentadora de su experiencia social o comunal de manejo del agua. Y claro que hay experiencias comunales y sociales en el país, pero parece que el Estado no le da la debida importancia a las comunidades.
Intento comprender el motivo de la celebración pero no lo logro, teniendo en cuenta que la situación es realmente crítica y estamos yendo a un camino sin retorno, directo a un profundo “estrés” del que muy difícilmente vamos a recuperarnos. Es decir, resiliencia frente a este escenario crítico y resiliencia “hídrica”, si es que cabe el término, no se ve, no se da, porque el Estado no ve, es miope o no quiere ver porque quizás verla no le resulta “rentable”.
Se menoscaba las experiencias de las comunidades altoandinas, se ignora los saberes ancestrales, aunque a veces aparenten que se toman en cuenta por presión.
Y si algo se puede hacer para guardar algunas esperanzas es echar un vistazo a la relación de reciprocidad que tenían nuestros ancestros con el agua, al que consideraban un ser vivo entregándole suficiente respeto. Esa relación de reciprocidad les permitió técnicas estupendas para la siembra, la crianza, el manejo y la cosecha del agua, adaptándose a las exigencias que el agua y la tierra les planteaban.
Pero ese comportamiento ancestral de nuestros abuelos, es decir, su sabia reciprocidad con el agua, es incompatible hoy con el “desarrollo por crecimiento económico” al que aspiramos. O al revés, el modelo es incompatible con esa valiosa reciprocidad, pues lo que el modelo busca precisamente es “estresar” las fuentes de agua para maximizar la producción y asegurar el crecimiento para el desarrollo.
Observo que todo el debate y la divulgación sobre la gestión del agua (“seguridad hídrica”, como se le dice) se concentra sólo en los expertos que ven el agua como un negocio rentable para garantizar la gran inversión, y se anula la participación de los grupos sociales para no perturbar sus buenas relaciones con el gran privado. Se menoscaba las experiencias de las comunidades altoandinas, se ignora los saberes ancestrales, aunque a veces aparenten que se toman en cuenta por presión.
El mismo razonamiento puede ser aplicado a la gestión del riesgo y a la gestión del cambio climático. Quienes deben ser parte de la discusión y diseño de estas políticas deben ser las comunidades que están directamente involucradas y expuestas a estos problemas.
Políticas públicas fundamentales que se discuten exclusiva y excluyentemente desde la élite de los “expertos técnicos” tienden, con mucha efectividad y eficiencia, al fracaso.
No hay nada que celebrar cuando el agua se convierte en un negocio y deja de ser un derecho para todos.
Dato: en cada hora de celebración que se da por el Día Mundial del Agua, 200 niños mueren de sed en el mundo.