Por Alejandra Dinegro Martínez
Otra Mirada, 12 de enero, 2017.- A PPK, y al fujiaprismo y a toda esa coalición corrupta y conservadora, hay que construirle una agenda política desde la calle. Y esa es una batalla por el poder, es una disputa social, política, cultural, discursiva y territorial.
Hay un desborde popular y un malestar generalizado en todo el país. El Gobierno no se da abasto para enfrentar problemas estructurales que se han agudizado mucho más con el vergonzoso indulto a Alberto Fujimori. Hecho que revive una de las heridas más grandes que nos ha dejado el siglo XX, en nuestra historia republicana.
Hay una reconfiguración del movimiento social, el cual aún se manifiesta de manera fragmentada, desorientada y con limitaciones intrínsecas que obedecen más al adormecimiento y arrinconamiento al cual ha sido sometido durante estos últimos 27 años.
Sin embargo existe, es latente, es masivo, amplio, plural y esta crisis de régimen es una oportunidad para fortalecer toda organización popular, desde el barrial hasta el campesino, el laboral, estudiantil, de mujeres y más.
La gran movilización del 11 de enero, que confluye con otros reclamos como la de los productores agrarios, estudiantes universitaritos, gremios sindicales y otros sectores populares, ponen en evidencia las carencias del sistema y está haciendo un llamado a la población en general, a plantearse la necesidad de un cambio estructural. Y ese debe ser el siguiente paso, ahora.
La gran campaña de reconciliación emprendida por el Ejecutivo y sus nuevos aliados: el Fujimorismo —y todo lo que representa— intenta expropiar la memoria del país, en especial al de los más jóvenes. Recurriendo a una estrategia subliminal y vieja culpando a los “indignados” por el posible “retraso del país”. Una vieja estrategia que ya no asusta.
Hay fuegos que con agua no se apagan. Y esta crisis es uno de ellos. Hay quienes tienen tanto miedo a hablar de memoria histórica que no permitirán construir un proyecto de patria para el futuro; una patria que reivindique valores patrióticos que nada tiene que ver con admirar los valores de la corrupción, la traición y la mentira. Es por ello que ahogar la memoria es neutralizar la herramienta del futuro. Y ese es el gran reto de mi generación: evitar que nos expropien la memoria.
No me equivoco en mencionar que hay conciencia de que las demandas que se vienen planteando en estos últimos años, no son demandas que fácilmente serán resueltas por un gobierno de derecha y bajo el actual sistema político. Ese nivel de conciencia es aún incipiente y para ello necesitamos que las familias comiencen a discutir políticamente en torno a los cambios que hay que hacer en nuestra sociedad y ese es un cambio a todo este sistema político en crisis.
Humildemente considero que, en este periodo, uno de los objetivos del campo popular es consolidar organización en los territorios, a fin de tratar de desplazar a los sectores que no nos permiten avanzar y que son los más reaccionarios y conservadores de nuestro país. Y eso se debe entender como el fortalecimiento de los espacios de trabajo y debate, los mismos que nos cuesta mantener desde la dictadura de Alberto Fujimori. Sumar a otros sectores, donde no sólo estén los estudiantes sino que incluya también a trabajadores, campesinos, mujeres, independientes y otras organizaciones con una clara perspectiva anti-neoliberal.
El enemigo político se ha reconfigurado y junto a el, sus fuerzas y aliados. Pues bien, ¿cómo plantearnos una alternativa diferente a este modelo totalmente desigual? Quizá una respuesta pasa por impulsar las transformaciones, ser parte de ellas y no quedarnos en movimientos meramente testimoniales.
Unidad programática que se plantee-nuevamente lo digo-la seria disputa del poder. El gran salto de estos movimientos en las calles, será pasar a ser movimientos políticos como una clara oposición con miras al Bicentenario.
El sector más afectado por la instauración de este régimen depredador, privatista, usurero y corrupto, es la juventud. Y la indignación de este sector que en los últimos años hemos venido movilizándonos, exige ahora que se vaya PPK y junto con él, todos los corruptos. También exigimos y hacemos un llamado a que ningún Fujimori más nos gobierne. Un cambio de Constitución es urgente y es hoy, una exigencia ciudadana.
Los jóvenes sí tenemos memoria, más aun cuando somos los más afectados por este modelo económico y político que hoy está en crisis. Y no vamos a permitir que esa crisis la quieran resolver a costa de nuestro futuro y de nuestros bolsillos. ¡Ya no más ciudadanos de segunda categoría! Por eso estamos en las calles, con rebeldía y con la esperanza de construir un futuro diferente para el conjunto del país. A luchar en las calles y con unidad, reconstruyamos la historia.