Por Bridget Hoffmann*
24 de diciembre, 2017.- Cuando los investigadores consideran los costos económicos del cambio climático, suelen estimar modelos basados en datos históricos de temperatura e indicadores económicos. Pero puede resultar difícil explicar la adaptación. Por lo general, estos modelos estiman una cota superior de los costos económicos del cambio climático. Se supone que la futura adaptación reducirá estos costos. Pero la adaptación podría jugar un papel más complejo que no siempre sería positivo.
Durante una reciente visita al BID, Juan Pablo Rud de Royal Holloway, University of London presentó una investigación realizada junto con Fernando Aragón y Francisco Oteiza, donde examinan la forma en que los agricultores se adaptan y cambian sus prácticas agrícolas en respuesta al cambio climático.
Este estudio puede ser uno de los primeros en examinar la adaptación a los shocks climáticos en el mundo en desarrollo, y demuestra cómo granjas familiares a pequeña escala pueden responder a fenómenos meteorológicos extremos a corto plazo. Estas respuestas, a su vez, pueden empeorar, en lugar de aliviar, las repercusiones del cambio climático a largo plazo.
Los autores usaron un micro conjunto de datos de 55.000 granjas familiares peruanas entre 2007 y 2015, geosincronizado con datos de temperatura de alta frecuencia de imágenes de satélite. Esto les permite a los autores comparar las conductas de los granjeros que experimentan distintas frecuencias de temperaturas elevadas.
Por lo general, el agricultor promedio del conjunto de datos tiene alrededor de 1 hectárea de tierra y utiliza tecnologías básicas, como arado de mano o tracción animal. Sus producciones de maíz, papas, frutas y cereales, a pequeña escala, les basta para mantener a sus familias a flote en épocas de bonanza.
Pero cuando en la temporada de cultivo se enfrentan con un gran número de días de altas temperaturas, se ven obligados a adaptarse. Las familias que tienen ganado venden su ganado. Las familias que no tienen ganado se adaptan a las más altas temperaturas, expandiendo sus operaciones agrícolas a los barbechos, con un aumento asociado del trabajo infantil.
Esto conlleva posibles repercusiones graves. Tradicionalmente, los agricultores reservan una parte significativa de sus barbechos para romper los ciclos de enfermedad, reponer los nutrientes del suelo y reducir la erosión. Al poner a producir los barbechos de manera prematura pueden pagar sus gastos inmediatos y llevar el pan a su mesa. No obstante, a largo plazo, esto puede conducir a una menor rentabilidad. Este es un ejemplo de comportamiento adaptativo que puede funcionar a corto plazo, pero podría intensificar los costos del cambio climático.
¿Qué más pueden hacer los agricultores? Por lo general, no existen fuentes alternativas de empleo en sus comunidades aisladas. No existen redes sociales para conseguir apoyo económico: cada miembro de su comunidad también es un agricultor en situación similar. Y no existe un seguro de cosechas para amortiguar los años difíciles.
El seguro de cosechas es una posible solución, tanto para Perú como para otros países afectados por el calor extremo. Dicho seguro, prácticamente inexistente en los países en desarrollo en la actualidad, podría aliviar la necesidad de los agricultores de dar prioridad a la producción de sus tierras a corto plazo por encima de su productividad a largo plazo, destacando la posibilidad de adoptar políticas de seguro basado en el índice del número de días de alta temperatura que los agricultores enfrentan en las temporadas de cultivo.
Hasta la fecha, las temperaturas superficiales de la tierra han aumentado alrededor de 0,85 grados centígrados en promedio desde mediados del siglo XIX. Utilizando un escenario muy conservador del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas de un aumento de temperatura de 1,5 grados centígrados a lo largo de este siglo, así como sus propios modelos, Rud, Aragón, y Oteiza estiman que la productividad caería un 9% en la costa caliente y seca de Perú.
En las zonas montañosas donde las temperaturas son más frías, un clima más cálido produciría un incremento de un 0,05%. Bajo un peor escenario “Todo sigue igual” (BAU) de un aumento de temperatura de 3 grados centígrados, en comparación con el período entre 1990-2000 en Perú, los investigadores calculan que las zonas montañosas experimentarían, del mismo modo, un pequeño impulso en la productividad; la costa experimentaría una disminución del 22%. Si bien la adaptación en el uso de la tierra a corto plazo reduciría los efectos observados en la producción agrícola, queda el interrogante de si esta estrategia podría sostenerse a largo plazo.
Eso podría indicar la necesidad de una planificación a largo plazo y la intervención gubernamental, incluyendo un seguro de cosechas, para garantizar el bienestar futuro y la seguridad alimentaria en las áreas rurales. Y no solo en Perú. Lo mismo cabe afirmar en otras regiones andinas de Colombia, Ecuador y Bolivia, así como en otras partes del mundo en desarrollo, donde pequeños productores se verán enfrentados con los crecientes desafíos de adaptación y cambio climático.
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*Bridget Hoffmann es economista del Departamento de Investigación (RES) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sus líneas de investigación son la microeconomía aplicada, economía del desarrollo y economía ambiental. Bridget recibió su doctorado en Economía de la Universidad de Northwestern en el 2015. Tiene una licenciatura en Economía Financiera y Matemática de la Universidad de Rochester.