Comunidad internacional parece reaccionar con lentitud y sin contundencia frente a una emergencia humanitaria sin precedentes, denunció Idriss Jazairy, director ejecutivo del Centro de Ginebra para el Avance de los Derechos Humanos y el Diálogo Global. Más de 600 000 rohinyás se desplazaron hacia Bangladesh huyendo de la violencia. ONU alertó que desplazados podrían ser 1 millón a fines de año.
Por Tharanga Yakupitiyage
IPS, 1 de noviembre, 2017.- La crisis en Myanmar (Birmania) alcanza niveles sin precedentes y la comunidad internacional parece reaccionar con lentitud y sin contundencia.
Más de 600.000 rohinyás cruzaron la frontera con Bangladesh desde que se agravó la violencia contra esa minoría musulmana el 25 de agosto, lo que generó una emergencia humanitaria que escaló como ninguna otra de las que hay actualmente.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) alertó que de seguir así, un millón de personas, toda la población musulmana del estado birmano de Rakhine, podría huir al país vecino para fines de este año
Las historias de horror que han vivido los rohinyás comienzan a ver la luz.
“Me levanté a las tres de la madrugada y mi casa se estaba incendiando”, relató una rohinyá de 26 años.
“Había caos, todo el mundo corría en todos los sentidos, disparaban para matarnos; agarraban mujeres y las arrastraban para afuera para violarlas”, detalló al equipo de respuesta rápida del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, despachado a Bangladesh para evaluar la situación en el terreno.
“No perdonaban a nadie, hasta golpeaban y torturaban niños. Traté durante mucho tiempo de vivir en paz, aun en tiempos difíciles, pero este ataque fue horrible”, añadió.
El alto comisionado para los derechos humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein, calificó la campaña del gobierno de Birmania contra la minoría rohinyá de un “ejemplo de limpieza étnica de manual”.
Los que logran llegar a Bangladesh no suelen encontrar alimentos ni refugio y están en riesgo por el brote de alguna enfermedad, pues esa nación con escasez de recursos tiene dificultades para asumir el flujo de refugiados que recibe.
En un contexto en que es difícil ver el final de la crisis, IPS conversó con el relator especial de medidas coercitivas unilaterales y director ejecutivo del Centro de Ginebra para el Avance de los Derechos Humanos y el Diálogo Global, Idriss Jazairy, sobre la crisis en ese país asiático.
—¿Cuál es su respuesta a la crisis en Birmania y qué hace el Centro de Ginebra para ayudar?
Envié a todos los miembros del Consejo de Derechos Humanos una carta solicitándoles que organizaran una sesión especial sobre la situación desesperada de los rohinyás, expulsados de Myanmar hacia Bangladesh. No recibí si una sola respuesta.
Unas 650.000 personas fueron expulsadas sin piedad, todas sus propiedades quemadas o destruidas, muchos desaparecieron, hay mujeres violadas y niños asesinados, y no pasa nada.
Sé que en términos políticos, hay muchos elementos a tener en cuenta, pero en ciertos momentos cuando la situación de violación de derechos humanos excede ciertas proporciones, cualquiera sea la política, tenemos que hablar alto.
De lo contrario, muestra que en el consejo la cuestiones políticas definitivamente anteceden a los valores, y ese sería el principio del fin del consejo. Bastaría con tener 16 estados que tomen la iniciativa para que se haga una sesión especial.
¿No podemos encontrar, entre todos los miembros, unos pocos más que aleguen su sensibilidad a los derechos humanos para responder y tomar la iniciativa?
En 2007, el consejo organizó una sesión especial sobre Myanmar porque unas manifestaciones pacíficas recibieron una respuesta violenta del ejército.
La situación actual es 100 veces peor, y no puedo imaginar por qué no hay una reacción similar.
—¿Las atrocidades ocurridas en Birmania constituyen crímenes contra la humanidad o, incluso, genocidio?
No estoy calificado para decirlo, pero creo que otros que sí lo están hablaron, por lo menos, sobre limpieza étnica.
Pero nadie respondió a mi llamado para realizar una sesión especial que, de hecho, tendría un doble propósito: primero, imponer, bajo control de la ONU, el regreso de esas personas brutalmente expulsadas de su país, donde nacieron y donde viven desde hace generaciones; segundo, ayudar a Bangladesh, uno de los países más pobres, al que le cuesta hacer frente a las consecuencias económicas de esta llegada masiva de refugiados.
Por lo tanto, tenemos una doble obligación moral.
¿La vida de 650.000 personas que perdieron sus hogares, no justifica un solo de día de sesión especial, cuando tenemos sesiones especiales por cualquier país y cualquier crisis del mundo?
No lo entiendo. Mi fe multilateral en los derechos humanos queda socavada.
—Si hubiera una sesión especial, ¿qué espera que salga de ella?
El reconocimiento del derecho de los rohinyás a regresar a su tierra, incluido el reconocimiento de su estatus de ciudadanos.
Soy consciente de que las consecuencias, en gran parte, se deben a los colonos británicos, que buscaban trabajadores en lo que entonces era India y los llevan a Myanmar a trabajar.
La fuente del problema se remonta a varios siglos atrás, pero no se puede corregir la historia. Esas personas están allí desde hace generaciones, a veces hasta cientos de años.
Tiene que haber una ley adecuada que les dé el derecho de ciudadanía, la que no debe basarse en la raza.
Bangladesh también debe recibir una compensación, así como también las personas o las víctimas por lo que han soportado.
Es cierto que hubo un grupo de manifestantes violentos responsables de algunas acciones violentas inaceptables, como atacar a las comisarías y no toleramos esas acciones.
Pero creemos que es necesaria una comisión investigadora que analice todas las cuestiones y elabore un informe oficial, incluso para determinar la naturaleza de los crímenes en esta espantosa situación.
—Si sigue la crisis, ¿la comunidad internacional debería tomar medidas más drásticas? Algunos proponen un embargo de armas o sanciones económicas dirigidas, ¿qué opina al respecto?
Siempre me generaron dudas las sanciones.
Myanmar tenía sanciones y luego se las levantaron. No mejoró su actitud mientras estuvieron vigentes ni, obviamente, desde que se las sacaron, y ahora empeoró.
Para mí no se trata solo de sanciones.
Es un asunto grave, entiendo que el secretario general planteó el asunto cuatro veces en el Consejo de Seguridad, y espero que la comunidad internacional y el sistema de la ONU unan fuerzas para hacer frente a cada aspecto de esta situación.
Pero que el Consejo de Derechos Humanos no tenga una sesión especial al respecto es una desgracia.
—¿Cuál es su respuesta a las divisiones actuales dentro del Consejo de Seguridad sobre la crisis, dado que Rusia y China alegan cuestiones de soberanía y piden paciencia?
Por eso digo: comprendo la política detrás de estas cuestiones, pero siento que la situación llegó a un punto en que tienen que tomarse medidas.
El Consejo de Seguridad marca la política, y el Consejo de Derechos Humanos, la ética. ¿Pero dónde está la ética ahora?
Idriss Jazairy es un exembajador de Argelia, quien ha trabajado en la ONU y otras organizaciones. Entre otros cargos altos, fue presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y el jefe ejecutivo de un consorcio de organizaciones internacionales Acord. En 2015, Jazairy fue designado por el Consejo de Derechos Humanos como el primer relator especial sobre las repercusiones negativas de las medidas coercitivas unilaterales en el disfrute de los derechos humanos.
Una conferencia de donantes tuvo lugar el 23 de octubre en Ginebra para reunir fondos para las necesidades más urgentes de los refugiados rohinyás en Bangladesh.
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Traducido por Verónica Firme
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Fuente: Inter Press Service: http://www.ipsnoticias.net/2017/10/falta-accion-la-crisis-los-rohinyas-u...