Hay un antes y un después en el largo camino de la contienda que divide España y Catalunya, la comunidad autónoma más próspera de España, que contribuye al 20% de su PIB, y pide más poder decisional a España, el estado a quien pertenece desde más de 500 años. Es el 1 de octubre del 2017, el día de un atormentado referéndum sobre la independencia de Catalunya. Aquí va la crónica.
Por Gisella Evangelisti*
12 de octubre, 2017.- Una madrugada inquieta se levanta el día 1 de octubre del 2017 sobre Catalunya, que se prepara a votar si independizarse o no de España en un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, cuyos miembros son elegidos a dedo por el partido de gobierno, el derechista Partido Popular. En la noche del 30 un helicóptero militar ha sobrevolado por horas la ciudad de Barcelona con un ruido ensordecedor, creando un clima de tensión, mientras en el puerto, decenas de camionetas de la policía nacional esperan el desembarque de millares de policías hospedados desde hace días en un gran crucero italiano fletado por el gobierno español. Los hombres, armados hasta los dientes, en uniformes negros, escudos y chalecos antibalas, tienen el orden de impedir el referéndum a toda costa, pero las enormes figuras del Gato Silvestre y Piolín pintadas en los lados del crucero, dan un imprevisto toque cómico a la escena.
Cédula de votación en el referéndum
Según un reciente sondeo, el 80 % de la población catalana considera justo poder expresarse sobre el tema de la independencia, como hicieron en los últimos 25 años 53 países en el mundo, pero no lo prevé la Constitución española, aprobada hace 40 años, poco después de la muerte de Franco, cuando todavía la extrema derecha torturaba activistas demócratas. Por eso el Parlamento de Catalunya, donde gobierna un partido de centroderecha (PDeCAT) aliado con uno de extrema izquierda (CUP), después de varios intentos de negociación con el gobierno central, ha lanzado el desafío del referéndum, considerándolo legítimo, aunque no necesariamente legal. Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español, ha respondido con la estrategia de la negación total, proclamando que "impedirá esta farsa", y procediendo con dureza. Han sido encarcelados 14 altos funcionarios de la Generalitat, (el gobierno y las instituciones catalanas) intervenido el centro informático, y se han secuestrado cajas y cajas de papeletas. Se disuelve bajo amenaza de tremendas multas, la sindicatura encargada de los recuentos. Pero la Generalitat no se amilana, abre nuevas webs en una tensa batalla informática de medidas y contramedidas, hasta que a los 45 minutos de la apertura de los colegios electorales, a las 9 de la mañana, puede avisar que sí se votará con censo universal, o sea donde sea posible, hasta llevándose papeletas impresas en casa. El sol no se ha levantado todavía cuando largas colas de hombres y mujeres se forman frente a las escuelas para impedir que la policía se lleve urnas y papeletas (lo que pasará en 319 escuelas). Decenas de personas han pasado la noche en 139 colegios con la excusa de algún evento, para ocupar espacios y hacer resistencia pacífica a la policía. Los independentistas saben que solo con una votación masiva podrán ganar la contienda. Unas horas después, llega la temida intervención de los policías nacionales, en muchos casos con una brutalidad absolutamente desproporcionada en una votación, destrozando puertas o estructuras de los colegios, dando porrazos en la cabeza de los votantes o haciéndoles volcar como sacos de papas por una escalera, como en el colegio Ramón Lull de Barcelona. Estas duras imágenes dan la vuelta al mundo, suscitando el rechazo de personalidades e instituciones internacionales. La Unión Europea dice no a la violencia, la ONU abre una investigación.
Fuente de la imagen: Prensa.objetiva.com
Según datos de la Generalitat, 844 personas han tenido que acudir a los servicios de salud, por contusiones, o estados de ansiedad, dos son los hospitalizados. La policía a su vez denuncia 33 improbables heridos, pero en la batalla mediática que se arma circulan también imágenes de manifestaciones anteriores y cifras poco confiables de uno y otro lado. No hay solo violencia, sino conmoción cuando las imágenes graban grupos de bomberos locales que defienden a la gente de los ataques policiales, o cuando los Mossos, la policía catalana encargada de apoyar la policía nacional en la tarea de impedir la votación, en cambio no actúa y se para inmóvil frente a los colegios cual estatua de sal. Algunos de estos hombres fornidos y barbudos, sueltan unas lágrimas por la emoción del momento, y son abrazados por unos ciudadanos. (Hay que decir que los Mossos en el reciente atentado terrorista que ha ensangrentado las Ramblas de Barcelona el 17 de agosto se han ganado una etiqueta de “héroes” por su eficiencia, pero muchos recuerdan la violencia de algunas de sus anteriores actuaciones, como en el desalojo de los Indignados en mayo de 2011 o en 2012 en las manifestaciones masivas contra los recortes a los gastos sociales, donde usaron proyectiles (prohibidos) de goma, uno de los cuales quitó un ojo a una joven. Después, al parecer con la llegada de un jefe graduado en derecho, el mayor Josep Lluis Trapero, que hizo entender que ser policías no quería decir ser bestias, las cosas han cambiado. Pero ahora, por haber dejado de actuar impidiendo las votaciones, el valiente Trapero podría ser sentenciado con 15 años de prisión por “sedición”).
Fuente de la imagen: Vozlibre.com
En la tarde habrá que tener paciencia para esperar los resultados de esta insólita votación. La gente no puede dispersarse porque podría llegar de nuevo la policía a secuestrar las urnas. Es gente de todas las edades, vestida con sencillez, chicos tatuados, con colitas, al lado de abuelos en sillas plegables, que esperan estoicamente el anuncio de los resultados. Han votado entre aplausos hasta ancianos de 90 años, que recuerdan las humillaciones del periodo franquista, cuando hablar catalán podía ser castigado con la tortura. Barcelona es hoy una ciudad cosmopolita, tolerante y abierta, con una rica vida asociativa y una economía pujante. En agosto han llegado diez millones de turistas. Al menos una tercera parte de la población lleva apellido español por ser descendiente de andaluces u otros habitantes del sur de España que en los años '60 y '70 migraron hacia las industrias catalanas. En los barrios populares del centro, entre locales de kebab, empanadas, arepas, sushi, y hasta cebiche, puedes ver caminar mujeres hindús con sus saris de colores brillantes, algún árabe con túnica y fez, además de uno que otro triste burka negro que cubre a las más devotas (u ¿oprimidas?) musulmanas dejándoles descubiertos solo los ojos.
Han votado entre aplausos hasta ancianos de 90 años, que recuerdan las humillaciones del periodo franquista, cuando hablar catalán podía ser castigado con la tortura.
Hay mucho tiempo para conversar, mientras se esperan los resultados. “¿Qué les une y qué les divide de España?”, pregunto a un grupito de votantes que se está descansando un rato en un bar cerca de la plaza del MACBA. “Nos sentimos una nación, con una cultura y una lengua propia: una lengua que tiene unos mil años, el catalán, en un estado, España, que tiene 500 años”, nos explica Montse, una profesora jubilada. “El estado de España, como los demás, se ha formado a lo largo de los siglos a través de guerras o matrimonios entre las familias dinásticas, y tiene dentro de sí tres naciones, los Países Vascos, Catalunya y Galicia, con idiomas diferentes, que se formaron (menos el vasco) después de la caída del imperio romano y el declive del latín. Un estado se puede decir democrático si da suficiente autonomía a sus nacionalidades, ¿no? Ojo, no manejamos un concepto de nación excluyente para con los extranjeros, como se está dando, lamentablemente, en otros países europeos que ahora rechazan migrantes africanos. Al contrario, en el año pasado hemos hecho una manifestación multitudinaria para decir al gobierno español que acoja de una vez la cuota de refugiados asignada por la Unión Europea. En nuestra historia no hemos tenido un estado catalán, sino ciertas instituciones de autogobierno como el Consell de Cent (un consejo de 100 notables) a partir del siglo XII, durante el reino aragonés - catalán, pero estas instituciones locales fueron borradas por los Borbones que se hicieron con España en 1714. Fue en ese momento que comenzó nuestra resistencia cultural, que tuvo otro periodo de dura represión en los 40 años de la dictadura franquista. Más recientemente, durante el gobierno del socialista Rodrigo Zapatero, Catalunya pactó con él un Estatuto que garantía ciertas autonomías (por ejemplo, la Generalitat gestiona educación, sanidad, policía y cárceles), y fue aprobado por el Parlamento español, el Parlamento catalán, y por la población catalana en un referéndum. Sin embargo, al llegar Mariano Rajoy, el actual presidente del gobierno, éste impulsó el Tribunal Constitucional a recortar unos nuestros derechos importantes, así que comenzó el conflicto, que ha ido creciendo hasta el prohibidísimo referéndum de hoy día, pues siempre nuestros pedidos han sido ignorados”.
“Nos sentimos una nación, con una cultura y una lengua propia: una lengua que tiene unos mil años, el catalán, en un estado, España, que tiene 500 años”, nos explica Montse,
“¿Cuál es el más sustantivo de estos pedidos?” Pregunto. “Sencillamente, el derecho a decidir sobre cómo administrar el dinero de los impuestos de pagamos al Estado, que son más altos que los de otras comunidades”, interviene Jordi, arquitecto. “Vemos que el gobierno central construye aeropuertos inútiles como el de Ciudad Real o Castellón, donde no ha volado un solo avión, despilfarrando millonadas de dinero público para contentar sus amigotes, mientras el Corredor Mediterráneo de trenes de alta velocidad, desde la frontera francesa hasta Algesiras, que nos parece muy importante, sigue en el mundo de los deseos. O ¿qué les parece que en tiempos de cambio climático el gobierno ponga un impuesto a la energía solar? Es un insulto a la inteligencia, pero tenemos que bajar la cabecita como si fuéramos niños”.
“Rajoy dice que hay respetar la ley, la Constitución, que estamos haciendo un golpe”, agrega Ana, una chica joven con una gran cabellera negra trenzada. “Pero, ¿respeta la ley un partido donde 800 personas son indagadas por corrupción? Cuando promete que el rescate de bancos fraudulentos no costará un euro a los españoles, mientras ahora dice que, lástima, 40.000 millones de euros de préstamos no se podrán recuperar. Cuando por la crisis han sido botadas a la calle millares de familias que han perdido el trabajo y por lo tanto la posibilidad de pagar la hipoteca de la casa. Pero para ellas, lástima, no hay ningún descuento. Ahora los jóvenes tenemos una tasa de desempleo del 50%, y casi la mitad de trabajadores debe vivir con 1000 euros al mes. Es la globalización, nos dicen, hemos hecho lo único que podíamos hacer, repite Rajoy como un mantra. Pero no. Sabemos que Portugal, por ejemplo, está practicando otro tipo de política, partiendo de las necesidades de la gente, e Islandia puso en la cárcel los banqueros fraudulentos. Tantos sacrificios que se piden a la gente no son justificables cuando a las grandes empresas (las que están reunidas en el título de bolsa IBEX-35, y son las mismas de la época franquista) se les favorece con pagos de impuestos bajísimos, o con privatizaciones de bienes públicos a precio de ganga...”.
“Ay, Ay. ¿Cómo asegurarse que vuestros políticos sean más honestos?” “Bueno, hay que tener los ojos bien abiertos”, retoma Montse, “si nuestro “padre de la patria catalana”, Jordi Pujol, que ha gobernado Catalunya por 23 años, se ha “olvidado” de declarar la existencia de su patrimonio esparcido entre paraísos fiscales, y por eso tiene ahora un hijo en la cárcel. Tampoco nos gustaron los recortes del 15% a los gastos sanitarios y educativos realizados por Artur Mas, el “President” que sucedió a Pujol. Unos mil jóvenes en protesta contra estos recortes un día rodearon el Parlamento y él tuvo que llegar en helicóptero..., sí que pueden hacerlo mejor, también nuestros dirigentes. Pero pensamos que en un estado pequeño pueda haber más control sobre los políticos”.
“¿No será que los dos gobiernos están interesados en sacar la bandera de nuestra “patria perfecta”, en contra de los “malvados españoles”, o de los “malvados catalanes”, en realidad para distraer la gente de la corrupción?”
“Es posible, y todas las generalizaciones son negativas: creo que todos debemos luchar por una democracia real”, interviene Marc, un estudiante-trabajador que, dice, se levanta temprano y no para hasta la noche, pero tiene una gran sonrisa y mucha ilusión en sus ojos claros. “Nuestro modelo es construir un país como Finlandia, donde las escuelas practican métodos educativos excelentes, que valoran y sacan lo mejor de cada niño o niña. Y en un país que tiene buena educación para todos, la gente está contenta de pagar impuestos y elige políticos interesados al bien común... un circulo virtuoso. A eso apostamos. Nos gustaría construirlo desde abajo, en un proceso democrático, donde participe la gente.”
Parece un sueño, por cierto. Alguien soñó, algún día, que los afroamericanos pudieran ir en los mismos buses que los blancos, que las mujeres pudieran votar, que los gays pudieran amarse. Si nadie soñara, estaríamos todavía en las cuevas, y las sociedades no evolucionarían si solo siguiéramos las leyes existentes. Y ahora, en la crisis económica que ha creado tanto malestar en España y en Europa, (de donde hablamos), muchos han perdido confianza en los políticos tradicionales que afirman que todo va bien, mientras crece la desigualdad juntos con la precariedad laboral. La gente sueña con poder decidir algo, de una vez. Así, muchos se vuelcan hacia los nacionalismos proteccionistas y xenófobos, liberándose de esos “fastidiosos” migrantes que la Unión Europea impone recibir, imaginando regresar a una patria tranquila, próspera y “nuestra” que quizás nunca existió. Es la “retroutopia” de la que habla Baumann. Otros, como en Catalunya, sueñan con un país pequeño, progresista y libre, sin el lastre de tanto electorado conservador español, que parece “anestesiado” frente a la corrupción, y sigue votando como si nada unos impresentables políticos.
Ya cayó la noche. Al final del día, se comunican los resultados provisionales. Han logrado votar, de los 5,3 millones de personas con derecho a hacerlo, algo más que 2, 200.000 electores, y de ellos el 90 % ha dicho SI a la independencia. Es una victoria prevista, pero no abrumadora. Pues 3 millones de personas no han votado, o por miedo a la policía, o por no estar convencidas. ¿Será oportuno tomar una decisión tan trascendente como crear un nuevo estado, enfrentando obstáculos y dificultades, sin contar con una mayoría importante de población? Se preguntan muchos.
En los días siguientes la tensión aumenta. Es un golpe a la legalidad, acusa Rajoy. Tenemos el derecho a decidir, responde Puigdemont. ¿Qué significan “legitimidad”, “derechos”, “golpe”, “¿Constitución”, cuando no solo se hablan dos idiomas diferentes, como el catalán y el español, sino se usan categorías opuestas? Otras veces en la noche el helicóptero sigue acechando, como para recordar que el Estado tiene el poder de intervenir con un vago y terrible “artículo 155” de la Constitución en contra de la comunidad autónoma que viole las reglas, hasta llegar a ocuparla con el ejército. En esos días de crispación, multitudes de personas salen a la calle para manifestarse, primero en una huelga general en apoyo a la votación, después son millares de personas vestidas de blanco que piden un diálogo entre las partes.
Carlos Puigdemont anuncia el derecho a un estado independiente pero suspendido por unas semanas para abrir un proceso de diálogo
¿Llegará Rajoy a intervenir contra una república que todavía no existe? Lo sabremos en las próximas semanas.
Al final, el domingo 8 aparece también la hasta ahora “mayoría silenciosa”, con casi un millón de personas, entre españoles y catalanes que son contrarios o tienen dudas sobre una declaración unilateral de independencia. No falta algún grupo de neofascistas, a protagonizar episodios de intolerancia. ¿Cuáles son las dudas? España perdería fuerza económica sin Catalunya, la Liga perdería el glorioso Barca. Catalunya, a pesar de la simpatía internacional atraída por la valentía y disciplina demostrada, (salvo pocas excepciones), por los votantes del referéndum, quedaría excluida de la Unión Europea, tendría que salir del euro y renunciar, entre otras cosas, a las ayudas agrícolas comunitarias o al programa “Erasmus” de intercambio de estudiantes, tan útil para ampliar los horizontes de los jóvenes. Mientras tanto, unos bancos y grandes empresas catalanas avisan que, frente a la incertidumbre jurídica del momento, prefieren trasladarse al seguro territorio español. Personalidades de la sociedad civil, nacional e internacional, desde la misma alcaldesa de Barcelona hasta ocho Premios Nobel de la paz, piden diálogo y reflexión a los dos políticos en contienda, para que lleguen a una solución negociada. Finalmente, el día 10 de octubre el Presidente Carles Puigdemont, vestido de negro, y con corbata oscura, declara a las 7,21 de la noche, sin triunfalismos, la (esperada, temida, deprecada) independencia del Estado catalán bajo forma de República, suspendiéndola a la vez por unas semanas para abrir un proceso de diálogo con el gobierno español. ¿Por fin independientes, los catalanes? Sí, pero no. A todas luces, se trata de una hábil movida de ajedrez de Puigdemont, para no decepcionar los votantes y a la vez alejar la amenaza del famoso artículo 155 que acecha sobre Catalunya. ¿Llegará Rajoy a intervenir contra una república que todavía no existe? Lo sabremos en las próximas semanas.
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*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Estudió Letras en Pisa, Antropología en Lima y Mediación de Conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela Mariposas Rojas.