Por Susana A. Serracín Lezcano
30 de diciembre, 2016.- Los pueblos originarios luchan históricamente por la reivindicación de sus territorios. A pesar de que se han creado comarcas y tierras anexas, los indígenas tienen acceso limitado a sus recursos. Sufren violaciones en cuanto al otorgamiento de su consentimiento –libre, previo e informado– en temas que afectan su seguridad jurídica y derechos humanos en relación con proyectos de desarrollo.
Los promotores de estos proyectos minimizan los impactos socioambientales, por lo que persisten y se agravan los conflictos entre pueblos originarios, gobiernos y corporaciones, caracterizados por disputas relacionadas al control de la tierra y los recursos, a la imposición inconsulta de proyectos, desplazamientos forzosos, degradación de bosques, contaminación del agua, discriminación, racismo ambiental y exclusión.
La cosmovisión es la manera como los pueblos ven su realidad relacionándola con el entorno natural y social inmediato. Es decir, es la forma de pensar y ser de los individuos que pertenecen a un determinado pueblo y cultura. En ello se incluyen aspectos como las tradiciones, rituales, ideas, costumbres y representaciones. Esta forma de ver la vida es fundamental para la consecución del desarrollo sustentable, pues contiene principios orientados a la idea de cuidar y respetar la naturaleza, como garantía de vida digna.
El Estado ha establecido políticas, leyes y normas para regular los impactos de la actividad humana en los ecosistemas y la gestión ambiental. Sin embargo, el raquitismo de las instituciones al abordar los conflictos socioambientales se traduce en la poca o nula capacidad de seguimiento y respuesta, y en la ausencia de estrategias que obedezcan a los intereses de estos pueblos, a su dignidad y al respeto a su cultura, lo que demanda un análisis profundo de las complejas estructuras de participación social en el proceso de gestión ambiental.
En el VII periodo de sesiones del Foro Permanente para Asuntos Indígenas de la ONU, con el tema “Cambio climático y Derechos de los Pueblos Indígenas”, realizado en Nueva York, se concluyó que
“las culturas originarias, por su cosmovisión, valores y formas de relacionarse con la naturaleza, bajo principios de reciprocidad e intercambio, han demostrado sabiduría para adaptarse y mitigar los efectos negativos del cambio climático, conteniendo esta cosmovisión, un conjunto de valores, saberes y formas de producción tradicionales, alternativas y viables para que, de adaptarse universalmente, la sociedad humana pueda enfrentar y revertir el calentamiento global del planeta”.
Es un compromiso obligatorio conocer y valorar la cosmovisión de los pueblos originarios, como elemento fundamental para el desarrollo de políticas y gestión ambiental, la liberación de toda dominación o discriminación racista, la autodeterminación, el reconocimiento de la tierra como fuente de vida, y el agua como derecho humano fundamental, para superar la crisis ambiental que nos aqueja.