Reportaje de Isabel Harari, publicado originalmente en el Medium del Instituto Socioambiental, con quien Global Voices mantiene un acuerdo de intercambio de contenido
25 de noviembre, 2016.- Las compuertas de Belo Monte, la segunda planta hidroeléctrica más grande de Brasil y cuarta más grande en el mundo en capacidad instalada, fueron cerradas en noviembre del año pasado, dando inicio al llenado del depósito de la represa en la Amazonía — y transformando para siempre las vidas de las poblaciones indígenas y ribereñas que viven a su alrededor. La dificultad de navegar en trechos del río, la desaparición de lugares de pesca, el aumento de plagas y la muerte de peces son algunos de los impactos relatados por estas poblaciones.
“Vivir hoy en día del Río Xingú es imposible, no tengo ninguna chance. Las personas vivían bien, y hoy en día vegetan, no es una vida digna”, comenta Raimunda Gomes da Silva, al pasar por las piedras de Volta Grande, trecho del Río Xingú duramente afectado por la represa.
Raimunda vivía con su marido, João, en una de las islas fluviales del Xingú que fueron inundadas por el depósito artificial de la planta. Ambos vivían de la pesca y del campo. Actualmente ella vive en una casa del barrio Airton Senna II, periferia de Altamira, ciudad de 100 mil habitantes — la más grande en los alrededores de la planta.
Desde el cierre de las compuertas, cerca del 80% del volumen del Xingú fue desviado de su lecho natural por un canal artificial hasta el depósito. El volúmen del agua deja de pasar por Volta Grande, trecho del Río Xingú de cerca de 100 kilómetros que baña dos territorioss indígenas, Arara da Volta Grande y Paquiçamba, perteneciente a los pueblos Arara y Juruna. También habitan allí centenas de familias ribereñas.
“El mayor problema es la falta de agua. Para abajo falta, y para arriba, sobra. Lo que sobra arriba no sirve y abajo hace falta para la vida. Mucha agua arriba pero está comprometida, presenta problemas, con residuos, con muerte de peces, muerte de árboles que se vieron sumergidos. Y para abajo, se necesita agua, tienen un poco todavía, pero no es suficiente”, dice Raimunda.
Actualmente ella hace planes para su nueva morada, que llama “tierra prometida”: un terreno ubicado a 350 metros del río, adquirido com la indemnización de Norte Energia. Para ella, todavía lejano, pero al menos cerca al río. “Voy a estar allí, mirando de frente… No voy a verle sonriendo ni corriendo libre, todo lo contrario, voy a verle agonizando, pero quiero que él vea que no le olvidé”.
Sin río y sin pez
Entre febrero y abril de este año, Ibama multó a la concesionaria Norte Energia com 35,3 millones de reales por la muerte de 16,2 toneladas de peces durante el llenado del depósito, que llevó tres meses.
Fueron tres multas consecutivas — de 27,5 por la muerte de los peces, R$ 7,5 por incumplimiento de una de las condiciones de la licencia y R$ 510 mil por haber presentado datos falsos sobre la contratación de trabajadores para el rescate de los peces. La multa de R$ 27,5 millones fue la más alta aplicada a la concesionaria desde el inicio de la construcción de Belo Monte.
No obstante, la muerte de los peces no es el único problema enfrentado por las poblaciones del Xingú. Desde el inicio de la construcción de Belo Monte, a causa de la iluminación artificial de almacenes de obras o uso de explosivos, los indígenas de Volta Grande relatan el comprometimiento — y algunos casos extinción — de importantes puntos de pesca.
Con el barraje definitivo del río y la disminución del caudal del Xingú, los impactos se intensificaron. “A la gente le tomaba una hora para llegar a los lugares de pesca y ahora nos demoramos el doble. Hay un lugar al cual ya no tenemos acceso porque el agua disminuyó mucho y ya no se puede pasar”, relata el indígena Natanael Juruna.
La pesca es la principal actividad de subsistencia de los Juruna, conforme al Atlas de los Impactos de UHE Belo Monte sobre la pesca. Según los datos de un monitoreo independiente realizado por los Juruna en colaboración con ISA y la Universidad Federal de Pará, la producción anual de pescado de los Juruna es de 4.469 kg, siendo 98% para alimentación propia y 2% para comercialización. El pescado representa el 55% de sus comidas.
La captura de los peces está íntimamente ligada a los ciclos de crecida y bajo caudal del río. Tanto el pacu como la matrincha, por ejemplo, se alimentan de frutos provenientes de las áreas inundadas, ambientes que dejaron de existir con la alteración del caudal del río.
“Sin peces, nosotros no sobreviviremos. Nuestro pueblo siempre vivió de los peces de esta región. Me siento triste cuando escucho que los peces se van a extinguir. Nosotros vivimos de los peces, del río, por eso somos los Yudja [otro nombre que designa a los Juruna], que quiere decir “los dueños del río”, y nosotros siempre sobrevivimos del río, que para nosotros es todo. Mientras exista el Xingú, nosotros estamos luchando. Hasta el final. Cuando él muera, la gente morirá con él”, dice Gilliard Juruna, cacique de la aldea Mïratu, ubicada en la Tierra Indígena Paquiçamba.
Plagas
Los ribereños e indígenas cuentan que la cantidad de mosquitos, llamados por ellos carapanãs, aumentó considerablemente desde la instalación de la planta, comprometiendo sus actividades de pesca, recolección de productos del bosque y campo.
Para Bel Juruna, otra directiva de la aldea Miratu, es preocupante la alta cantidad de repelente de insectos que las comunidades usan diariamente: “Actualmente nosotros tenemos que vivir andando con el atomizador de veneno, teniendo que respirar el veneno, pero es la única manera que tenemos de librarnos un poco de los insectos, aún dentro de la propia casa. Puede intoxicar a los niños, a los adultos, y los problemas del veneno no aparecen inmediatamente”.
Transposición
La navegación también fue perjudicada con la disminución del caudal en el Xingú. En determinado trecho del río, es preciso descender de la embarcación y utilizar transporte terrestre provisto por Norte Energia. “Nosotros quedamos totalmente exhaustos porque es un transtorno pasar por aquella transposición, nuestra embarcación tiene que pasar por ahí. Eso en nuestro río, en donde teníamos total libertad de ir y venir”, señala Bel.
Funcionarios de Norte Energia formulan un cuestionario a los que atraviesan el trecho: nombre, apellido, teléfono, dirección, qué se lleva en la embarcación y, según Bel, hasta los ingresos. “¿Cuál es el objetivo de preguntar sobre nuestros ingresos? ¿Ahora tenemos que rendir cuentas de lo que ganamos a Norte Energia?” se desahoga.
Falta de diálogo
Una de las condiciones de la licencia de instalación de Belo Monte obligaba a Norte Energia a discutir, un año antes de represar el río, propuestas de monitoreo, mitigación y compensación de sus impactos en las comunidades afectadas, tanto indígenas como ribereñas. Hasta el momento, según las comunidades, el empresario apenas ha presentado esa información a Ibama, el organismo licenciador.
El monitoreo de la calidad del agua, por ejemplo, es realizado por empresas contratadas por Norte Energia. Algunos indígenas participan de la recolección de información junto a empresas de terceros, como monitores, pero hasta ahora no han tenido acceso a los resultados.
Canoada
La canoada Bye Bye Xingu, acción activista realizada por la Asociación Indígena Yudja Miratu de Volta Grande del Xingú (Aymix) e por ISA, busca alertar sobre los problemas que los pueblos y comunidades del Xingú enfrentan desde la instalación de la planta.
La 3ra edición de la Canoada, realizada entre los días 3 y 9 de setiembre, se llevó a cabo después del cierre de las compuertas del Xingú. Los cambios en el paisaje son impactantes. Con la sequía del río, la travesía de 112 kilómetros se tornó más difícil y el paisaje deslumbrante se combinó con paisajes de islas inundadas, deforestadas y peces enfermos.
“Es una experiencia sentir junto a los indígenas y ribereños las consecuencias de la instalación de la planta, las maravillas y dolores de la región. Quien participa de la canoada y escucha a las poblaciones afectadas, siente el sufrimiento de las picadas de los carapaná, ve los peces y árboles muriendo, vuelve convencido de que el modelo de desarrollo para el país no puede ser el de construcción de represas como Belo Monte”, afirma Marcelo Salazar, de ISA.
La canoada es también una experiencia que ayuda a los indios a reflexionar sobre otras alternativas socioeconómicas para las comunidades que dependen del comercio de pescado. Los indígenas y ribereños tienen la posibilidad de ganar ingresos con ese tipo de actividad, ya sea actuando como guías, alquilando canoas o vendiendo productos del campo y artesanías.
“Laboratorio macabro”
En los próximos años, Norte Energia hará una serie de pruebas para determinar cuál será la cantidad de agua destinada a la generación de energía y cuánta será liberada para Volta Grande. O sea, hasta el 2019, año en que todas las turbinas van a estar funcionando, la concesionaria va a “abrir y cerrar el grifo” de la represa, en cumplimiento de las disposiciones establecidas por la Agencia Nacional de Águas (ANA) y por Ibama.
“Lo que está siendo experimentado es cuál es el caudal mínimo para mantener la vida local y qué vida ese caudal mínimo consigue mantener. Es un gran experimento humano y con la naturaleza, de hacer pruebas en la vida de la naturaleza y del hombre que vive en aquella región para ver si funciona. Es un laboratorio macabro que está siendo hecho con esas personas que viven en la región”, alerta Marcelo Salazar, de ISA.
Minera constituye nueva amenaza para Volta Grande
La mina más grande de exploración de oro a cielo abierto en Brazil, puede ser instalada en Volta Grande, agravando aún más la situación de Xingú. El grupo canadiense Belo Sun Mineração viene llevando a cabo investigaciones en la región desde el 2008 y la estimación de la empresa es que podrían ser extraídas 600 toneladas de oro en 12 años. Todavía no hay fecha prevista para el inicio de operaciones, pero el proyecto ya tiene una Licencia Previa emitida por la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Pará.
La mina se encuentra en el municipio de Senador José Porfírio, próximo a la Villa de Ressaca, comunidad de 300 familias que depende del campo, la pesca, y la explotación artesanal aurífera y de piedras preciosas para sobrevivir. Si la obra se consolidase, las 300 familias tendrían que ser reubicadas.
En el 2014, la Justicia Federal suspendió el otorgamiento de la licencia ambiental del proyecto de minería hasta que Belo Sun entregase los estudios de impacto en las poblaciones indígenas. La empresa logró pasar por alto la decisión, pero los indiígenas quieren ser consultados sobre el emprendimiento antes de que se continue con el otorgamiento de la licencia. También fue determinada una actualización del Estudio de Impacto Ambiental (EIA-Rima) para que este contemple la acumulación de impactos con la planta de Belo Monte, que no fueron considerados en los estudios anteriores.
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Fuente: Global Voices: https://es.globalvoices.org/2016/11/24/belo-monte-un-ano-despues-riberenos-e-indigenas-reflexionan-sobre-las-consecuencias-de-la-represa-en-el-xingu/