La razón populista (1)
Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
31 de julio, 2016.- No se requiere ser versado en materia de populismo, para entender que todos los movimientos sociales en Colombia, incluyendo los nuevos, han vivido momentos populistas. Unos han evolucionado, otros se han quedado ahí y no dejan de ser eso: populismos, unos más ramplones que otros.
A decir verdad, jamás pasó desapercibido este hecho para los politólogos; no obstante de un tiempo para acá es un término utilizado frecuentemente por políticos y periodistas para descalificar de demagogia a luchas democráticas de algunos movimientos populares; pero es un concepto también que aflora en debates académicos relacionados con los afanes de sociólogos, historiadores y politólogos por caracterizar a los nuevos movimientos sociales que irrumpieron en la escena política a partir de los años 70 del siglo XX, como nuevas formas de acción colectiva.
De estas acciones colectivas han sobresalido aquellas de los grupos étnico-territoriales (indígenas y afrocolombianos), no solo porque difieren de las formas históricas de la lucha de clases, sino porque representan también desarrollos efectivamente inéditos en las luchas sociales. Pero ¿pueden ser calificados estos nuevos movimientos sociales de populistas?
Consideramos que sí, partiendo de la definición de Ernesto Laclau (2), de que el populismo es un concepto que está estrechamente ligado a la apelación política al pueblo. Es más, no hay partido político, ni ningún candidato en campaña que no tengan deslices populistas. En este sentido habrían populismos de muy diversa índole, desde los que recogen demandas por una distribución del ingreso o de la propiedad de la tierra, hasta los que incorporan reivindicaciones étnicas, de derechos civiles, o nacionales. Pero concluidos los debates electorales y las elecciones llega la hora de la ‘gobernabilidad’, que no es necesariamente populista.
todos los movimientos populistas tienen al pueblo como referencia y todos manifiestan buscar afanosamente su bienestar, de allí que el pueblo, en la guerra o en la política, siempre estará en el centro de la contienda. Esta es la razón por la cual existe una gama variopinta de populismos: nacionalistas, comunistas, fascistas, militaristas, xenófobos.
Todos los populismos coinciden sin excepción, en que el fin último de su movimiento político es el pueblo. En ese orden de ideas no habría diferencias –salvo aquellas de orden ideológico– entre los movimientos populistas de izquierda o de derecha. De acuerdo a esa razón, todos los movimientos populistas tienen al pueblo como referencia y todos manifiestan buscar afanosamente su bienestar, de allí que el pueblo, en la guerra o en la política, siempre estará en el centro de la contienda. Esta es la razón por la cual existe una gama variopinta de populismos: nacionalistas, comunistas, fascistas, militaristas, xenófobos. Pero así como muchos populismos son antidemocráticos –algunos llegados al poder, se han convertido en regímenes dictatoriales–, también se han presentado populismos de raigambre democrática, que han buscado articular demandas campesinas, obreras, estudiantiles, ciudadanas, etc., para derrocar regímenes autoritarios y antidemocráticos.
Un ejemplo muy citado de un movimiento populista democrático es Solidarnosc (solidaridad), un sindicato polaco fundado durante la huelga de los astilleros de Gdansk en 1980. Este movimiento, bajo el liderazgo de Lech Walesa, articuló las demandas de obreros, campesinos, cristianos y miembros de la izquierda democrática que reclamaban libertades democráticas a un férreo régimen comunista, impuesto por la Unión Soviética. Para finales de la década del 80, Solidarnosc había abandonado su fase populista y se había transformado en un vigoroso movimiento político que lideró el gobierno de coalición que puso fin a la dictadura comunista en Polonia.
Populismo y autoritarismo son las caras de la misma moneda: Ambas tendencias necesitan disolver “la diferencia entre la esfera privada y la estatal, pues en ambos casos el Estado toma a su cargo la indoctrinación de la consciencia de los “ciudadanos” y la manipulación de sus valores éticos”
Otro aspecto a tener en cuenta es que frecuentemente los populismos giran alrededor de líderes carismáticos de talante autoritario, como Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, Juan Velasco Alvarado en Perú, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Fidel Castro en Cuba y más recientemente Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, y un poco antes de ellos, Alberto Fujimori en Perú y Álvaro Uribe en Colombia. Populismo y autoritarismo son las caras de la misma moneda: Ambas tendencias necesitan disolver “la diferencia entre la esfera privada y la estatal, pues en ambos casos el Estado toma a su cargo la indoctrinación de la consciencia de los “ciudadanos” y la manipulación de sus valores éticos” (3).
Todos ellos han sido caudillos que construyeron un imaginario colectivo, apelando al nacionalismo, a los intereses del pueblo y a los valores tradicionales de la Nación. Con narrativas confusas y simples, no exentas de demagogia descalifican a sus adversarios. Y el lenguaje que se emplea importa. Por medio del lenguaje se instaura en las mentes de aquellos, que siguen ciegamente al grupo o al caudillo, una carga negativa contra el identificado adversario, en este caso “inventado adversario”. Y resulta que en política “inventar al enemigo” es la antesala de la destrucción de la política. Y el fin de la política es el fin de toda democracia. Por ello hay que desconfiar de esos populismos que permanentemente construyen enemigos.
Una característica más: los movimientos populistas en América Latina, difícilmente han podido cumplir las enormes promesas hechas a sus pueblos, lo que no ha inhibido a sus caudillos a procurar perpetuarse en el poder.
Lo que parecía ser un fenómeno político de América Latina, notamos que es también un fenómeno europeo. Los que creíamos que después del Fascismo, el Comunismo y el Nacional Socialismo, se había desterrado el populismo del experimentado ‘Viejo Mundo’, quedamos sorprendidos al ver el surgimiento de movimientos de corte populista en España (Podemos), en Francia (Frente Nacional), en Alemania (Alternativa para Alemania), en Inglaterra (UK Independence Party), en Italia (Movimento 5 Stelle) y en Grecia (Syriza). Sorprende pues que poblaciones curtidas por dos guerras mundiales y más educadas que nunca, vuelvan a ser seducidas por simples populismos de derecha o de izquierda.
Pero si por Europa llueve, en América Latina no escampa. En el espacio latinoamericano la diferencia es que los regímenes populistas de izquierda han tenido una enorme presencia militar, lo que conduce en tiempos de crisis –debacle económica por ejemplo– a que el poder político sea suplantado por el poder militar, y sean los militares los que conduzcan la política –o la revolución –, como sucedió recientemente en Venezuela (4). Esto contrasta paradójicamente, visto desde una perspectiva marxista-leninista, con la teoría y práctica del socialismo revolucionario (5) y tiene que ver más con “la rancia tradición militarista latinoamericana”, como lo anotaba el profesor y analista político venezolano Trino Márquez (6). Pero bueno, habrá que aceptar aquel manido argumento de que el Socialismo del Siglo XXI es un fenómeno político e ideológico sui géneris que no cabe en los moldes del socialismo clásico.
Lo que llama la atención y debe tener confundido a más de un militante de izquierda, es que a pesar de todos los descalabros económicos y políticos de estos regímenes populistas, haya sectores de izquierda que sigan haciendo cola para colgarse de ese palo. Seguramente habrán muchas razones para explicar porque muchos intelectuales sufren de una ofuscación, tal vez pasajera, y otros tengan una determinada preferencia política o ideológica por estos populismos. No estamos en condiciones de responder a este interrogante, y quizás sea la psicología la que pueda rendir una explicación al respecto. Pero lo que si podemos vislumbrar con certeza es que para esos sectores de izquierda tendrá hacia futuro un costo político su identificación, respaldo y ausencia de distanciamiento crítico con estas últimas experiencias populistas de América Latina, lo que sería fatídico para esa izquierda democrática que lucha para no ser arrastrada por ese maremágnum populista, que avanza en tiempos de crisis.
Lo que sería más fatídico aún, es que ahora que el país se encuentra en un momento transcendental de su desarrollo como país y los colombianos comienzan a articularse políticamente en torno a la paz, semejante a como lo hicieron los polacos en torno a Solidarnosc, populismos de derecha (¿y de izquierda?) obnubilen una vez más la mente de los colombianos, y obstaculicen también una vez más, el camino de la construcción democrática de la Nación y deterioren más la ya de por sí menguada gobernabilidad que nos dejó el populismo de Álvaro Uribe Vélez.
No será esto que estamos viviendo en Colombia una de esas “horas americanas”, que le han dado un giro radical a la historia, posibilitando el surgimiento de un populismo democrático como fue el Solidarnosc de Lech Walesa, o el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela, populismos totalmente opuestos a los populismos antidemocráticos que representan hoy Marine Le Pen, Donald Trump, Vladimir Putin y desafortunadamente un largo etcétera.
Notas:
(1) Título de un texto de ese gran teórico del populismo que fue Ernesto Laclau.
(2) Laclau, Ernesto & Mouffe, Chantal: “Hegemonía y Estrategia Socialista”.
(3) Mansilla, H.C.F. “Concepciones teóricas sobre el populismo latinoamericano.”
(4) En palabras del profesor Fernando Mires, “la tragedia de Maduro, reside en que, habiendo perdido la base popular del chavismo originario, ya no pueda ser más un gobernante populista. El de Maduro es un simple gobierno autocrático y militar.”
(5) “Lenin, padre del Estado revolucionario, anotaba en ¿Qué hacer? y El Estado y la revolución…, que el guía político, intelectual y organizativo tendría que ser el partido de cuadros, encargado de trazar las orientaciones estratégicas de la marcha de toda la nación…” (Trino Márquez)
(6) http://www.epnvision.com/la-rendicion-del-psuv-ante-partido-militar-trino-marquez/
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* Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.