En entrevista con Canal N, Balbuena destacó la "voluntad de dialogar" del Gobierno. Diversos hechos, sin embargo, demuestran que dicha voluntad nunca existió.
- Viceministra de Interculturalidad representa "un obstáculo y una amenaza para los derechos de los pueblos indígenas y para la correcta realización de los procesos de consulta previa", afirman organizaciones indígenas.
Servindi, 22 de setiembre, 2015.- A medida que transcurren los días crece el apoyo a los indígenas amazónicos ubicados en las instalaciones del lote petrolero 192, en Loreto. Al mismo tiempo, aumentan las críticas hacia Patricia Balbuena, titular del Viceministerio de Interculturalidad.
La última organización en manifestar su apoyo a los nativos achuar, quechuas y kichwas, que ocupan de forma pacífica dicho lote, ha sido la Organización Regional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Norte del Perú (ORPIAN-P).
Hace solo tres días, organizaciones de la selva central como la Central Asháninka del Río Ene (CARE), entre muchas otras, manifestaron el mismo apoyo.
Mucho antes ya lo habían hecho la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), la Organización de Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO) y regionales como la ORAU, de Ucayali, entre otras. Por su parte, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) se manifestó en el mismo sentido.
Como era de esperar, todas las organizaciones apuntaron sus cuestionamientos a la gestión del Gobierno central.
La mayoría han manifestado su posición crítica hacia el desempeño de Patricia Balbuena, quien desde fines de 2013 ocupa el cargo de viceministra.
Y es que a decir de las personas que han seguido su desempeño en el proceso de la consulta previa del Lote 192, se trata de una persona que ha guardado silencio cómplice en momentos que urgía escuchar su voz.
En más de una ocasión la congresista Verónika Mendoza preguntó qué hacia ella (Balbuena) cuando en pleno proceso de consulta, Perupetro, primero, y luego el Ministerio de Energía y Minas (MEM), renunciaban al diálogo equitativo, justo y alturado mientras desbordaban su prepotencia y mala fe.
Por aquel entonces, representantes de organizaciones de la sociedad civil se hacían la misma pregunta.
Algunos iban más allá y pedían que sea la misma Balbuena la que acompañe a las federaciones nativas en la mesa de negociaciones con el Estado, en representación de su sector.
El acompañamiento se debía dar, señalaban, con propuestas para resguardar los derechos de los pueblos indígenas que por 30 años más debían convivir con los impactos ambientales y sociales de las actividades petroleras en sus territorios.
El acompañamiento no se produjo y la consulta culminó de forma unilateral: el Estado peruano lo decidió así. La tenue voz de Balbuena se hizo entonces aún más débil, sin prestar atención a las invocaciones y los reclamos de las federaciones que pedían que la consulta no termine de esa manera.
Las federaciones indígenas volvieron a saber de Balbuena a mediados de setiembre, cuando apareció en los medios masivos de información para calificar de legítima la consulta, por haberse llegado a acuerdos "con dos de las cuatro organizaciones indígenas que participaron del proceso".
Obstáculo y amenaza
Episodios como estos han provocado que los representantes indígenas vean en Balbuena "un obstáculo y una amenaza para los derechos de los pueblos indígenas y para la correcta realización de los procesos de consulta previa" y por tanto pidan su renuncia del cargo.
En una entrevista hace algunos días en Canal N, Balbuena sostuvo que para que retorne el diálogo por el tema del Lote 192 primero debe volver la calma, dando a entender cierta intransigencia de la parte indígena que no estaría en condiciones para dialogar.
Lo cierto y real es que la protesta en el lote petrolero iniciada hace más de una semana siempre fue pacífica y parece que así lo entienden otros sectores del Estado, quienes tienen previsto una reunión en la Comunidad Teniente López del río Corrientes, el jueves 24 de setiembre.
Lamentablemente, Balbuena no lo entiende así. En lugar de abogar y batallar por que se respeten los derechos de los pueblos indígenas, está a la cola de los acontecimientos cumpliendo una función contraria a su mandato.