- Miguel Angel Altieri, es chileno, profesor en Berkley y propaga por el mundo los brotes de un innovador tipo de agroindustria pensada en la sustentabilidad que data de milenios atrás.
Por Carlos Salazar
La Nación, 31 de marzo, 2015.- El saber ancestral de los cultivos parece ser la clave de la supervivencia del mundo moderno y la crisis creciente de la alimentación versus el terreno cultivable en el planeta. La tesis detrás del Seminario de Agroecología y Sustentabilidad para la Agricultura Familiar Campesina, organizado por el Indap, dice que escuchemos a los que saben y menos a los actuales paradigmas de las corporaciones alimentarias.
Uno de los principales conferencistas del encuentro fue el chileno Miguel Altieri, doctor en entomología que dicta cátedra en en la Universidad de California - Berkeley sobre agroecología, una nueva forma de revincularnos con los recursos naturales y sus potencialidades productivas de manera sustentable, dice.
"Actualmente el 20% de la tierra cultivable está en manos de campesinos y ellos producen cerca del 70% del alimento necesario a niveles locales, lo que les entrega un rol fundamental en este proceso", dice el profesor.
Altieri reconoce más sombras que luces en la forma en que el sistema capitalista, en una era de avance tecnológico sin precedentes, trata la tierra. La gran responsabilidad en hambrunas, crisis de los cultivos y otras pestes, tienen su origen en estos viejos paradigmas. Realiza el llamado a recuperar el conocimiento de los antiguos pueblos agricultores y aplicarlo a la estructura familiar campesina.
"Ese saber hacer amasado a lo largo de miles de años es una cosmovisión recopilada en un taxonomías complejas de semillas y tipos de tierra que han sido perpetuados a través de una praxis compartida. Los antiguos pueblos agricultores y los campesinos son quienes hoy dan clases a los agrónomos. En particular las culturas andinas y sus cultivos en terrazas, variedades centenarias de maíz y la forma de dar alimento a imperios de millones de personas sin destruir su entorno", explica el experto.
Según investigaciones de sus pares, Altieri revela que las formas de cultivo familiar, que no recurre mayormente a combustibles fósiles, que realiza rotación de cultivos y permite la coexistencia de siembras y animales del entorno arroja una importante ganancia anual para esos grupos. Calcula que un hogar con media hectárea de agricultura sustentable, hortalizas, gallinas y una vaca puede obtener al año hasta 1600 dólares de ganancia bruta por sobre el producto de consumo personal. A todas luces una empresa exitosa, sostiene.
También destaca el ejemplo cubano que reaccionó al embargo de EEUU y la falta de maquinarias e insumos, con este ancestral sistema de cultivos basados en este enfoque agroecológico desde 1960. Las curvas de cosechas y aporte proteico se dispararon al volcarse a los multicultivos, el aprovechamiento del espacio, fertilizantes naturales y el abandono de maquinarias agrícolas en pro del caballo y el arado.
Si la industria comercial agrícola logra 3 calorías por cada kilocaloría invertida en el proceso, los campesinos lograron 30 veces ese producto. Un círculo virtuoso que se vio perpetuado por una política de capacitación y conocimiento extendido por los mismos campesinos.
"Se ha comprobado que los países en vías de desarrollo cuentan con mucho más potencial para cultivar su propio alimento que las grandes potencias dedicadas a los monocultivos y la industria a través de inversiones gigantescas que a la arga dañan la tierra", dice Altieri que confía en esta ecuación clave que es el saber ancestral más una base genética y los movimientos sociales organizados para expandir esta nueva vieja escuela.
Primera siembra en Chile
Este enfoque sustentable ha sido adoptado por el Indap en una iniciativa inédita para un organismo del Estado con el objetivo de establecer institucionalmente las bases de la agroecología que el profesor Altieri explora. Se busca así agregar valor a la pequeña agricultura para el futuro del sector, su oferta de alimentos y la subsistencia de los ecosistemas. Un discurso que se alínea con la reciente creación de una unidad especializada en medio ambiente en esta institución y con el fomento a emprendimientos campesinos que responden a estos conceptos de sustentabilidad.
- Cuándo usted habla del potencial de los países en vías de desarrollo, ¿Cuáles son las ventajas comparativas de Chile?
Existe acá mucho potencial desde el punto ecológico y geográfico. Chile es prácticamente una isla con una gran riqueza geográfica y con barreras importantes desde la perspectiva fitosanitaria, además de una reconocida cantidad de microclimas y suelos que ha sabido explotar muy bien la agricultura industrial.
El problema es que para promover la agroecología en Chile se van a necesitar varios elementos que ya existen en otros países donde se ha implementado pero que acá faltan. Por ejemplo, una asociación campesina, movimientos campesinos rurales fuertes que hagan demandas al gobierno para que la agroecología se transforme en un proyecto fuerte y no solo un programita.
Existe voluntad política, pero no se sabe qué presupuesto se va a entregar para su realización. Seguramente no más de un 10% de lo que se entrega actualmente cuando debería ser un 90%. Para ello se requiere de un movimiento agragrio que se sume al trabajo que viene haciendo Indap. En Brasil, por ejemplo, hay una línea nacional de apoyo a la agroecología que tiene un presupuesto de 3 mil millones de dólares y eso es una gran conquista de estos grupos sociales.
Por otro lado también se necesita que la gente tenga acceso a esos recursos, sin embargo hay problemas de equidad y distribución de tierra, el agua y otros recursos que deben democratizarse y ser accesibles a quienes juegan un rol fundamental en la producción. Se necesita también que las universidades inviertan en la agroecología. Casi todas las escuelas más importantes están preocupadas en desarrollar la agricultura industrial y eso es algo histórico no sólo en Chile.
- ¿Existen barreras de tipo económico a la masificación de la agroecología?
El Tratado de Libre Comercio con EEUU pone una serie de de trabas como por ejemplo la la cuestión de las semillas. Eso es algo que hay que resolver. Dentro de poco, el uso de las semillas criollas va a ser muy limitado y eso no puede ser porque esa es la base genética de la agricultura del futuro. También tenemos el sesgo de que Chile es un país agroexportador y eso trae una serie de prejuicios en relación a la agricultura campesina.
Debemos darle al agricultor campesino el espacio para que puedan desarrollar su potencial. También hay barreras a nivel de mercado y el campo no favorece igual al campesino que las empresas de economía de escala. Hay que proteger a los campesinos, para que el gobierno reconozca que el patrimonio del ecosistema está en manos de estos agricultores para que fomente la agricultura familiar y campesina.
4 escuelas del saber milenario
Lograron sistematizar los cultivos con el uso de canales para la regulación de sus requerimientos, coexistiendo con un importante ecosistema animal que a la vez protegía esos cultivos de las plagas. También aprovechaba las malezas como poderosas fuentes de proteína resistentes a las heladas y que crecían junto al maíz y otros productos aprovechando el espacio para dar de comer a millones en el imperio.
Los incas innovaron con su sistema de terrazas de cultivo utilizadas hasta hoy. Realizaban rotaciones complejas que acumulaban agua entre canales que al aborsber temperatura de día, liberaban calor durante la noche salvando las cosechas durante el invierno. El producto de esas semillas criollas, persisten hasta con una variedad colosal de papas y granos.
Los mapuches fortalecieron sus cultivos a través del cuidado e intercambio de sus semillas en verdaderos mercados que hasta la actualidad cuentan con sus propios guardianes. Sus cultivos de trigo combinaron y combinan variedades de espigas que hacen a los cultivos más resistente a las plagas y otros ataques. También el cultivo se realizaba sobre los restos de anteriores cosechas lo que generaba un ambiente con ácidos que favorecían nuevos brotes y eliminaban las malezas.
Más lejos, en oriente, aún persiste el cultivo de arroz en tierras de labranza inundadas donde se convive en armonía con poblaciones de peces, insector y patos que se alimentan de bichos nocivos, hongos, plagas y otras malezas. Ese ecosistema vivo también trasporta semillas para ampliar zonas cultivables en una extensa red ecológica. También esos surcos comparten sembradíos de maíz y papa que se complementan para aprovechar el agua y favorecer el metro cuadrado cultivado. |
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Fuente: Diario La Nación: http://www.lanacion.cl/noticias/tecnologia/ciencia/experto-mundial-en-agricultura-llama-a-escuchar-el-saber-indigena/2015-03-26/143152.html