- Cumple 80 años y sigue agitando al tiempo.
Por Carlos Bernales*
“Cuando yo era niño, un gamonal que aterraba al pueblo, marcó con un hierro candente las nalgas de un campesino. Eso impactó mi vida para siempre” - Hugo Blanco
15 de noviembre, 2014.- A mediados del siglo pasado, un antiguo edicto municipal de la ciudad del Cusco, decía al pie de la letra: “Se prohíbe a los indios y a las bestias caminar por las veredas”.
Ese edicto marcaba y sigue marcando la historia de las luchas sociales en un Perú donde los votos disidentes, al corrupto poder oficial, siguen siendo tratados como provenientes del “electarado”.
Blanco, joven adolescente, tuvo la oportunidad de viajar a la Argentina a estudiar ingeniería agraria. Allí descubrió que las luchas dominaban el paisaje social, como en el Cusco y América toda, y decide intervenir en ellas. Por descarte, tomó distancia del APRA, que dominaba el pensamiento político de gran parte de los jóvenes peruanos, estudiantes en la tierra del Mar del Plata, pero cuya conducta ambigua presagiaba la traición que asomaría luego con fuerza.
Tampoco miró con buenos ojos al comunismo estalinista que, por órdenes de Moscú, solo organizaba derrotas. La luz al final del túnel tenía el color rojo socialista defendido con intransigencia por aquellos a quienes la derecha y la izquierda de espaldas al pueblo, calificaban de trotskista.
Poco tiempo después, maduro en sus convicciones, Blanco regresa al Perú, se incorpora al Partido Obrero Revolucionario (POR) y es involucrado, en 1958, en una manifestación contra el entonces vicepresidente de los EEUU, Richard Nixon. La policía ordena su captura, por lo que Blanco decide regresar al Cusco, donde sería apresado. En la cárcel de la Ciudad Imperial, conocería a dirigentes campesinos con los que se compromete a continuar una labor de sindicalización campesina en Chaupimayo que, en corto plazo, se extendería por todo el Valle de la Convención y Lares.
Con un lenguaje sencillo, y bajo la metodología de comenzar por las luchas más sentidas por los campesinos hasta hacerles comprender la importancia de llegar al cambio del sistema capitalista opresor, Blanco alcanzó el liderazgo de la región y es elegido Secretario General de la Federación Campesina de La Convención. Es desde ese cargo y atendiendo al clamor popular que dicta la primera Reforma Agraria del Perú, haciendo justicia al reclamo de años, de campesinos y comunidades despojadas de sus tierras por el poder colonial heredado por la República.
Primero fueron huelgas en las que los campesinos se negaban a trabajar las tierras del patrón para trabajar las propias. Luego, las ocupaciones de las tierras que el poder judicial había negado, ante las reclamaciones justas y legales de las comunidades. Estas recuperaciones de tierras marcarán el desenlace de esta historia. Fue una verdadera insurrección, tal vez de mayor trascendencia desde que Túpac Amaru se alzara en 1789, teniendo esta vez, como ventaja, la toma de conciencia socialista hacia la que caminaba este movimiento.
Pero no solo fue la toma de tierras lo que impulsó la Federación bajo el liderazgo de Blanco. La preocupación por la calidad de vida se hizo presente. Una crónica de la época, escrita por el periodista Hugo Neyra, señala cómo, de pronto, empezó un desfile hacia las heladas punas o a cualquier parte de la región, en el que los campesinos cargaban en sus espaldas o de acémilas, catres y colchones atendiendo a una “orden” de la federación de ya no dormir en el suelo sino en camas, como debe ser de derecho para todos los seres humanos.
Poder dual
La justicia oficial fue dejada de lado, los hacendados acudían a los locales de la Federación en busca de un trato justo, para que los campesinos volvieran al trabajo. Si las tierras no estaban en litigio se ordenaba a los hacendados que pagaran un salario justo a sus trabajadores. Eso se extendió a la región logrando, al fin, el derecho al salario como la más grande victoria social del siglo pasado, comparable a la Jornada de las 8 Horas. Hoy ya no existe más, en el campo, el trabajo gratuito y servil, gracias a esas luchas que encabezó Hugo Blanco. Se había puesto en marcha un poder dual, un nuevo sistema de gobernar confrontaba al Estado burgués.
Como no podía ser de otra manera, la represión del Estado, representante de los capitalistas, el latifundio, el gamonalismo y el imperio yanqui, no se hizo esperar. La confrontación social convertida en política, avanzaba a un desenlace militar. Una asamblea de la Federación, ordena a Hugo Blanco, organizar la Brigada Sindical Campesina a la que llaman Remigio Huamán, en homenaje a un campesino asesinado por la represión. Esta no era una guerrilla convencional, era una milicia popular apoyada por los campesinos.
Para combatir la sublevación cusqueña que avanzaba por el país, Neyra también reseña que desde Cajamarca llegaban delegaciones en busca del “señor Sindicato, que dicen que lucha por los campesinos”, se produce en el Perú el golpe de Estado de Pérez Godoy (1962) que demagógicamente ofrece la ejecución de la reforma agraria. Mientras tanto, una feroz cacería se vuelve contra el líder cusqueño que finalmente es capturado vivo (cuando en realidad la orden era de asesinarlo) el 30 de Mayo de 1963.
Si Blanco hubiera sido asesinado entonces, su nombre brillaría a la altura de Túpac Amaru, y otros luchadores como José Carlos Mariátegui, por la causa de la transformación social. Afortunadamente sobrevivió para agregar otras páginas a la historia de las luchas sociales en el Perú.
Este 15 de noviembre al cumplir los 80 años, Blanco debe saber que hay miles de miles de peruanos que nunca olvidarán su trayectoria y la conquista salarial que hoy sostienen. También, es cierto, hay muchos miles que ignoran al hombre que hizo posible, junto a otros héroes anónimos de esas jornadas, esa conquista que forma parte de los derechos humanos.
También hay una izquierda que, desde que Hugo Blanco inició sus luchas lo combate a muerte. Es la izquierda de los mediocres, aquella formada por trepones, quienes se suben a cualquier carro que los acerque al poder, la izquierda que jura por Dios y por la plata. La izquierda que alcanza puesto con los votos del pueblo y desde el poder gobierna para los poderosos de siempre. Hay tantos nombres en esa izquierda, que no vale la pena señalar.
Que sigan mordiendo su rabia de saber que aún vive, inclaudicable como siempre, el hombre que fue capturado en 1963, con la ayuda de militantes estalinistas, que la derecha quiso llevar al paredón de fusilamiento y que a sus 80 años sigue agitando al tiempo, para acercarnos a la victoria final.
Un fuerte abrazo, amigo, hermano y compañero de parte de todo un pueblo que sigue acompañando tus luchas contra el capitalismo corruptor de la sociedad y de la naturaleza.
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* Carlos Bernales es arquitecto peruano y conocido caricaturista que reside en Nueva York.