Foto: Heinz Plenge Pardo
Por Alberto Gonzáles Zamora*
6 de marzo, 2014.- Internados en selva fronteriza con Brasil, una numerosa población de indígenas en aislamiento voluntario sufre los embates del narcotráfico que ha abierto una nueva ruta para la droga. El nuevo paso de la droga comienza desde Ucayali, pasando por Sepahua y Atalaya, hasta la comunidad de Palestina en la frontera con Brasil, atravesando el extenso Parque Nacional Alto Purús, lugar que se ha convertido en el último refugio de cientos de indígenas no contactados o en contacto inicial.
Los no contactados
En la soledad de la noche, “Francisco” escucha desde su puesto de vigilancia en Tahuamanu, los pasos de alguien que se acerca. Internado en medio de la selva, piensa que es algún animal nocturno rodando en la oscuridad, pero advierte algunas voces. Comprende de inmediato que no son los “mochileros” que pasan por el Parque Nacional Alto Purús, llevando droga hacia Brasil, sino hombres y mujeres desnudos tratando de forzar la puerta para robar algunos víveres y utensilios. Sin armas y sólo, el guardaparques espera unos minutos hasta que los visitantes se marchan pacíficamente llevándose los víveres sustraídos.
No es la primera vez que ocurre este tipo de avistamientos, a mediados del año pasado, pobladores de la comunidad Monte Salvado, en Madre de Dios, divisaron a un numeroso grupo de indígenas aislados en la margen opuesta del río Las Piedras. Testigos de la zona aseguraron que un grupo de más de 100 nativos entre hombres mujeres y niños desnudos, intentaron cruzar el río, pero fueron disuadidos por un agente de protección de la Reserva Madre de Dios, con quien entablaron un breve diálogo. Los indígenas le solicitaron plátano dulce y utensilios, como ollas y machetes.
Pocos días después, un video propalado por la por la Federación Nativa del Río de Madre de Dios y afluentes (Fenamad) y que dio la vuelta al mundo, confirmaba la versión de los comuneros y echaba por tierra las versiones gobiernistas y empresariales que negaban la existencia de estos pueblos para favorecer las concesiones de gas y petróleo en la amazonía. Las imágenes difundidas por diversos medios de la capital mostraban con diáfana claridad la presencia de unos 15 hombres de mediana edad con los rostros pintados y flechas en las manos. No eran “perros del hortelano”, ni “ciudadanos de segunda categoría”, sino hombres con sus mujeres y niños, todos pertenecientes al pueblo mashco piro, uno de los tantos pueblos de indígenas que optaron por aislarse en lo profundo del bosque.
¿Quiénes son los mashco piros?
“El Mashco piro es uno de los pueblos indígenas que ocupan el Parque Nacional Alto Purus, quienes huyeron de la violenta explotación del caucho que tuvo lugar entre 1890 y 1910”, refiere la antropóloga experta en pueblos en aislamiento, Beatriz Huertas.
La especialista asegura que durante los meses de junio y julio “ellos bajan a las playas de los ríos para buscar huevos de tortuga, recolectar frutos o cazar monos”. El dato proporcionado por Huertas coincide con el testimonio del misionero dominico José Alvarez, quien hace medio siglo atrás, había descrito uno de los primeros encuentros con mashco piros, con caucheros liderados por Fitzcarrald, a quien los indígenas le habían pedido no seguir adelante en su viaje al Manu, “porque les espantaría la caza del mono y les traería el contagio del catarro”.
Como sucedió en el siglo pasado, Huertas, cree que las actividades externas como la tala y el narcotráfico están afectando negativamente las vidas de estos pueblos que dependen del bosque y los ríos para vivir. El aumento de estas actividades ilegales, sería la razón de los continuos avistamientos que se han incrementado, debido a la presencia de narcotraficantes y madereros.
Un morador de la comunidad fronteriza de Puerto Esperanza, asegura que se han producido agresiones por parte de mashco piros que en algunas oportunidades han quemado casas, puestos de control y se han llevado utensilios de la comunidad. Amancio Flores Lomas, relata que el año pasado un vigilante de Sernanp, avistó a un grupo de nativos aislados en el límite de la Reserva Mashco Piro.
“En esta época del año es difícil el avistamiento de estos grupos, debido a las lluvias”, explica el poblador, quien sostiene que los nativos bajan de las cabeceras de los ríos para pescar y recolectar frutos llegando hasta la cuenca del rio Sepahua, lugar dominado actualmente por el narcotráfico, en donde periódicamente pasan embarcaciones y “mochileros” transportando droga hacia Brasil.
El reporte del guardaparques,“Francisco”, fue notificado a la Sernanp, institución que se ha visto preocupada por la seguridad de sus guardaparques en esta zona.
Arsenio Calle, jefe del Parque Nacional de Alto Purús, refiere que desde el 2011, los mismos sucesos se vienen reportando en otros puestos del parque, en donde los vigilantes ven pasar a grupos de individuo, algunos armados.
La nueva ruta de la droga
El cruce que une el río Sepahua y el río Purús, donde la extensión de tierra que separa ambos ríos se acorta, habría sido tomado por los narcotraficantes para pasar la droga, según la versión de varios testigos de la zona.
“Por ahí ingresan los narcos que vienen desde Ucayali. Ellos dicen que los indígenas han tomado el cruce, pero es fácil reconocer a los Mashco Piros. Los narcotraficantes se camuflan como indígenas, para que puedan entrar. Pasan por la noche en bote por el Rio Purús”, comenta, Flores.
La ruta de la droga serpentea desde el río Sepahua, hasta el río Purús, atravesando una provincia del mismo nombre que goza de 4 áreas protegidas, entre las que se encuentra la Reserva Mashco Piro.
Según la especialista, Beatriz Huertas, los nativos de esta reserva se trasladan de río en río, en busca de los huevos de tortuga taricaya, desplazamiento que los hace visibles en las temporadas de verano y más propensos al contacto con los narcotraficantes.
“El Estado tiene que asumir su responsabilidad reforzando los puestos de vigilancia y manejando planes de prevención y contingencia para evitar los riesgos del contacto, entre ellos, enfrentamientos con las comunidades aledañas y otros agentes externos, manifiesta la especialista, quien no descarta la posibilidad de un contacto violento con los narcotraficantes.
Otro problema no menos importante es la inexistencia de campañas de salud en poblados colindantes para evitar enfermedades que eventualmente se podrían transmitir a los indígenas. “¿Qué les pasaría si se acercaran a alguien que tiene gripe o viceversa?”, señala Huertas, aludiendo a los cientos de indígenas aislados muertos históricamente tras el contacto con trabajadores de la industria del caucho en el siglo pasado.
Cinco reservas territoriales
Según la legislación existente, el Perú cuenta con cinco reservas territoriales para proteger a pueblos en aislamiento voluntario. Si bien, la Ley de Protección de los Pueblos en Aislamiento, aprobada en el año 2006, reconoce su existencia, así como su estado de vulnerabilidad y amenazas que los aquejan, esta no garantiza medidas reales y concretas para proteger su derecho a la vida, autodeterminación y la intangibilidad de sus territorios.
Por otro lado, diversos especialistas coinciden en señalar que el Estado actúa de manera ilógica, al crear reservas para después otorgar concesiones mineras y petroleras en esos mismos territorios, con lo que produce una situación de desprotección de los pueblos que las habitan. Basta con echar un vistazo a la Ley de Protección de los Pueblos en Aislamiento, que por un lado les reconoce ciertos derechos y, por el otro, oficializa la ejecución de actividades hidrocarburíferas en sus territorios. Por ejemplo, en la Reserva Territorial Isconahua hay concesiones mineras, y además se está ejecutando el proyecto de interconexión vial Brasil-Pucallpa.
Gas con sangre
Mediante un pronunciamiento emitido el 9 de agosto del año pasado, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, el Pacto de Unidad de Organizaciones Indígenas, que agrupa a distintas organizaciones indígenas, exigió al Gobierno dejar sin efecto “cualquier ampliación del Programa de Exploración y Desarrollo en el Lote 88 o ampliación del proyecto Camisea”.
En dicho comunicado se advierte que si el gobierno persiste en su intención, acudirán a las instancias internacionales “ya que el Estado tiene la obligación de cumplir con las Directrices de Protección para Pueblos Aislados y en Contacto Inicial de las Naciones Unidas”.
Por su parte, la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), acusó al Gobierno de no cumplir su función de proteger a los aislados. “Todo lo contrario, han despedido al viceministro de Interculturalidad por opinar a favor de la reserva territorial Nahua-Nanti, y está permitiendo que los agentes extractivistas arrinconen a los aislados”, comentó Klaus Quicque, dirigente de Fenamad.
Al ser consultada sobre el impacto que tendría la ampliación de operaciones del lote 88 en los pueblos en aislamiento y contacto inicial, Beatriz Huertas es tajante. Asegura que este proyecto afectará por lo menos a cinco pueblos en aislamiento y contacto inicial ntre los cuales se cuenta a kirineris, matsigenkas, nahuas, nantis y pueblos vecinos como los mashco piros. Los impactos se pueden traducir en contagio de enfermedades y muertes, reducción drástica de los animales del monte que son fuente de alimento para dichos pueblos, además de contaminación de ríos y quebradas,
“El lote 88 se superpone a gran parte de la reserva territorial Kugapakori-Nahua Nanti, creada en los años 90, tras la muerte de 300 indígenas Nahuas, debido al contacto con agentes externos en el contexto de la explotación petrolera, la tala e intentos de contacto por los misioneros. La tragedia del pueblo Nahua casi causa su extinción, escandalizó a la comunidad internacional y derivó en la creación de la Reserva”, recuerda.
Otra página negra
Ante estas indefiniciones, cabe preguntarnos: ¿Cuál es el futuro de los indígenas en aislamiento? La vulnerabilidad en que se encuentran estos grupos que sufren los embates del narcotráfico, los hace candidatos a sufrir una agresión más que pasaría a integrar el amplio historial de contactos violentos como el ocurrido con los Yora o Nahua. Estos habitantes temidos del Manu, rechazaron a los invasores madereros, petroleros y misioneros hasta 1985, fecha en que producto del contacto con estos agentes externos murió más de la mitad de su población, alrededor de 300 indígenas, hecho que provocó la indignación de la comunidad internacional.
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*Alberto Gonzales Zamora es periodista especializado en temas indígenas y medioambientales. Colabora con medios alternativos como Servindi y Agencia Chaski. También ha publicado en el diario La Primera y la revista Velaverde.
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Fuente: Revista Velaverde: http://www.revistavelaverde.pe/el-ultimo-reducto-de-los-mashco-piros/