Carlincatura de Carlos Tovar. Diario La República
Por Ollantay Itzamná*
25 de febrero, 2014.- Es racionalmente imposible ser latinoamericano, nacido en la década de los 70, del pasado siglo, y ser indiferente frente a la tortura brutal que padece el proyecto de Vida venezolano.
Latinoamérica, durante el siglo XX, sufrió cerca de un centenar de sangrientos golpes de Estado promovido y financiado por gobiernos de los EEUU. El argumento para ensangrentar Abya Yala siempre fue el mismo: Democracia, Libertad, Progreso.
Gobiernos norteamericanos, incluso crearon y financian iglesias, fundaciones y ONG para “hacernos fervorosos creyentes, y sentirnos culpables de “nuestras” desgracias”. Y, ¿cuál fue y es la consecuencia de esta permanente dominación permitida? Amar y creer al verdugo, y ser desgraciados a pesar de ser privilegiados de la Madre Tierra.
Por creer al Prometeo yanqui, Latinoamérica se convirtió en la vergüenza de la humanidad hasta finales del pasado siglo. Predilecta de la Madre Tierra y desgraciada en su historia. Mis padres nunca conocieron centros de salud, tampoco escuelas. Mis hermanos y yo, al igual que millones de mis coetáneos de Abya Yala, nacimos bajo las polleras (faldas) de nuestras madres, sin hospitales, ni médicos. Así sobrevivimos a la miseria, en el sub continente más rico del planeta, convertido en la cloaca y patio trasero del Imperio de la muerte. Sin sueños, ni ilusiones propios. Aplastados, resignados y providencialistas. Casi convencidos de no tener derecho a tener derechos.
Pero, desde las entrañas de la Abya Yala profunda, la reserva moral e intelectual latinoamericana fecundó a Hugo Chávez en la Venezuela catastróficamente, a finales del siglo pasado. Y renació la ilusión y el sueño por la dignidad en Abya Yala. Fue en ese tiempo de Chávez que el aletargado proyecto emancipatorio de Latinoamérica comenzó a crepitar encabezado por una inédita pléyade de gobernantes como Lula, Kirchner, Fernández, Mujica, Correa, Morales, Rousseff, Ortega y otros. Hasta antes del fenómeno Chávez, Latinoamérica no sólo era despreciable en el mundo, sino que a las y los latinoamericanos nos daba vergüenza reconocernos como tales fuera de la región.
Pero, con Chávez, millones de las y los excluidos y aniquilados, comenzamos a existir y creer en nosotros mismos. El proyecto de cambio venezolano despertó en nosotros/as la libertad y el amor dormidos que nos habitaban. Sin Chávez, y sin la pléyade de gobernantes latinoamericanos progresistas actuales, Abya Yala seguiría siendo la eterna mendiga, sentada en la bancarrota. Pero, eso cambió, y tiene que ser para siempre.
Quienes venimos de los setenta, conocemos y bebimos las desgracias de las políticas norteamericanas como la Doctrina de Seguridad, el Consenso de Washington y la Seguridad Internacional (antiterrorista). Por eso, los históricos proyectos regionales sin Washington como la CELAC, UNASUR, ALBA, etc., nos entusiasman hasta el límite de borrar en nuestras estructuras psicológicas las fronteras nacionales, hasta convertirnos en latinoamericanos/as sin fronteras. Y a esta apuesta libertaria no estamos dispuestos a renunciar por nada. Mucho menos por las conocidas y nefastas promesas del Prometeo encadenado a la muerte. ¡No queremos seguir siendo las cenizas de las energívoras sociedades del Norte! ¡No queremos que Abya Yala se convierta en la vergonzosa Honduras del Continente!
El prolongado intento golpista norteamericano en la Venezuela actual, ombligo de la dignidad y la soberanía Latinoamericana del siglo XXI, no es un atentado sólo contra Venezuela. Es un atentado contra el gran proyecto integracionista de Latinoamérica digna y soberana. El intento prolongado de golpe de Estado no es contra Maduro, ni fue contra Chávez, fue y es en contra de las ideas y proyectos emancipatorios de Latinoamérica. Es en contra de los más de 500 millones de hijos/as de la Tierra que cohabitamos en esta región con sueños de dignidad y libertad.
Las huellas del intervencionismo norteamericano son macabras. Quienes aún dudan, miren, en estos momentos, la escalofriante realidad sangrienta que sembró y siembra la perversa política de la muerte norteamericana en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y otros, siempre con el mismo argumento: defensa de la democracia, el progreso, la libertad. Paseen sus miradas por la violenta realidad hondureña post golpe. Hasta los ángeles del cielo lloran al ver tanta sangre y destrucción.
Por eso, por la conciencia y la vocación por la Vida que nos habita, debemos defender a la Venezuela libertaria y digna. Acrecentar nuestras pequeñas acciones de resistencia económica mediante el consumo responsable (no es coherente ser pro vida y consumir productos de la muerte). Activar nuestra resistencia cultural desconectándonos de medios de infotoxicación televisiva como CNN o cualquier otro medio empresarial promotora de la muerte. Sería un suicidio imperdonable seguir optando, en “nuestros países”, por políticos neoliberales, peones de las corporaciones financieras.
Este tiempo sin distancias infranqueables, nos da la oportunidad de convertir nuestra mayoría demográfica en mayoría política y cultural. Si activamos nuestra conciencia y nuestro instinto de auto preservación podemos y debemos vencer todas las estrategias multimillonarias implementadas por los apóstoles de la muerte (1). Somos mayoría numérica, y nos asiste la verdad y la razón. Si abandonamos Venezuela, mañana vendrán por nosotros/as. Y, ellos (norteamericanos desinformados) seguirán preguntándose como hace 13 años atrás: ¿Por qué nos odian tanto?
Notas:
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*Ollantay Itzamná, indígena quechua. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir “Solo nos dejen decir nuestra verdad”