Los yanomami están distribuidos en los estados Amazonas y Bolívar. Foto: IVIC |
... con la sociedad criolla
La investigadora del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), galardonada con una mención honorífica del Premio Municipal de Literatura Luis Britto García 2013 por su libro sobre este pueblo originario, recalca que un tema pendiente es la demarcación territorial; también, detener la minería y mejorar la atención en salud.
Por Vanessa Davies
Correo del Orinoco, 29 de octubre, 2013.- Del Alto Orinoco se dice que se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale. La antropóloga Hortensia Caballero lo experimentó en carne propia. Más aún: se podría decir que su corazón entró al Alto Orinoco y nunca salió, porque el amor a primera vista que sintió por las y los yanomami nunca se fue.
La primera comunidad que visitó del Alto Orinoco fue Platanal, hace varias décadas ya. De Platanal se movilizó mucho más adentro, a pesar de las dificultades para acceder a la zona (las del pasado y las del presente). “La primera experiencia es bastante fuerte”, admite, y “uno siente lo que llaman los choques culturales”, porque una cosa es esperar la diferencia y otra, vivirla. No fue solo el idioma, sino la costumbre de este pueblo indígena de tocar para conocer. “Esa diferencia cultural lo que hizo fue enamorarme de la idea de conocer un poco más una cultura tan diferente”.
Aunque ha visitado los pueblos indígenas warao, pemón y kariña, siguen siendo los yanomami los dueños de su pasión. “Son únicos, por su manera de actuar, su manera de relacionarse. Son un pueblo muy decidido”, con un gran arraigo y una gran vitalidad, describe Caballero, del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
La investigadora convirtió su amor en palabras: escribió el libro Los yanomami, de la Fundación El Perro y la Rana, que fue reconocido una mención honorífica del Premio Municipal de Literatura Luis Britto García 2013.
En el texto materializa su esfuerzo de muchos años por tratar “de presentar al yanomami como alguien contemporáneo a uno, y no como el antiguo primitivo, discurso que todavía está presente en la literatura y en colegas antropólogos que, de alguna manera, tratan de presentar al yanomami en la Edad de Piedra”.
Foto de María Isabel Batista
- ¿Cuál es el retrato del yanomami contemporáneo?
Es el yanomami que está en el shabono y al mismo tiempo puede estar en Puerto Ayacucho hablando sobre la situación de salud, buscando la manera de interactuar con la sociedad nacional; es el yanomami que se traslada por el Orinoco para buscar sus diferentes recursos, bien sean en La Esmeralda o en Puerto Ayacucho.
Es, complementa, “el yanomami que está en la escuela, que está estudiando, que está aprendiendo el español y al mismo tiempo está reforzando su conocimiento en su propio idioma. Ese es el yanomami contemporáneo; es el indígena actual que está en ese constante ir y venir, en ese diálogo intercultural que a veces es un diálogo un poco duro, difícil, arduo, pero al mismo tiempo es inevitable”.
Caballero argumenta que algunos sectores -especialmente en el exterior- sostienen la idea de que el yanomami “se tiene que mantener prístino”, intocable. Lo vincula con lo que algunos autores llaman “la nostalgia imperialista”, porque se quisiera perpetuar a las y los indígenas en su mundo “pero realmente eso es imposible”.
Por ejemplo, en un encuentro reciente en Puerto Ayacucho la antropóloga se encontró con yanomami que tenían celulares, y que los usaban para grabar sus bailes. “Eso es estupendo. Eso es que está consciente de quién es y sabe que el baile yanomami también tiene un valor”, argumenta. “Las culturas son dinámicas, y ellos están en una fase muy dinámica” en la que, incluso, ya no son los filmados sino que graban a los otros.
Identidad fuerte
Sus actividades como antropóloga y los eventos que organizó con la Fundación Venezolana para la Investigación Antropológica la ataron aún más a los yanomami en el pasado. Bregó, en los años 90, para que cuando se crearan la Reserva de Biósfera Alto Orinoco-Casiquiare y el Parque Nacional Parima-Tapirapecó las pobladoras y los pobladores fueran tomados en cuenta.
La relación sostenida con este pueblo la lleva a dictaminar que es muy especial. “Una de las particularidades, por ejemplo, es que su lengua, su idioma es independiente. No hay relación del idioma yanomami con otro grupo lingüístico”, señala.
Es “un pueblo muy antiguo”, dice Caballero. Aun cuando “comparte una serie de prácticas comunes con otras poblaciones amazónicas indígenas, como sus actividades de cacería, pesca, recolección”, la realidad es que “cada pueblo es distinto”.
Caballero analiza que las transformaciones culturales para los pueblos indígenas son inevitables. “Hay cambios que se contemplan, que son esperados, como el uso de cierta tecnología”, refiere. Cuando “son cambios que generan transformaciones drásticas, como la vergüenza étnica, el rechazo a la identidad” pueden provocar resultados desastrosos, advierte. Lo que observa con los yanomami es que “siguen manteniendo esa identidad, siguen manteniendo esa integridad cultural, siguen manteniendo esas prácticas” que los caracterizan.
Sería motivo de preocupación si dejaran sus costumbres, si abandonaran su lengua y sus ceremonias, si el hombre no quisiera cultivar. “Hasta ahora, ellos están en esa relación, tratando de entender el mundo criollo, el mundo venezolano” en un diálogo intercultural en el que “tratan de entender ese mundo criollo y al mismo tiempo tratan de mantenerse como pueblo yanomami”.
También es cierto que se desplazan a Puerto Ayacucho y están expuestos a las drogas, a la delincuencia, y eso “puede hacer más difícil ese diálogo intercultural con la sociedad criolla”, admite. En este sentido, la científica sugiere buscar mecanismos que permitan a los yanomami resolver sus trámites con mayor facilidad en la capital de Amazonas.
Es difícil generar una relación entre dos culturas, pero no imposible, reitera Caballero. En este empeño ha sido fundamental la escuela intercultural bilingüe del Alto Orinoco, reivindica la antropóloga, que enseña a “revalorizar sus elementos y expresiones culturales”. Los textos que se emplean han sido elaborados por la misión salesiana.
Detalles
En su libro Los yanomami la antropóloga plantea que la de este pueblo originario es una sociedad igualitaria, pero le añade la palabra “relativamente” por la relación con las mujeres. “Existen liderazgos muy concretos, liderazgos carismáticos”, como el que ejerce el shamán. Las decisiones se toman “desde un punto de vista familiar”, añade; no hay imposiciones. “En las noches ellos tienen una expresión de diálogo, el patamou, en la que un líder, en la noche, dice que mañana hay que arreglar el conuco, limpiar el shabono”, pero no lo hace “de una manera impositiva, sino desde su hoguera”.
Pero la relación con las mujeres no es horizontal, sentencia. “No es casual que se diga que los yanomami practican la guerra, sobre todo, para la consecución de las mujeres. Se ha exagerado sobre eso, pero al mismo tiempo no quiere decir que no ocurra”, comenta.
De acuerdo con su análisis, hay una complementariedad de los roles entre mujeres y hombres; las primeras crían a los niños, traen leña para el fogón, y los segundos cazan y limpian el conuco, por ejemplo. “Sí hay cierta desigualdad, porque la mujer, en el momento del matrimonio, no tiene mayor poder de decisión”, y la última palabra generalmente la pronuncian “los parientes cercanos masculinos por el lado de la muchacha”. El pretendiente, como parte de las costumbres, tiene que cumplir con el servicio marital y ganarse a la familia de la novia.
Minería y salud
La minería era una espada de Damocles para los yanomami hace 20 años y lo sigue siendo en el presente. Caballero estuvo recientemente en Puerto Ayacucho y escuchó que en el Alto Ocamo hay actividad: “que han visto bateas, que han visto materiales, que han escuchado que los mineros han estado en esa zona”. Por ello, asegura, “la amenaza de la minería está presente”, y especialmente en las zonas donde hay poco acceso. La antropóloga propone hacer evaluaciones reales, con gente de la zona, con los mismos yanomami “y que no sea algo tan rápido” porque no hay manera de verificar qué sucede realmente en apenas uno o dos días.
La actividad minera, además del impacto ecológico que causa por la contaminación de los cursos de agua, es un riesgo también para la vida, y la mejor muestra de ello es la masacre de Haximú (garimpeiros asesinaron a 16 indígenas). “Es un problema de control: si los garimpeiros llegan y los yanomami no hacen lo que ellos les dicen que tienen que hacer”, puede ocurrir un etnocidio. Desterrar la minería “es un problema de supervivencia” para los yanomami.
La salud es otro tema pendiente, agrega Caballero, porque hace varios años se creó el plan de salud yanomami pero, en su opinión, ha perdido fortaleza y especificidad. Recuerda que la zona tiene características muy especiales: aislamiento muy grande, casi 45 mil kilómetros cuadrados de extensión, más de 200 comunidades, la presencia de diversas afecciones (como malaria, afecciones gastrointestinales); por tal razón, insiste en que lo que se haga debe tener continuidad. Hay zonas, como Mavaca y Ocamo que cuentan con médicas y médicos, pero el acceso a medicinas y personal de salud no debería limitarse a las áreas más pobladas, indica.
Gran demarcación
La antropóloga cita, igualmente, la demarcación de tierras indígenas como un asunto al que no se le debería dar largas. “Hemos hecho por lo menos cinco talleres en el Alto Orinoco” en los que se han abordado los avances de la Constitución y las leyes indígenas, remarca. Pero, más allá de eso, los propios yanomami han planteado que quieren que se reconozcan sus tierras.
“¿Cómo se puede hacer eso?”, interroga Caballero. Con base en su experiencia, la de otros antropólogos, la de los salesianos que tienen años en la zona, ofrece una respuesta: tomar en cuenta la demarcación del Parque Nacional Parima-Tapirapecó, para que toda su extensión “sea el territorio yanomami”. Hasta el momento “no hay nada que vaya en contra de esta consideración”, asegura, ya que las coordenadas están determinadas y solo habría que anexar el Parque La Neblina, donde también hay población yanomami.
Lo importante es que, “a diferencia de otros pueblos indígenas, todo esto está en una reserva de biósfera”, figura que contempla no solo el manejo de los recursos sino a las poblaciones locales. Los yanomami están de acuerdo con la propuesta, expresa Caballero.
El pueblo, con la demarcación, “ganaría el reconocimiento de su tierra”, destaca la antropóloga. En la actualidad hay dos municipios con población yanomami que divide el territorio del pueblo originario, puntualiza. En cambio, “el parque reúne la mayor concentración de comunidades que se ubican en ese territorio”, y obedece a otra lógica.
Según sus estimaciones, el pueblo yanomami está integrado por unas 12.500 personas, pero si se cuentan otros (como el sanemá) la gran familia yanomami estaría integrada en Venezuela por unas 15.500 personas, y por más de 20 mil en Brasil.
Un libro para contar quién es el yanomami hoy en día
Como todos los libros, el texto Los yanomami, de la Fundación El Perro y la Rana, tiene su historia. Hortensia Caballero relata fue una invitación de la oficina de enlace con las comunidades y pueblos indígenas del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. “Hace unos siete años me llamaron porque estaban preparando esta colección, e invitaron a varios antropólogos que trabajan con diferentes pueblos indígenas y a mí me invitaron para escribir sobre los yanomami”, relata. La convocatoria “fue gratamente aceptada”.
Caballero refiere que el texto era para público general, lo que le pareció muy positivo, porque no se trataba de elaborar una etnografía para antropólogos sino de hacer un material que, son perder la rigurosidad, fuese sencillo.
La antropóloga agradece la buena acogida que ha tenido el texto. Es la primera vez que escribe para público general sobre los yanomami, porque anteriormente su esfuerzo había estado dirigido hacia los trabajos “duros”.
El libro presenta aspectos sobre la mitología, organización social y territorio del pueblo, y hace un esfuerzo para mostrar al yanomami hoy día. Es decir, el indígena que “si bien practica sus tradiciones shamánicas, va al conuco y aplica sus costumbres, al mismo tiempo está hoy día tratando de lidiar con la demarcación de tierras, que tiene problemas de salud, que está en esa relación constante con la sociedad nacional”.
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Fuente: Correo del Orinoco, publicado el 27 de octubre de 2013: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/yanomami-contemporaneo-mantiene-su-identidad-dialogo-intercultural-sociedad-criolla/