En Sri Lanka se redescubren antiguas reservas para usarlas en el combate al cambio climático. Crédito: Amantha Perera/IPS.
Por Amantha Perera
IPS, 12 de agosto, 2013.- La vida puede ser dura para una viuda con hijos pequeños en las zonas agrarias pobres de Sri Lanka. Las familias de áreas apartadas como Anuradhapura, en la Provincia Norcentral, a duras penas se ganan la vida cultivando arroz o verduras despejando a la vez la vegetación de una jungla, procedimiento conocido como “jena”.
Se desloman realizando ambas tareas bajo el sol abrasador, pero trabajar en el jena puede poner a prueba la resistencia física incluso de quien está en mejor forma. Cuando falleció el esposo de Seelawathie, hace algunos años, ella no tuvo más opción que dedicarse a esta modalidad agrícola si quería alimentar a sus cinco hijos y comer ella misma.
Rápidamente se dio cuenta de que no estaba a la altura de la tarea. Entonces su padre le dio cuatro predios para cultivar arroz en forma tradicional. El problema del arroz es que requiere grandes cantidades de agua para obtener una buena cosecha, mientras que los cultivos mediante el jena pueden sobrevivir a sequías prolongadas.
Afortunadamente para Seelawathie, una antigua reserva de agua cerca de su aldea de Kandawe, en la Provincia Norcentral, demostró ser útil. Su esposo cultivaba con el procedimiento jena, así que el agua de la reserva le importaba poco. Pero cuando Seelawathie empezó a trabajar en los predios arroceros, el agua irrigada desde la reserva se volvió crucial.
Esas reservas fueron cavadas y creadas por antiguos reyes srilankeses. La mayoría se hicieron solo para brindar agua a las aldeas que las rodeaban, aunque también hay varias grandes.
Desempeñaron un rol vital en la economía agraria antes de que la alterara la introducción de cultivos comerciales por parte de los primeros colonialistas europeos a partir del año 1500.
Originalmente, los aldeanos usaban las reservas para almacenar agua durante las lluvias, a fin de emplearla durante la temporada seca para los cultivos, especialmente el arroz. “Fue un obsequio de Dios para mí”, dijo Seelawathie.
El tanque de agua le permitió continuar cultivando arroz porque el líquido estaba disponible todo el año.
Miles de esas reservas centenarias están dispersas por las áreas secas pero ricas en agricultura del país, principalmente en las provincias Norteña, Norcentral, Noroccidental, Oriental y Sureña.
Investigadores señalan actualmente que las mismas pueden ser herramientas efectivas contra los fluctuantes patrones de lluvias causados por el cambio climático.
Una investigación del Instituto Internacional de Manejo del Agua (IWMI, por sus siglas en inglés) en Colombo concluyó que estas reservas puedan usarse no solo para guardar el líquido para la temporada seca, sino también para desviar el excedente durante las inundaciones.
Nishadi Eriyagama, ingeniera de recursos hídricos en el IWMI que ha trabajado en las reservas, dijo a IPS que estos tanques, si se mantienen adecuadamente, pueden convertirse en la principal fuente de agua para aldeanos como Seelawathie, al tiempo de proteger sus cultivos, sus propiedades y sus vidas en casos de inundaciones.
En los últimos años, inundaciones y sequías han devastado por igual a los cultivos de arroz de Sri Lanka. A comienzos de 2011, la mayor parte de la cosecha se perdió por culpa de las inundaciones. El año pasado, una sequía de 10 meses redujo entre seis y 10 por ciento la cosecha.
No solo las pérdidas nacionales de cosechas crecen. La mayoría de las víctimas de las inundaciones y las sequías proceden de la zona seca azotada por la pobreza, y a duras penas se ganan la vida con la agricultura. Una cosecha perdida puede ser un golpe importante; dos en poco tiempo pueden ser una catástrofe.
El rastro de indigencia que dejan los eventos meteorológicos extremos fue prolongado en los últimos dos años.
La Cruz Roja de Sri Lanka estima que 1,3 millones de personas resultaron afectads por la sequía. En enero de este año, el gobierno y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) realizaron un relevamiento en 10 de los 18 distritos impactados por la sequía y las inundaciones.
De los 557.000 consultados, 75 por ciento padecían una severa inseguridad alimentaria o estaban al borde de ella. Más de 172.000 personas, o 31 por ciento del total, la sufrían en grado severo.
Y cerca de las tres cuartas partes de los impactados por las inundaciones dijeron haber sido gravemente afectados por la sequía. Hasta que los cielos se abrieron.
“Una evaluación de los impactos reportados de los desastres naturales durante los últimos ocho años señala una tendencia de mayor frecuencia de los eventos”, advirtió la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su último Boletín Humanitario sobre Sri Lanka. En los últimos dos años, más de 2,6 millones de personas resultaron afectadas por desastres naturales, planteó el foro mundial. Eso equivale a más de la décima parte de una población de poco más de 20 millones de habitantes.
El impacto puede estar aumentando, no así la asistencia del exterior para aliviarlo. En enero de este año, el PMA tuvo que suspender un programa destinado a ayudar a las 172.000 personas que se estima padecen severa inseguridad alimentaria porque no tenía suficientes fondos.
“Vemos que el tiempo cambiante tiene algunos impactos drásticos y necesitamos llegar rápidamente a soluciones generadas localmente”, dijo L.P. Rupasena, subdirector de investigaciones en el Instituto Héctor Kobbekaduwa de Investigación y Formación Agraria en Colombo, en diálogo con IPS.
Rupasena coincidió con los investigadores del IWMI en que, para cumplir con el desafío que plantean los cambiantes patrones climáticos, países como Sri Lanka tienen que buscar soluciones en su interior. “No hay tiempo para esperar que las soluciones lleguen de otra parte; tenemos que trabajar en ellas de inmediato”, dijo.
Esos programas de la sociedad civil pueden implicar revivir tradiciones ancestrales que se dejaron de lado, como las antiguas reservas. Nadie sabe exactamente cuántas hay, pero su importancia para la agricultura fue reemplazada por el énfasis en las grandes redes de irrigación, especialmente desde fines de los años 70.
Eriyagama dijo a IPS que algunos de los tanques fueron abandonados. En la última década hubo esfuerzos esporádicos para repararlos pero, según la investigadora, lo que se necesita es un esfuerzo concertado para recuperar la posición que disfrutaron en el pasado.
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