El sitio arqueológico de Moray, en el Cusco, una estación biológica experimental que servía para domesticar, aclimatar e hidridar especies silvestres que han sido adaptadas para el consumo humano. Foto: Jorge Agurto
Por Rodrigo Arce Rojas
27 de mayo, 2013.- En un momento en la historia donde concurren diversos tipos de crisis como la económica, la crisis ambiental, la crisis climática, la crisis política cabe preguntarse como sociedad qué tanto hemos sido eficaces y eficientes en implementar el concepto de desarrollo sostenible.
Reconocer objetivamente si el carácter ideal y movilizador del desarrollo sostenible ha logrado que desarrollemos e implementemos alternativas que consideren las variables del desarrollo sostenible en condiciones equitativas o si hasta ahora ha primado la concepción economicista en desmedro de consideraciones ambientales y sociales.
En Río+20 los pueblos indígenas del mundo plantearon que se incorpore explícitamente la dimensión cultural como parte de los componentes del desarrollo sostenible y aunque no se logró este cometido dejó mucha reflexión en el camino y queda como una agenda pendiente. Esta propuesta no es gratuita porque mucho de los conflictos socioambientales que se verifican en la Región Andina finalmente tienen que ver con diferentes cosmovisiones, diferentes formas de entender y vivenciar lo que significa desarrollo y calidad de vida.
El concepto de economía verde aparece como un intento de saldar las cuentas en cuanto a la subestimación de consideraciones ambientales y sociales pero que en la práctica no logra resarcirlo en tanto se mantienen los mismos principios económicos y entendimiento de desarrollo y bienestar. Habría que preguntarse si en realidad se pretende que la economía verde sustituya al concepto de desarrollo sostenible o se pretende que en la calificación de economía verde sostenible se satisfaga discursivamente a los críticos mientras que el espíritu de crecimiento ilimitado se mantenga con nuevos ropajes y maquillajes. No se niega los grandes esfuerzos por encontrar nuevas alternativas de una economía más sensata, la pregunta es si será suficiente.
Llama la atención que en medio de todas estas discusiones el derroche todavía forme parte del modelo de crecimiento ilimitado. Solo por citar un caso podríamos señalar el tema del desperdicio de alimentos en el mundo llamado desarrollado. Estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – (FAO; 2012a) señalan que aproximadamente un tercio de las partes comestibles de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia, lo que representa alrededor de 1 300 millones de toneladas al año.
El estudio especifica que:
“los alimentos se desperdician a lo largo de la cadena de suministro de alimentos, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en el hogar. En los países de ingresos altos y medianos, los alimentos se desperdician en gran medida, lo que significa que se tiran incluso si todavía son adecuados para el consumo humano; no obstante, los alimentos también se pierden y desperdician al principio de la cadena de suministro de alimentos”.
Esto es inconcebible en un momento en que 1000 millones de personas padecen hambre en el mundo, además un consumo de alimentos caracterizado por la dilapidación conducirá a una demanda insostenible de recursos naturales (FAO, 2012b).
Aunque las estadísticas puedan dar cuenta de indicadores de pobreza en el mundo andino es importante señalar los conceptos de desarrollo sostenible (llamado buen vivir o vivir bien) que se encuentran todavía vigentes en la cultura andina. Es honesto reconocer que muchos de estos elementos se conservan en mayor o menor medida debido a factores de aculturación. No obstante conocer y entender estos principios pueden ser valiosos aportes a la conceptualización del desarrollo sostenible. Ingresemos pues al corazón de la cultura andina expresado en las chacras y en la gran riqueza en agrobiodiversidad.
Algunos principios de la cultura andina recogidos por Urrunaga (2006) son:
- Principio holístico: mirada totalizadora y humana de las personas y de su entorno
- Principio de reciprocidad: entre personas y entre éstas y la naturaleza por lo que son merecedoras de respeto
- Principio del sincretismo: que implica la apertura para incorporar nuevos elementos de patrones culturales que ofrece la modernidad
- Principio de fitolatría: algunos componentes florísticos del ecosistema son sujetos de especial atención por sus cualidades y/o potencialidades
- Principio de renovación y purificación: puesto de manifiesto en el “pago o despacho” que implica la necesidad de realizar una serie de manifestaciones a través de rituales y ceremonias que reestablezcan la transgresión de las interrelaciones de los componentes de los agroecosistemas con sus deidades
- Principio de complementariedad: que alude al mantenimiento del equilibrio, la armonía y la perfección entre las especies a través de permanentes flujos energéticos o de interacción.
Rengifo (2004) al caracterizar la los aspectos culturales de la chacra andina señala tres aspectos resaltantes: i) la relación entre los cultivadores y los cultivos es de persona a persona, ii) las prácticas agrícolas son profundamente rituales, y iii) existe una conversación fina y de detalle con la naturaleza para realizar labores agrícolas oportunas.
Rengifo y colaboradores (2006) refieren que el concepto de chacra no solo está asociado al lugar donde se crían o cultivan plantas de interés humano, sino a todo espacio donde crío y soy criado, pues chacra no solo tienen humanos, sino la naturaleza y las deidades.
Por su parte, Revilla (2006) señala que en la chacra andina la afectividad prevalece frente a la racionalidad, donde el sentimiento de lo comunal predomina frente al individualismo, donde el hombre sigue siendo parte de la naturaleza.
La diversidad de actividades agrícolas constituye una estrategia de supervivencia de las comunidades andinas, donde la escasez de tierras agrícolas es una gran limitante. La conservación in situ, desde el punto de vista campesino, es la garantía de su seguridad alimentaria mínima y la garantía de obtener alimentos, sin pasar por el mercado, sin que ello signifique negarlo (Cuba y colaboradores, 2006).
Entender entonces que en la cultura andina no se cosifica a los alimentos es clave. Al reconocer y sentir a los cultivos como personas – al igual que la lluvia o la granizada o incluso las “plagas” - entonces se le respeta y por lo tanto no cabe el desperdicio de alimentos. Ello explica también el desarrollo en la tecnología de conservación de alimentos (papas deshidratadas, carne seca salada, entre otros) cuyo fin no es solo es de gestión de los excedentes sino expresión de respeto. ¿Podemos valorar lo que significaría entre el mundo occidental incorporar el respeto a los alimentos y cultivos?
Ahora que hemos comprendido que la gestión de riesgo de desastres no solo refiere a entender una perspectiva biofísica y de respuesta sino a la forma cómo funcionamos como sociedad, ahora que hemos comprendido que el cambio climático da cuenta del modelo civilizatorio que nos hemos inventado, los elementos de la cultura andina, ofrecen interesantes alternativas filosóficas y conceptuales para resignificar el desarrollo sostenible, para que en verdad contribuya a una mejor interrelación entre la sociedad y la naturaleza.
Bibliografía citada:
Cuba, Amalia; Cornejo, Carlos y Ortega, Ramiro. Sistema de monitoreo de la conservación in situ. Proyecto Conservación In Situ de Cultivos Nativos y sus Parientes Silvestres. Lima, 111 p.
FAO, 2012a. Pérdida y desperdicios de alimentos en el mundo. Alcances, causas y prevención. Jenny Gustavsson; Christel Cederberg; Ulf Sonesson (Swedish Institute for Food and Biotechnology (SIK) Gothenburg, Suecia) y Robert van Otterdijk, Alexandre Meybeck (FAO, Roma, Italia). 42 p.
FAO, 2012b. Huella del despilfarro de alimentos. Contabilidad ambiental de las pérdidas y desperdicio de alimentos. 8 p.
Rengifo, Grimaldo; Figueroa, Cecilia; Fries, Ana; Otero, Rodrigo y Valladolid, Andrés. 2004. Proyecto Conservación In Situ de Cultivos Nativos y sus Parientes Silvestres. Lima, 157 p.
Rengifo, Grimaldo. 2004. Saber local y conservación in situ de plantas cultivadas y sus parientes silvestres. Kawsay Mama. Madre Semilla. Proyecto In Situ. PRATEC. Lima, 32 p.
Revilla, Luis. 2006. Sistematización sobre organizaciones tradicionales para la conservación de los cultivos nativos. Proyecto Conservación In Situ de Cultivos Nativos y sus Parientes Silvestres. Lima, 53 p.
Urrunaga, Rosa. 2006. Conocimientos, prácticas e innovaciones asociadas a parientes silvestres. Proyecto Conservación In Situ de Cultivos Nativos y sus Parientes Silvestres. Lima, 88 p.
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* Rodrigo Arce Rojas es Ingeniero Forestal, consultor forestal y facilitador de procesos sociales. Su correo electrónico es [email protected] y su celular el 01-975597896.