Mocase, 14 de marzo, 2013.- El sueño de dar nacimiento a una universidad campesina está próximo a concretarse. Sobre la ruta 9, a 4 kilómetros de Ojo de Agua, en Santiago del Estero, se encuentran las 12 hectáreas de la Universidad Campesina “Suri” (Sistemas Universitarios Rurales Indocampesinos), proyecto del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI)
que se propone “generar un espacio de formación para el pueblo, y a que sea un proyecto a futuro para la humanidad”, tal como afirmó Adolfo Farías, del área de formación educativa del MNCI.
Allí, entre el 2 y el 6 de marzo se llevó a cabo un curso teórico-práctico de construcción con fardos de paja que contó con 54 participantes y permitió no solo dar inicio a los talleres en la universidad sino también avanzar con la construcción de los primeros dormitorios. El edificio, de 200 m2, tendrá capacidad para cuarenta alumnos y posibilitará iniciar las clases de los primeros cuatro itinerarios pedagógicos: Agroecología, Derechos humanos y territorio, Comunicación popular y Música popular.
Un camino latinoamericano
Farías explicó que el sueño comenzó hace más de veinte años, cuando el Movimiento Campesino de Santiago del Estero comenzó su consolidación. “Desde nuestro nacimiento hubo hombres y mujeres que pensaban en temas estratégicos respecto de la educación. En primer término nos propusimos hacer una escuela para formar a nuestros campesinos, porque en aquella época la realidad que vivíamos es que no había educación en el campo, una educación que respetara nuestra historia y nuestra cultura, y que también formara maestros campesinos. Y después de mucho intercambio y diálogo en el movimiento, dimos nacimiento a una de las primeras escuelas de agroecología, en Quimilí, Santiago del Estero”.
A nivel nacional, y ya dentro del MNCI, se continuó con una segunda escuela en Mendoza y más tarde con otras en Córdoba. “El proyecto se fue fortaleciendo, y la idea de la universidad estuvo siempre presente. Cuando nos incorporamos a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones de Campo (CLOC), ensayamos una estrategia de lucha contra el capitalismo y el imperialismo y decidimos multiplicar la formación. Para eso necesitábamos desarrollar prácticas que rompieran con la concepción de que sólo teníamos que hacer las cosas para nosotros o para nuestros militantes, y así nació la Escuela Latinoamericana de Agroecología en Río Grande do Sul, Brasil. Luego fue el turno del Instituto Técnico Paulo Freire, en Venezuela, más tarde uno en Paraguay, y un cuarto en la Amazonía”, comentó el representante del área de formación.
Farías añadió que la UNICAM Suri se encuentra en el mismo camino de dicha estrategia. “La Universidad tiene que ser un lugar donde ante todo podamos desarrollar compañeros con pensamiento crítico, desarmar el dogmatismo, y que ellos luego puedan elegir qué hacer de sus vidas”.
Una técnica centenaria
La arquitecta Isabel Donato, de fundación ProEco San Miguel y a cargo de la obra junto con el equipo del Grupo Tierra Morena, sostuvo que “apuntamos a construir el conocimiento con la gente, y también con los profesionales, porque nosotros somos los responsables de los desastres ambientales más importantes. La UNICAM es una nueva forma de construir porque se propone generar una universidad con el pueblo”.
La especialista, que fue una de las promotoras del Ecobarrio Villasol en Salsipuedes, Córdoba, que consta de 23 viviendas construidas íntegramente de manera ecológica, indicó que este tipo de estructuras se realizan desde la aparición de la máquina enfardadora, a fines del siglo XIX, y que también son muy duraderas. “Hay casa de 1903 que hoy siguen en pie. Y desde el punto de vista climático son muy buenas, tanto para aislar el calor en verano como conservarlo en invierno”, afirmó.
Asimismo, se refirió a los temores más habituales en materia de construcciones con fardos: “Si bien está el preconcepto de que el fardo se puede quemar, en realidad no hay chances de que entre en combustión porque está revestido y adentro no hay oxígeno. Respecto de las vinchucas, sólo hay que ser cuidadosos con los detalles y las terminaciones. Utilizamos borax y ácido bórico para ahuyentarlas, pero de todos modos, si se realizó un buen revestimiento, no entra. Estos dos productos también alejan a los roedores”, agregó.
Paso a paso
Con los cimientos de piedra preparados y las columnas de madera de eucalipto colocadas, el primer ejercicio que hicieron los participantes fue calcular los fardos necesarios por pared y aprendieron a cortarlos para ajustarlos a las dimensiones de la obra. “Se han visto estructuras portantes de 2 y 3 pisos, pero es difícil que un municipio argentino lo apruebe. Sin embargo, si el fardo es utilizado como cerramiento, se pueden hacer veinte pisos, los que sean”, expuso la arquitecta.
La especialista añadió que es importante que la paja esté bien seca, tenga tallo y esté bien compactada. Mientras tanto, algunos asistentes preparaban la superficie para colocar fardos, otros hacían barro para el revoque y un tercer grupo se dedicaba a desarmar pallets (tarimas) para preparar los premarcos que luego comprimirían los fardos y sostendrían las aberturas.
En los descansos el taller también funcionó como un espacio de intercambio de saberes. Así, Aldo, del pueblo Comechingón de Córdoba, presentó una técnica que le enseñó su abuelo para fabricar una maza de madera de una sola pieza a partir de un tronco de Quebracho, o Ana María enseñó a fabricar bolsas artesanales de papel. Los que ya habían realizado experiencias en la construcción natural comentaban sus sugerencias y consejos y mostraban fotos de sus casas.
En sólo dos días la construcción alcanzó los 2,40 metros de altura, y en el tercero se comprimieron los fardos con las tarimas. En la cuarta jornada se hizo una imprimación a base de arcilla, que permite que el revoque se adhiera de la mejor manera, e inmediatamente después comenzó el revoque a mano, preparado con barro, bosta de caballo, arena y paja. Tras el último día de curso, todas las paredes quedaron listas para comenzar con los techos.
“La construcción que estamos haciendo tiene mucho que ver con los ranchos campesinos”, sostuvo Adolfo Farías. “Es una práctica que se realiza hace mucho tiempo, que tiene que ver con las temperaturas, con gastar lo menos posible y con utilizar lo que tenemos en nuestro lugar para construir. El fardo es también utilizar la biomasa, que muchas veces se usa para biocombustibles. Nosotros, por el contrario, las vamos a usar como alojamiento para vivir", concluyó.
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Fuente: MOCASE - Via Campesina: http://mocase-vc.blogspot.com.ar/2013/03/p-margin-bottom-0.html