- Entrevista a Raúl Teteye, director del colegio de La Chorrera, por Alberto Chirif.
19 de enero, 2013.- En octubre de 2012, en La Chorrera, río Igaraparaná (Colombia), se realizó un encuentro histórico que reunió indígenas de diversos pueblos que fueron afectados por la barbarie del caucho a fines del siglo XIX e inicios del XX. El evento fue titulado “Los hijos de del tabaco, la coca y la yuca dulce”, mencionando así tres productos centrales para los pueblos involucrados que hoy habitan en territorios de Colombia y Perú y, en menor medida, de Brasil: Bora, Huitoto, Ocaina, Nonuya y otros.
Presentación de una de las delegaciones asistentes al evento de la Chorrera, en octubre de 2012. En la mesa, al centro, con camisa blanca, el profesor Raúl Teteye, director del colegio.
Tuve el honor de ser invitado a participar en esa reunión que aproveché para realizar una serie de entrevistas. Hace pocos meses difundí, por este mismo medio, la conversación que sostuve con los artistas Santiago y Rember Yahuarcani, huitotos del Perú que asistieron al encuentro y trabajaron un hermoso mural que ha quedado en La Chorrera como recordatorio del evento. Antes, con Manuel Cornejo, del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, escribimos una crónica en la que narramos el desarrollo del encuentro.
Presento ahora la entrevista que le hice al profesor Raúl Teteye, director del colegio secundario de La Chorrera. Durante varios momentos del evento, que se prolongó durante una semana, el profesor Teteye se refirió a la conversión que habían realizado las organizaciones indígenas de la zona, al haber transformado en un colegio lo que fue una de las sedes de la empresa cauchera causante de las masacres, la Peruvian Amazon Company. El aludió a esta conversión señalando que lo antes fue un lugar de terror y matanza era ahora una casa del saber. Con esta misma lógica habían asignado una nueva función al antiguo calabozo: ahora es el almacén de alimentos del internado.
En esta entrevista el profesor Teteye habla acerca de cómo consiguieron que las tierras que habían pertenecido a la empresa les fueran reconocidas y tituladas a los indígenas como resguardo y de las gestiones que hicieron para que el Estado colombiano cree el colegio en el que actualmente se educan cientos de muchachos de ambos sexos y de diversas identidades étnicas. Habla también sobre los problemas que tuvieron, en un pasado cercano, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las Farc. Finalmente, hace una mirada crítica sobre las contradicciones que enfrentan las sociedades indígenas a raíz del cambio de sus patrones asentamiento, que hoy implican mayor densidad demográfica y permanencia de la población en un lugar determinado. En esta conversación toca también el tema que es central a su profesión: la educación y la propuesta pedagógica que están desarrollando.
Frontis de la casa central, la otrora sede de la Peruvian Amazon Company.
La historia del colegio
Esta casa se inició con la compañía cauchera, y las actividades de esa casa son pues conocidas. Una vez que sale la compañía, el gobierno colombiano se la entrega a la misión de padres Franciscanos Capuchinos Catalanes. Ellos la reciben y el objetivo era hacer de esta casa un orfelinato. Eso fue por el año 1933 o 1934. La reciben y aquí con ayuda del gobierno ponen un lugar para que vengan algunos alumnos indígenas. Se conoce que fueron apenas 12 muchachitos los que vinieron inicialmente. Ellos fueron los primeros estudiantes de aquel entonces y así se fue conformando esto como una escuelita para atender a los que quedaban de las acciones de la Casa Arana(1).
El primer censo que se levanta para La Chorrera arroja una población de 162 personas, incluyendo varios no indígenas, por ahí unos cuatro porque estaba el corregidor y algunas hermanas que no eran indígenas. Con todo eso solo dio unas 162 personas. El hecho, pues, es que solo quedó muy poquitico (después de la época del caucho). Eso era la población que correspondía solo al área de La Chorrera, sin incluir la de El Encanto ni Araracuara, pero sí la del río Cahuinarí.
Bueno, esa casa funcionó como una escuelita, como una misión capuchina para enseñar religión. Eso es lo que más se enseñó. Esto funcionó aquí hasta el año 59, 58. Como esto es una parte inundable, entonces se cansaron de las inundaciones y se trasladaron. Desvalijaron la casa con lo que servía, que eran tejas y vigas, que se llevaron a la nueva construcción que es la que queda arriba donde están las palmeras, al otro lado del río.
Vista de uno de los pasillos laterales de la casa. Sobre la derecha, la puerta de los que antes fuera calabozo de torturas y ahora es almacén de los alimentos para atender a los alumnos del internado.
Ahí se trasladaron, ahí se hizo el internado que está ahí en estos momentos. Ahí continuó la escuela y esto se abandonó totalmente. Esto quedó solamente como un potrero para tener unas vaquitas. Después se quitaron las vaquitas y quedaron unos marranitos, se quitaron los marranitos y a esto definitivamente se lo tragó la selva nuevamente. Luego del 58 hasta el 86 son bastantes años, y en pocos años la selva varias veces se lo tragó. Algunos que venían aquí quitaban las malezas, los árboles que ya crecían sobre esto, y así fue hasta el 86.
Más adelante, el Banco Agrario acordó pagar a nombre de Colombia la indemnización de US$ 200 000 que pedían los Arana por sus inversiones en el Putumayo. Luego el Banco fue liquidado y fue la Caja Agraria quien terminó de hacer el pago en 1964, quedándose con los bienes y la administración del “Predio Putumayo”, como se llamó a esta propiedad de cerca de seis millones de hectáreas. La Caja, dándose cuenta que había tanto territorio, quiso hacer presencia en su finca. En 1986 vino para reconstruir la casa. Quería vender la tierra a inversionistas. Ahí los indígenas nos dimos cuenta de que estábamos viviendo en una propiedad privada, y a la par que ellos iban reconstruyendo esto, pues nos pusimos a la tarea de buscar la manera de cómo rescatar la tierra y conservar la propiedad a favor nuestro. Nos dinos cuenta en ese momento que hasta esa fecha no sabíamos muy bien qué era la organización, los cabildos y los resguardos de tierras. Nos dimos a la tarea de leer sobre esto y nos organizamos para cuidar.
Eso fue recién a partir de 1986 cuando se hizo la convocatoria a las comunidades indígenas desde Leguízamo hasta cerca del Tarapacá, por entre los dos ríos, el Caquetá y el Putumayo, y efectivamente la gente respondió sin tener presupuesto. Ahora hay reuniones con mucho presupuesto. Allá, de su cuenta propia hicimos dos congresos en el 86 y en el 87, reuniendo a gente de Puerto Alegría, El Encanto, Puerto Santander, Araracuara, Arica y La Chorrera, lógicamente. Nos reunimos con ayuda de gente externa. Abogados de Bogotá. Afortunadamente en ese momento estaba con nosotros el padre Daniel Restrepo, un paisa que nos apoyó mucho. Con la ayuda de muchos se hizo también el trabajo en los mismos dos años que duró la reconstrucción. Cuando iba terminando la recontrucción se iba también leyendo el decreto de constitución del resguardo indígena “Predio Putumayo”, que de los cinco millones 800 y tantas hectáreas únicamente le dejaba a la Caja Agraria unas 800 hectáreas aquí, alrededor de esta casa. Ahí se incluyen la pista (de aterrizaje) y algunas áreas más. Entonces ahí la Caja Agraria se desencantó y prácticamente puedo decir que lo abandonó, porque esto lo dejó con un solo celador y se fueron y no volvieron.
El presidente Virgilio Barco firmó el decreto en 1988, reconociendo el mencionado predio como resguardo indígena, como propiedad nuestra. La Caja Agraria no quería ceder esto. La Caja tenía unos proyectos ambiciosos con relación a los casi 6 millones de hectáreas para privatizar y entregar a colonizaciones. Había mucho interés.
La Caja Agraria ya no mantiene las 800 hectáreas. En setiembre del 2005 hubo una reunión, un Consejo Comunitario que hacía el presidente (Álvaro) Uribe. Entonces hubo uno que se hizo para indígenas, y nosotros estuvimos allá. Lo que pedimos fue eso, y efectivamente casi sin saber (el presidente) qué era eso dijo que sí (ríe). Entonces aprovechando ese sí del presidente, nos metimos a las instituciones y logramos que esto se formara, se hiciera la ampliación que llaman ellos.
Avión de Satena llegando a la pista de aterrizaje de La Chorrera, controlada por el Ejército colombiano.
El Ejército y las Farc
Ahora todo esto es de nosotros los indígenas. Hay una base militar. Bueno, aquí en La Chorrera, realmente aun cuando somos indígenas, somos muy gobiernistas, y entre eso pues está la base militar o el Ejército. Ellos vinieron acá y pidieron permiso a las autoridades para la ubicación de una base, y las autoridades indígenas cedieron en comodato un área, y entonces ahí está la base. Eso lo hacemos porque definitivamente la fuerza coercitiva nacional que es el Ejército nos conviene más que otra fuerza. Nos conviene más que un ejército regular que nos vigile. Lo tenemos (al Ejército) un poco lejos porque así creo que debe ser. Es una institución muy… como le puedo decir… muy necesaria para nosotros, pero que tampoco puede estar cerca, no puede interferir.
Para nosotros el Ejército debe cumplir para lo que está hecho, para mantener la soberanía del territorio, pero no debe involucrarse mucho con nuestras actividades. Entonces están allá. En el momento en que en alguna ocasión los necesitamos, los llamamos para algunas cosas internas. Pero para lo que está puesta ahí es para que controle de verdad, de verdad, a la guerrilla. Es decir, para que otras fuerzas no se nos acerquen.
Las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) estuvieron presentes desde 1999, el 25 de diciembre del 99, como hasta el 2003, totalmente controlando, asentados como cuartel, como campamento. Usted se dio cuenta de la historia de la zona de distención que hubo con (el presidente Misael) Pastrana. Las FARC marcaron un área ahí. Realmente no era un área lo que en verdad se hizo. Con base a ese terreno que era oficialmente cedido, se extendió (la guerrilla) para todo el sur de Colombia, toda la Amazonía, casi que llegando a Leticia.
Eso fue un error garrafal de Pastrana. Lo hizo de buena intención, pero seguramente no pensaba eso, pero los otros (las Farc) sí. Se lo comieron. Antes había una basecita aquí. Había una base militar acá, cerca de aquí, por el camino de arriba.
El establecimiento de las Farc fue una etapa muy difícil para nosotros, por decir lo menos. Ellos se establecieron acá con campamentos. En ese tiempo se quitaron los vuelos de Satena. No entraban. Nuevamente la única comunicación que teníamos eran los barcos, y con los barcos para nosotros, pues… A nosotros los vuelitos de Satena nos mantienen en comunicación con Bogotá y Leticia, y por lo menos sabemos de precios de algunas cosas: camisas, esta camisa vale en Bogotá tanto y en Leticia tanto, entonces aquí lo podemos saber, pero cuando uno no tiene esa comunicación, aquí los comerciantes llegan con cualquier pretexto y se subieron los precios. Además, los de la guerrilla aplicaban vacunas aquí, y lógicamente pues que esas vacunas, el precio de esas vacunas se traslada al consumidor final. Todo subió, todo subió...
En Colombia se llama “vacunas” a la plata que cobra la guerrilla. No son vacunas médicas. ¡Ja, ja, ja! No, a nosotros no nos cobraban, pero ya en ese tercer año que estábamos entrando ya nos estaban comenzando a molestar. Al comienzo fue muy sencillo, como muy cordial, pero después nos fue muy difícil.
Afectó mucho nuestra independencia, nuestra autonomía, en mucho, mucho... Por ejemplo, a la gente le hacían asistir a charlas. A varios ancianos que se hicieron los resistentes los sacaron, los amarraron. Los sacaban amarrados de las casas hasta donde estaba la gente y ahí quedaban amarrados en un palo. Sí, fue muy difícil, muy difícil esa época. Es otra parte de la historia que tiene aquí La Chorrera, repitiendo algunos comportamientos de los caucheros.
(Interviene otro profesor: En algunas ocasiones amenazaron a varios profesores, por ejemplo, al profesor Raúl (Teteye) que era uno de los que trataba de hacer bien las cosas aquí internamente. A los mismos indígenas, cuando llegaban ellos (los de la FARC), les comentaban. Ya hasta en una reunión general dijeron que a esos (profesores) los iban a liquidar, mejor dicho los iban a matar.)
No tenían un grupo grande. Había un grupo porque estaban haciendo el avance hacia el sur, el reconocimiento… Tenían aquí un grupo estable, con un comandante, pero tenían otros grupos allá en Arica y más abajo. Pasaba mucha gente de ellos transitando.
Establecidos acá no sé realmente cuántos había. No supimos cuántos eran, pero más o menos eran unos quince, no eran muchos. En el pueblo nunca vivieron, así en casas del pueblo. Siempre dormían allí en el montecito o atrás. No en un solo sitio estaban, una semana o cuatro días aquí, otros cinco allá.
Para alimentarse acudían a los botes, a las lanchas que llegan acá. Ellos tenían que suministrar lo que necesitaban. A nosotros ellos nos compraban, nos podían comprar mullaca (Physalis angulata) y otros productos. A la gente ellos les compraban. “¡Véndame esa gallina! ¡Véndame al precio que fuera”. Según ellos, su intención era ayudar a la población.
Con (el presidente Álvaro) Uribe eso terminó. Sí, apenas como a los tres o cuatro meses de posesionado Uribe, hizo una… no sé cómo se llamaría esa operación, pero fue una operación que corrió tierra, río para arriba, hasta empujarlos desde el Caqueta para el otro lado. Fue un rastrillaje, una operación como de un mes.
El colegio y el resguardo(2) indígena
Cuando llegó la Caja Agraria despeja el terreno, lo limpia, lo arregla, hace todo este segundo piso (de la casa), todas estas cosas que ves acá, está estructura. Cuando la termina, la entrega el 23 de abril del 88, entonces de ahí en adelante definitivamente queda poco trabajo por hacer.
Cuando salió la Caja Agraria esto quedó abandonado, solo con un celador. Toda la infraestructura dejaron. Cuando vino el presidente a entregar las tierras estuvieron reunidos aquí en el balcón y la gente allá abajo. Le pidieron a la primera dama que esto lo convirtiera en un colegio, porque eso era la necesidad de los indígenas porque había mucha población estudiantil y había unos que terminaban quinto (grado) y se iban a la ciudad de Bogotá, a Leticia y a otras ciudades. Para que los indígenas no salieran más de sus territorios entonces le pidieron a la primera dama, a la Milena (Muñoz de Gaviria) que esto dejaran como un colegio para que siguiera funcionando, que no quedara así por así. Entonces ella aceptó. Les dio cien millones para que empezara a funcionar el colegio. Cien millones para la alimentación y para todas las cosas que eran necesarias, y el colegio arrancó en 1994. El 2 de mayo de 1994 empezaron las labores académicas. Eso fue en la época de (Virgilio) Barco. O sea arrancamos esto normalmente hasta la fecha en que estamos. Fueron varios profesores. Primero estaban varios profesores foráneos porque no había suficientes maestros acá, pero todos ellos se fueron renunciando. Se iban a Leticia, a Bogotá, y finalmente quedamos nosotros, todos los profesores indígenas. Todos somos indígenas acá ahora, entre ocainas, muinane, nonuya, están los boras, los huitotos, aimenas.
Fue con (el presidente) Virgilio Barco que esto ya se convierte en resguardo y luego ya en colegio. En colegio se convierte después del 88, que es cuando se entrega el resguardo. Hay un espacio hasta el 94, son como seis años. En esos seis años estuvimos continuamente insistiendo en que necesitamos un colegio, y ya cuando vimos que esto estaba como abandonado le pusimos ahí pues ya con nombre propio. El colegio lo necesitamos y es sobre esta casa ya que prácticamente no tiene oficio. Pero eso ninguno lo entendía hasta que ha entrado (el presidente) Gaviria. Ya se me estaba olvidando su nombre del presidente. Es César Gaviria. La esposa de él que estuvo en una ocasión acá en un fin de semana, ella nos escuchó. Ella desde su posición de primera dama. La Milena, Milena Muñoz de Gaviria. Ella es la que realmente nos consiguió que entráramos aquí a esta casa. Entonces ellos, allá en la esfera de Bogota, buscaron las maneras y maneras para crear el colegio.
Ellos llamaron a Leticia. El Gobernador es el que tiene que crear el colegio. Bueno, el gobernador dijo que si no lo administraba la Iglesia, no puedo crearlo. Entonces llamaron al Monseñor y dijo que sí. Entonces ahí se fue conformando el colegio administrado por los curas, primero por los misioneros, por la Iglesia, y se continúa así. Eso pertenece al obispado de Leticia como parroquia, pero ya no como colegio.
Al inicio del colegio, un sacerdote llamado Julio, Julio Ernesto Uribe, después otro sacerdote Pinedo, después otro sacerdote Luis Alberto, después el otro sacerdote que fue Monseñor en Leticia administrador apostólico, Leonardo Restrepo, y después de él fui nombrado yo como director. La Iglesia no tiene ahora participación en la conducción del colegio ni del internado. Ahí en el internado queda una hermana que es profesora nombrada, pero como profesora, ya no tiene la dirección, ya no tiene nada.
Esto ya es un colegio departamental y con la administración de un indígena que es el caso mío. Yo soy Bora. Nací en el Cahuinarí que es zona Bora. Mis padres eran de ahí mismo, eran del clan Iñéhe(3). No sé si usted tiene este conocimiento sobre la organización indígena bora. Yo soy del clan Iñéhe y soy nieto del que fue hermano del papá de Manuel Mibeco(4). Manuel viene a ser mi tío. Mi mamá también es bora del clan Guacamayo.
Interculturalidad
Este colegio, según lo que hemos hablado, según lo que hemos discutido, fueron muchas las reuniones que tuvimos, fueron muchas las peleas que nos dimos entre los indígenas de qué era lo que queríamos, de qué era lo que tenemos que hacer, si era para volver a nuestra educación indígena o para coger una educación de Bogotá, de Alemania. Lo que nosotros tenemos claro en estos momentos es que la educación de nuestros hijos tiene que ser una educación que coja elementos de todas partes. Muchos elementos van a hacer nuestros, de las comunidades indígenas, pero va ser una escuela, un colegio que tenga mucho de las características de fuera. Va a ser eso porque nuestros jóvenes y nuestros padres de familia si no lo hacemos así van a mandar a sus hijos a Bogotá, van a mandar a sus hijos a Leticia. Entonces vamos a tener un colegio que tenga muchas características, que se acerque mucho a un colegio convencional de cualquier ciudad. Lo que va tener de diferencia es que aquí se va a enseñar cosas de la región, es decir una etnohistoria, una etnolingüística, una etnobotánica… Es decir, cosas específicas, muchas cosas culturales se van a enseñar acá. Pero con una educación que privilegie solamente lo indígena, hemos visto que mucha gente se va nos a ir de acá.
En este momento lo que estamos tratando es de implementar la sala de informática. Que en los computadores podamos hacer historias nuestras, que podamos escribir cantos nuestros. Vamos a tener que utilizar toda la tecnología que se usa en otros colegios, pero para hacer cosas que nos interesan a nosotros. Eso es lo que estamos intentando hacer. De verdad, de verdad en las discusiones que hemos hecho acá ha quedado claro eso.
Estamos tratando de entender que la gente no quiere ya volver a vivir su vida o la vida que tenían nuestros abuelos hace 50 años. Estamos convencidos o hemos entendido que la gente no va abandonar, por ejemplo, la luz eléctrica. Si pueden tener una luz en la maloca la van a tener, porque es mejor que la antorcha de brea. Entonces si pueden andar en un motor por el río lo van a hacer. No van a preferir el remo, porque es más costoso, más difícil, te maltrata más. Es decir, hay muchas cosas que se van a usar. Y entonces la ropa misma, ya la verdad, pues, como le puedo decir, no es posible que el rector, por ejemplo, se ponga el huayuco (taparrabo) del abuelo, pues no me lo van a aceptar. Entonces es imposible tratar de buscar una, digamos, una cultura específica y tratar de ponerle individuos a esa cultura. Más bien nosotros estamos tratando de conseguir elementos, digamos conceptuales, culturales, conocimientos de todos los lados y tratar de formar a las personas para que esas personas formen así la cultura. Es como al revés, ¿no?, es formar a la persona para que la persona haga la cultura y no tener una cultura, es decir, una idea cultural y tratar de llenar de individuos esa cultura. Es lo que hemos tratado de entender que es lo que debemos hacer. Entonces nuestro trabajo acá es buscar elementos de todos los lados para poder dárselos al individuo, a nuestros estudiantes, y lógicamente que a ese estudiante si le estamos insistiendo en que debe tener una identidad muy fuerte.
Por el lado de la historia estamos trabajando esta identidad, pero también por el lado lingüístico. Pero hay muchas cosas, por ejemplo, los bailes, los muchachos aquí en cuestiones del uso del tabaco, del uso de la coca, inclusive de la práctica de las curaciones, los muchachos saben decir. No le damos eso nosotros (en el colegio), pero sí insistimos, sí les incentivamos para que eso no se pierda. Nuestros jóvenes, estos jóvenes que están aquí uniformaditos en estos momentos, en un baile tradicional son los que se convierten en cantantes. Ellos saben las canciones.
La vez pasada vino un compañero indígena ya residente hace mucho tiempo en Leticia. Se vino acá, pues, a mirar y estábamos escuchando los cantos y él estaba sorprendido. Y yo le dije “usted se sorprende de qué, es lo normal acá”. Y él me decía “sencillamente estoy admirado porque de verdad aquí sí se vive la cultura”. Ese mismo muchacho, el de esa fila, el que está cantando el canto de entrada es un alumno del décimo (grado), estaba cantando el canto de entrada, el canto más ceremonioso de un baile tradicional. Estaba cantando un alumno de aquí. Y entonces así es durante la noche. La competencia que hay para coger los turnos de baile es generalmente tremenda. Con estos mismos muchachos hemos hecho ese baile tradicional. Antes eran los viejitos los que cantaban. Pues en estos momentos el gozo es de los mismos jóvenes, de los mismos maestros cantando, yo mismo canto cuando me dan espacio. Entonces es eso lo que estamos intentando hacer. De ahí para allá van las cosas que tengan que ver con la cultura material.
Vista elocuente de la degradación de los suelos en el área de La Chorrera, como con secuencia de la sobre explotación originada por la fuente concentración poblacional.
El trabajo agrícola
Se sigue haciendo casabe, claro, se sigue haciendo. Pero tenemos un problema con la agricultura porque nuestra agricultura es la que se conoce acá que es la de tumba, quema, siembra y espera. Ya cuando estos asentamientos, por ejemplo, La Chorrera, se hacen más estables, estos terrenos que van de aquí para allá, para este tipo de agricultura ya no sirven.
Entonces ese rastrojo (purma, chacra en descanso) ya no se va a usar, y entonces eso para nosotros es una complicación porque ahorita, por ejemplo, las chagras están a mínimo de aquí a cuatro kilómetros, pero hay a siete, a ocho kilómetros. Entonces uno se pone a pensar ‘para traer un racimo de plátano se tiene que caminar 16 kilómetros. ¿Es justo eso?’. Para mí no me parece justo. Entonces estamos intentando que esa forma de hacer las chagras se cambie, que se mire cómo hacer para que se pueda usar estas tierras para que de esa tierra podemos comer comida.
Entonces el asunto es que esa distancia está maltratando mucho, a la mujer sobre todo porque son las mujeres las que cosechan. Sí, y los hijos tambien sufren porque son abandonados mientras la mujer va a buscar un racimo de plátano durante 16 kilómetros de caminata. ¿Y qué pasa acá con las jóvenes? Ha habido violaciones mientras la mamá está lejos. Entonces eso estamos buscando, tratando de ver cómo se puede hacer. La misma Fucai(5) está tratando de ayudar con un programa. Pero no ha sido fácil.
El cambio de asentamiento es un cambio bien drástico(6). Pero si nosotros no cambiamos de sistemas para adquirir los productos agrícolas y la carne, entonces vamos a tender a la desnutrición, y eso va ser un problema para nosotros. Por ejemplo, nosotros aquí en La Chorrera ya no tenemos pesca, la selva ya no da la proteína de carne necesaria para sostener esta gente.
Este río es pobre, entonces hay que sembrar, hay que hacer cultivo de peces para poder sostener la necesidad de proteínas para la población. No hay piscigranjas ahora en esta zona. Ya estamos insistiendo que es urgente hacerlo. Lo mismo lo de las chagras. Hay que buscar formas que nos van a permitir utilizar estas tierras cercanas a la casa
Todas esas cosas estamos en proyección, tratando de que se hagan, pero ha sido complicado. Mi hermano, por ejemplo, dice para usted es fácil, pero yo no puedo comenzar a escarbar un pedacito de tierra para hacer una chagra, para hacer un baile tradicional. Para hacer un baile necesito mucho producto y eso no me lo va a dar una chagra pequeña de por acá, no me lo va a permitir. Es muy complicado el cambio porque Providencia ya no se va a mover de ahí, La Chorrera ya no se va a mover de aquí. Con casas de cemento ya nadie se va ir para más lejos.
Sí, sí, la cosa es que la gente coja el metodo de trabajo, porque el método de trabajo ya está aquí, ya lo tenemos con los técnicos de Fucai que están diciendo esto es lo que se hace, esto es lo que hay que hacer, pero falta la disciplina de las personas. Crianza de animales, criar peces, el uso de las tierras cercanas...
El tema de la chagra sería usar la tierra cercana, ya no hacer la quema, por ejemplo. El paisano nuestro siempre está diciendo hay que quemar para sembrar. Y nosotros estamos diciendo que no hay que quemar, que hay dejar la basura ahí que se pudra y ahí siembre. Eso no lo entiende nuestra gente hasta este momento y no lo quieren entender ni siquiera los mismos profesores. A la misma profesora NN me toco gritarla un día de estos que estaba por acá. Es que había dicho que en el colegio nada de humo si no es para algunas cosas o sino de la cocina que necesitamos para hacer la comida, pero aquí no se debe quemar. Un día la encontré quemando y entonces le grite. “Usted de verdad me está regañando”. “De verdad la estoy regañando porque ya les he dicho en reuniones y tú no me haces caso. Entonces cómo quiere que la entienda”. Son cosas para nosotros totalmente difíciles, porque son cosas de la cultura que están muy arraigadas aquí.
Un tema central que se tiene que ver cuando hay asentamientos, especialmente si son tan grandes como La Chorrera, es la basura. Qué hacer con la basura y además hay basura inorgánica, hay latas, hay plásticos. Estamos intentando hacer algo. Estamos intentando pensar con relación a todo esto pero en la práctica es complicada.
La lengua
Yo le hablaba hace rato sobre el idioma. Con relación al idioma nadie en La Chorrera tiene una idea diferente a que se deba enseñar y se debe tratar de que todo el mundo debe hablar los idiomas indígenas. Pero en la práctica no se hace, ni en las familias, ni en la calle, ni en los colegios tampoco lo estamos haciendo. Entonces tenemos como una dificultad más. Hay pérdida de la lengua, mucha pérdida. También por el hecho de que los matrimonios son mixtos en la mayoría de nuestros hermanos. Yo, por ejemplo, con huitoto, la mayoría con huitoto, pero hay unos que están con ticuna. Por ejemplo, mi hermano menor está con una ticuna. Entonces ahí no hay forma en la familia de hablar.
Sobre el currículo, no tenemos uno especial. Tenemos los mismos elementos, pues para nosotros es casi obligatorio que haya lo mismo, con algunas cosas diferenciadas, eso sí. Por ejemplo, la enseñanza de la historia. Nosotros tenemos aquí, en el colegio, al profesor que estaba aquí. Él está encargado de la etnohistoria que es la que debe ser la nuestra. Claro que cada profesor a veces hace lo que le da la gana, pero la orientación es que esa historia y esa geografía sea la de acá, la nuestra. Hay otro compañero que es encargado de la historia general.
Es un aporte específico de este tipo de colegio el hecho de que enseñen una historia fundada en las raíces de nosotros. Esa es la idea. Nosotros tenemos dos profesores de historia que están dedicados a la geografía y a la historia, pues el otro profesor debe ecargarse de la historia convencional, la que se da en los demás colegios.
La lengua realmente no se enseña. Aquí hay una profesora que no tiene formación en lingüística, pero ella está encargada del área y de la asignatura, y ella lo que hace es tener elementos de la lingüística general y luego, pues, pone algunos trabajos ya en forma particular a los diferentes alumnos. El problema nuestro es que nuestro colegio está graduado desde sexto hasta once, y resulta que hay alumnos en once que no saben mucho del idioma, o no saben nada, y a veces nos llegan a sexto muchachitos que sí saben de su idioma. Entonces nosotros tenemos aquí alumnos en once que están en cero con relación a los idiomas y a veces hay alumnos en sexto que sí saben el idioma y que lo hablan.
Nosotros tuvimos un tiempo en que cada quince días teníamos un día que le llamamos el día de los idiomas maternos. Entonces dividíamos, los boras acá, los huitotos acá, los muinane allá, y los atendíamos a través de algunos profesores. Pero realmente no fue funcional para nosotros y en estos momentos no tenemos ya esos días. Solamente estamos con lo de la profesora de lingüística o etnolingüística. El problema es que esa profesora de lingüística trabaja con una diversidad de lenguas. Ahí es donde está el problema que le estoy diciendo que aquí únicamente se dan elementos generales de lingüística.
Acá nosotros somos colegio de básica secundaria que le llamamos en Colombia, hasta de sexto-noveno y media vocacional que es décimo y undécimo. Ese es nuestro colegio del que soy director con funciones de rector para toda la institución, para las ocho sedes que tenemos acá en La Chorrera. Ocho sedes en otras comunidades y en el otro lado (del río). Inclusive en el internado de primaria yo tengo funciones de rector. Dentro de poco dicen que me van a dotar del nombramiento de rector en forma oficial. Esta es la sede principal de la institución. En Colombia en las instituciones educativas debe haber desde preescolar hasta once. Entonces un alumno que se inscriba en preescolar debe estar asegurado que va a llegar a once. Uno no puede tener en Colombia una escuelita solamente de preescolar, o una escuela solamente de hasta quinto. Nosotros tenemos aquí en La Chorrera la institución educativa que está conformada por seis escuelitas que están sobre el río Igaraparaná y río abajo, y estos dos internados. Esto forma la institución.
Ahora, aquí dentro de esta estructura de esta casa como colegio formamos parte de una organización, de una alianza para conformar un centro regional de estudios superiores: Ceres. Como colegio somos parte de esa alianza y nosotros tenemos el compromiso de cederle un espacio a la universidad. Entonces ese es el espacio que tienen ellos. Pero la universidad funciona con otra dirección, aunque a veces pide que algunos de nuestros profesores puedan dar algún apoyo académico.
Notas
(1) Dos aclaraciones. La primera es que por “casa” el entrevistado se refiere tanto al edificio como a la empresa fundada por el cauchero peruano Julio César Arana. La segunda es que con el nombre de “Casa Arana” en Colombia se denomina a una empresa que tuvo muchos cambios a lo largo de su existencia. “Casa Arana” fue el nombre con que popularmente se conoció a la empresa fundada por Julio C. Arana en 1986, aunque legalmente fue registrada como J.C. Arana y Hermanos. En 1901, Arana se asoció con el cauchero colombiano Benjamín Larrañaga y la razón social cambió a “Arana, Larrañaga y Compañía”. Finalmente, en 1907, Arana constituyó, en Londres y con capitales británicos, la Peruvian Amazon Company, empresa que fue liquidada en 1909 luego de las acusaciones contra sus gerentes y empleados por las masacres cometidas contra la población indígenas en el Putumayo.
(2) El resguardo es una institución legal de origen colonial, conformada por un territorio reconocido a una comunidad indígena, con título de propiedad colectivo, que se rige por un estatuto especial autónomo. Corresponde a las llamadas comunidades campesinas y nativas en el Perú.
(3) Iñeje es el nombre de la palmera aguaje, llamada canangucho en Colombia.
(4) Manuel Mibeco es curaca de la comunidad de Brillo Nuevo, ubicada en el río Yaguasyacu, formante del Ampiyacu (distrito de Pebas, provincia de Ramón Castilla, Loreto). Manuel Mibeco fue uno de los asistentes al encuentro de La Chorrera celebrado a inicios de octubre de 2012. Era la primera vez que Raúl Teteye y Manuel Mibeco se veían, ya que sus antepasados fueron separados por los caucheros que trasladaron parte de la población indígena al Perú, después de la caída del auge del caucho. En dicho evento hubo muchos reencuentros de características similares.
(5) La ONG Fundación Caminos de Identidad (Fucai) trabaja con las organizaciones indígenas de Colombia en diversos temas, entre ellos, educación intercultural bilingüe y alternativas económicas.
(6) El profesor Teteye alude al cambio de los asentamientos indígenas de dispersos a concentrados y de temporales a estables, y las contradicciones que este cambio ha planteado al sistema de organización y producción indígena.