Servindi, 29 de octubre, 2012.- Compartimos con ustedes una presentación con hermosas imágenes elaborada en base a la Carta anónima de un africano ilustrado, titulada: Europa cerrada. La hemos recibido de una lectora y seríamos egoístas si no la compartimos.
Europa Cerrada
Parece bastante hipócrita la tenacidad con que Europa procura evitar la llegada de inmigrantes africanos, cuando no son otra cosa que el residuo patético de sus correrías coloniales de varios siglos.
¿Acaso espera Europa que después de centurias de saquear África despojándola de su cultura, de sus recursos materiales y humanos, de inyectarla con su fiebre perniciosa de consumo, vaya a poder encarar el nuevo milenio como una suerte de castillo artillado y compacto en cuyo interior todos son felices mientras fuera cunde el hambre y la desesperación?
En el cuento de Edgar Allan Poe 'La máscara de la muerte roja' se simboliza la futilidad del intento del príncipe de encerrarse en su palacio a dar fiestas hasta que pase la peste. Pero la muerte acabó entrando igualmente. Europa es rica gracias, en buena medida, a todo lo que se llevó de África.
¿Acaso podemos esperar que los africanos hambrientos se queden padeciendo la miseria de nuestros latrocinios mientras en las sociedades europeas disfrutamos de altos estándares de vida?
¿Podemos creer acaso que es tolerable que quienes les robamos, matamos y violamos centenariamente nos avengamos a pontificar y a darles lecciones sobre moral internacional y derechos humanos?
¿No recuerdan, ingleses, las masacres de Kenya; los despojos de Rodhesia?
¿No recuerdan, franceses, cuánto robaron de Dakar y de Costa de Marfil?
¿No recuerdan, alemanes, los campos de concentración de Namibia y los cráneos del pueblo hebreo diezmado que aún conservan en el Museo de Medicina de Berlín?
¿No recuerdan, belgas, sus atrocidades en el Congo?
¿No recuerdan, portugueses, sus excavaciones depredadoras en busca del oro de Angola, sus cacerías de esclavos en Mozambique?
¿No fue nuestra codicia y nuestra fatuidad europeas, lo que regó de tanta sangre de niños inocentes a los diamantes de Sierra Leona?
Y ahora nos permitimos el airado lujo de repeler estas barcazas de desesperados, de encerrar y de deportar a los fugitivos que anegan nuestras costas y afean nuestras glamorosas playas mediterráneas. Si en Europa fuésemos consecuentes con nuestras propias políticas de derechos humanos tendríamos que acoger con los brazos abiertos a los africanos y suplicarles perdón de rodillas, ofreciéndoles compartir algo de lo que nos llevamos de sus tierras.
Y lo curioso es que estos abanderados de la angustia no piden lo que les correspondería, la devolución de lo que les pertenece. Apenas piden las migajas de una limosna, vender baratijas en las plazas, repartir diarios o limpiar automóviles... Y aún así los repudiamos.
Demasiado doloroso el espectáculo, demasiado triste que en el centro de nuestra gran civilización se muestren los rostros oscuros de las víctimas que la hicieron posible. Nuestra ceguera es admirable, nuestra hipocresía criminal, nuestra bajeza formidable.
Meditemos largamente sobre lo que estamos haciendo los europeos. Nosotros, hacedores de historia, seríamos por demás estúpidos si olvidásemos sus enseñanzas. Todo el poder de Roma no impidió su caída a manos de los bárbaros, hambrientos de la Germania y del Tártaro. Toda la majestad de Britannia se derrumbó sin atenuantes antes las masas hindúes encendidas por un hombrecito de apariencia insignificante y de corazón inmenso.
Despertemos de nuestro sueño torpe y de nuestra fantasía narcótica.
El mundo ruge desesperado en torno nuestro… ¿Cuánto tiempo más podremos fingir no escuchar, no saber, mirar a otro lado?
Europa desea permanecer cerrada mientras una África saqueada se desangra... igual que nuestra América Latina... igual que el Oriente de segunda...
No es aceptable que tanta belleza en las artes haya surgido de corazones tan duros...
Seguramente Europa abrirá su corazón, sus puertas...
Seguramente aprenderemos algún día a tratarnos todos los seres humanos como iguales, porque si no fuera así, estaríamos aceptando los distintos genocidios ocurridos a lo largo de la historia como hechos normales...