Por Gisella Evangelisti*
25 de febrero, 2011.- Se han desmontado las carpas que han hospedado el décimo Forum Social Mundial en la universidad Cheik Anta Diop en Dakar, capital del Africa occidental. Abrazos, sonrisas, hasta luego, o quizás no. “Nadie tiene la vara mágica para cambiar de golpe este mundo que va al revés, pero las cosas no serán nunca como antes, para nosotros…”, nos dice Amadou Diouf, 23 años, estudiante de derecho.
“No nos sentimos más solos. Ahora , después de Egipto y Tunisía, sabemos que los cambios vienen de la gente que ha tomado conciencia y se une a otros para mejorar su realidad. No podemos esperar que lo hagan de arriba los gobiernos. Eso pasa muy raras veces. Somos nosotros que debemos tomar la iniciativa, y cuando somos muchos, también el poder nos va a escuchar". Esto lo han subrayado muchas veces en el Forum.
No se sienten más solos, entonces, los estudiantes senegaleses que están haciendo huelga de hambre para poder ser admitidos a la Universidad. Más de setenta cinco mil personas han llegado de 130 países, representando 1200 organizaciones sociales (mitad de ellas africanas) de campesinos, pescadores, mujeres, sindicatos, activistas de la reforma de la ONU, y del sistema financiero internacional, la justicia climática, la abolición de la deuda externa, la teología de la liberación, la comunicación democrática. También el derecho a migrar ha sido afirmado por los 150 representantes de los 185 millones de emigrantes que hay en el mundo, en la Carta de Goré, suscrita en una isla de la bahía de Dakar, tristemente recordada por el tráfico de esclavos hacia el continente americano. Derecho a la circulación también para las personas, no solo para las mercadurías.
En el Forum se ha contado con la participación, entre otros, de 55 parlamentarios europeos, de la joven alcaldesa de Ginebra, Sandrine Salerno, y de estudiosos de fama internacional como Samir Amin, Naomi Klein, Susan George, Boaventura Souza Santos. Por seis días las calles y las instalaciones de la Universidad se han llenado de voces y de idiomas diferentes, del tam tam de los tambores, de los colores vivos de las telas vendidas por mujeres de Mali o Mauritania, dei boubou de las mujeres y las chicas. Exquisita la elegancia de esos vestidos tradicionales, largos hasta los tobillos, de telas a veces lustrosas, siempre coloradísimas, llevados con gran dignidad por chicas altas y esbeltas, como tantas Naomi Campbell, con un velo envuelto sobre la cabeza que termina con un gran nudo. Chicos y chicas, también en jeans y camisa, caminan como príncipes y princesas. Pero están flaquísimos. Y en las habitaciones del campus donde deberían ser hospedados en dos, caben 8 o 10. Su ropa cuelga de las ventanas para secarse, como sueños de un futuro estropeado.
Un grupo de egipcios pasa con banderas y letreros que piden libertad. En la plaza Tarhir del Cairo en estos días se juega un partido crucial. “¿Cómo va en Egipto? ¿Ya cayó Mubarak?” Es la pregunta que se dirigen los participantes del Forum, a cada rato, cuando se encuentran. El casi desconocido Egipto ha entrado con vehemencia en nuestra vida cotidiana. En una esquina de la biblioteca un grupo de chicos desenvuelve una estera, y se arrodilla profundamente en una de las cinco oraciones cotidianas que prescribe la religión musulmana. Senegal es uno de los países donde las religiones no son, por suerte, motivo de división. Animistas, cristianos y musulmanes intercambian las comidas especiales en sus respectivas fiestas, como buenos vecinos, aun cuando esto no es “noticia” importante como los atentados de los fundamentalistas islámicos.
Desde diez años el Forum Social Mundial se realiza paralelamente a la reunión entre políticos, economistas y banqueros que se dan cita en la suiza Davos para delinear grandes estrategias económicas a nivel internacional, para hacer sentir la voz de la gente de la calle que sufre muchas veces las consecuencias de estas estrategias, sin poder dar su opinión.
La chispa partió desde una ciudad brasileña, Porto Alegre, donde la experiencia del presupuesto participativo, (donde los ciudadanos aportaban sus ideas y sus proyectos en la gestión de la alcaldía) ha impulsado una serie de nuevas formas de convivencia, cultura y economía. Este año se repite el ritual encuentro de banqueros y políticos en los asépticos hoteles de Davos, mientras el Forum de la ciudadanía mundial se encuentra en la polvorienta Dakar. La que tiene muy poco de suizo, como podemos observar. El rector de la Universidad no concede las aulas para las conferencias previstas y la programación debe ser cambiada al último momento. Conferencistas y participantes dan vueltas y más vueltas buscándose por horas. Muy pocos los micrófonos y los traductores simultáneos, sin embargo hay muchísimos voluntarios que se ponen al lado de los participantes para ayudarles a buscar significados en la babel de idiomas: francés, árabe, inglés, wolof. En fin, después de los obstáculos iniciales se arman carpas en el campus (la primera, con tapices de Marrueco, es la de los participantes del Magreb) las cosas comienzan a fluir.
Un camino de subida
África festeja cincuenta años de independencia. Entre sus países, Senegal es considerado uno de los más democráticos y estables. Aquí los empresarios extranjeros, sobre todo franceses, pueden hacer sus negocios sin problemas, controlando el sector de las telecomunicaciones y de la energía. Los turistas pueden disfrutar tranquilamente el sol en los 700 Km. de playas de arena fina.
Desde 11 años es presidente Abdoulaye Wade, un anciano intelectual de más de ochenta años, que al ser elegido prometió cambio y desarrollo, pero sus ambiciosos planos de renovación se han poco a poco aflojado en las luchas internas, mientras la subida del precio del petróleo y de los alimentos importados ha empeorado la desnutrición y el hambre. Y no se ha logrado eliminar la corrupción. En las calles los niños con una lata en la mano para mendigar se agolpan frente a las panaderías. “Rompamos el círculo vicioso de la mendicidad no dándoles limosna, sino apostando a una educación mejor”, es el lema de una Ong senegalés. Pero es difícil comer tu sándwich frente a esas miradas hambrientas. Los recursos del mar están menguando por el aumento exponencial de los pescadores, desde las pequeñas piraguas locales hasta los grandes buques europeos, o los barcos piratas. Un proyecto financiado por la Unión Europea está promoviendo la formación de líderes entre los pescadores artesanales, pero ¿quién dará formación ecológica a los barcos piratas que el estado no tiene la fuerza o la voluntad de perseguir? El algodón de Senegal no puede competir con el de los países que subsidian su producción, como Estados Unidos, India o China; la cosecha del arroz es más escasa por los caprichos del cambio climático. Las mujeres, como siempre el principal sustento de la familia extensa donde el hombre ha migrado o se ha simplemente largado, se organizan con el apoyo de las Ongs en grupos de producción artesanal o agrícola, cuidando sobre todo la conservación de las semillas locales. Mientras el reciente boom demográfico ha llevado a los jóvenes bajo los veinticinco a ser casi la mitad de la población, su futuro puede empantanarse en el desempleo crónico y en la búsqueda cada vez más difícil del país de sus sueños donde prosperar. Esta es la estabilidad de Senegal.
El problema del África, sintetiza el economista egipcio Samir Amin, es que es excesiva y malamente insertada en el sistema económico internacional, y cualquier viento de crisis en el Norte lleva aquí verdaderas tempestades. La paradoja del mercado globalizado en que África exporta materias primas y minerales, es que quien posee y vende sus recursos, se queda pobre, mientras quien los compra se hace rico.
Sin embargo en la última década África ha cumplido escrupulosamente las tareas que le ha asignado el Fondo Monetario Internacional, reduciendo el rol del estado en la economía, y abriéndose a las inversiones extranjeras que hubieran traído desarrollo. Pero varios gobiernos han estipulado acuerdos secretos con las empresas extranjeras, que han obtenido pagar poquísimos impuestos. Entonces, sacando la tajada que cobran los políticos, ni las migas llegan en las mesas de la gente. África ha quedado atrapada en el modelo extractivista, como un insecto en una flor carnívora. Además de establecer contratos desfavorables por su país con los extranjeros, muchos estados no tienen la capacidad o la voluntad de imponer un sistema tributario interno que redistribuya más equitativamente las ganancias provenientes de la venta de minerales, las infraestructuras son carentes, y faltan profesionales con capacidad de manejar sectores modernos.
Por cierto, recientemente han llegado los chinos, millares de laboriosas hormiguitas chinas, que acompañan los contratos para la explotación de minas, petróleo o tierras con acuerdos para la construcción de las deseadas infraestructuras. Así, se puede ver surgir un edificio acristalado, con columnas dóricas en el puerto de Dakar, o un ferrocarril en Angola. ¿Todo bien, entonces? Si y no, comentan estudiosos como Sanou Mbaye, autor de “El África que ayuda África”.
Los chinos critican las relaciones desiguales entre África y Occidente, el silencioso nudo de la deuda externa eternizada que absorbe muchos de los recursos que podrían ser dedicados al desarrollo, pero no hablan del hecho que importan trabajadores chinos (a veces son prisioneros que evitan la cadena perpetua con estos trabajos incómodos), y cuando contratan africanos, los tratan muy mal. Sin embargo, concluye filosóficamente Mbaye, mientras los descendientes de los negreros estadounidenses tienen ahora un presidente black, el Sur África del apartheid es gobernado por la oposición, también la China asistirá a grandes cambios, antes o después.
Globalización y alrededores
Diez años de Forum Social Mundial, decíamos. Cuantas cosas han pasado en estos diez años…
Primero, se ha hecho evidente el cambio climático largamente negado, y el estallar de la burbuja financiera prevista por unos economistas considerados sólo aves de malaguero. Riadas de dólares provenientes del presupuesto de los estados (ergo) de los ciudadanos, llegaron a apoyar a los bancos pues de otra forma su caída hubiera repercutido en toda la economía. Pero, de aquí en adelante se necesitaban unas reglas para que esos briboncitos de Wall Street no siguieran jugando con dinero que no era suyo, mejor dicho, ni existía: se trataba solo de cifras futuribles, del reino del “como si fuera verdad”. E cuando cayó el castillo de las hipotecas-basura, la vida se hizo dura en el reino de lo real, ese en que la gente se levanta temprano para ir a trabajar. Muchas empresas, sin poder contar con financiamientos, han tenido que cerrar. Allí fue que se descubrió de nuevo la función del estado como el que podía limitar los desmanes de una economía salvaje. “Somos todos socialistas”, salió como titular en una portada del Time. Pero esta actitud duró muy poco, señala el ex premier italiano Máximo d’Alema en el Forum. Y este año, en la reunión de Davos donde se reunieron entre otros los banqueros estadounidenses causantes del desastre financiero, ni una palabra de arrepentimiento o disculpas hacia los que han sufrido las consecuencias de su actuación; al contrario, ha habido quejas porque no se los deja trabajar en paz.
Allá afuera, el mundo forzadamente globalizado se lame las heridas. El único modelo de welfare state, el europeo, que ha costado décadas de luchas de los trabajadores, donde se puede esperarse recibir una buena educación, o atención sanitaria en la enfermedad y la vejez, se está lentamente desmantelando. Lo que viene del estado ha pasado de moda. La palabra mágica es ahora “privatizar”, aunque la concentración de las empresas en un sector, que lleva a monopolios, impide a los ciudadanos cuestionar las tarifas. Se ha roto el equilibrio que antes había entre Capital y Trabajo (con el Estado como garante entre las partes) a favor del Capital. El Trabajo se ha precarizado y desvirtuado. Quien aspira en Europa a un trabajo digno escucha cada vez más esta frase: O te resignas a estas condiciones de trabajo (contratos breves, ninguna seguridad de estabilidad etc.) o nosotros nos mudamos en uno de esos países hambrientos que nos recibirán de brazos abiertos….
Europa es incierta, y no logra encontrar salidas viables comunes, en un contexto mundial donde se adensan nubarrones, señala Susan George, una franco-estadounidense presidente de ATTAC. Avanza la agroindustria, con sus enormes plantaciones de soya, palma de aceite, caña de azúcar y maíz transgénico para producir agro combustibles, muchas veces expulsando con artimañas los pequeños agricultores. En la India se han suicidado millares de campesinos, y en el Borneo los indígenas luchan para permanecer en sus selvas. Este modelo de globalización (que no es el único posible, y sobre el cual no ha habido ningún referéndum) ha concentrado recursos y tierras en las manos de pocos (unas cuantas corporaciones dominan los sectores de la distribución de los alimentos y de los fármacos en todo el mundo), exasperando las desigualdades, en vez de difundir bienestar. Sin embargo en nuestra amada Tierra, se dice en el Forum, hay inteligencia, dinero y tecnologías suficientes para que todos podamos vivir de una manera más sana, sin niños hambrientos que te miran con envidia tu sándwich. A problemas globales, respuestas globales. Escuchemos entonces lo que piden los “ciudadanos a pie” del planeta.
Primero, no dejar desaparecer la agricultura familiar, que no contamina como la agricultura industrial, es el sustento de la soberanía alimentar de un país, y juntos con una explotación sostenible agro forestal, puede dar empleo muchas personas. Lo afirma entre otros Christian Boisgontier, un campesino francés de Vía Campesina, un movimiento internacional de pequeños productores existente en 69 países de 4 continentes. Pues se están derrochando muchos recursos, en este momento. Hay países sobrealimentados, donde llega leche de Nueva Zelandia o fresas del Ecuador. ¿Pero cuánto cuestan al planeta en emisiones de carbono el trasporte en avión de esta leche o fresas al otro lado del mundo? ¿Y empaquetar los productos con plástico?
Además, ¿qué decir del sistema de producción actual donde los artefactos son programados para durar poco, despilfarrando los recursos minerales del planeta, que son limitados, mientras crece la población mundial y sus exigencias? En fin, de una buena vez hay que tomar nota que la tierra no tiene recursos infinitos, y hay que producir de manera más racional y sostenible. Otro tema crucial se refiere a la energía. Hay que superar la dependencia de los combustibles fósiles, con un sistema descentrado de energía. La organización ATTAC propone desde años, además de la abolición de los paraísos fiscales, un pequeño impuesto sobre las transacciones internacionales de dinero: una cifra insignificante para quien mueve el dinero, pero que multiplicada por millones de transacciones al día, podrían constituir un fondo internacional que enfrentar seriamente problemas nunca resueltos, como el analfabetismo, el hambre, la malaria. Y también la necesaria reconversión energética.
Gérmenes de nueva conciencia
Algunos motivos de esperanza vienen desde América Latina, como refiere la coordinadora nacional de ATTAC Argentina, Maria Elena Saluda. “Han sido bloqueados acuerdos de libre (y desigual ) comercio con Estados Unidos, se está iniciando en algunos países auditorías para verificar qué parte de la deuda externa es ilegítima. Podríamos hacer algo más, si nos uniéramos en un mercado y una moneda común. Los países pueden relacionarse entre ellos no solo en función de la competitividad, sino de la complementariedad y del comercio justo. E afuera de nuestras tierras las bases militares de cualquier potencia extranjera.
Pero los cambios no pueden venir desde arriba; son los ciudadanos los que crean experimentando desde abajo, nuevas formas de vida civil. Medellín en Colombia, ciudad conocida por ser teatro de violencia de las bandas de narcotráfico, ahora sorprende con sus modernas bibliotecas y su activa vida cultural. En Rosario, en la Argentina, los desempleados se organizan para cultivar huertas orgánicas y construir casas en cooperativas”.
Los gobiernos de Ecuador y Bolivia, impulsados por los movimientos indígenas, han reconocido por primera vez en la historia, que también la naturaleza es sujeto de derecho, y su protección es básica para la vida de todos. Sin embargo la aplicación de este derecho no es inmediata. Hay tensiones entre indígenas y gobierno, por permitir actividades extractivas en zonas indígenas, que afectan la vida de las poblaciones.
En Bolivia, recuerda Evo Morales en la inauguración del Forum, mejores contratos con las compañías petroleras extranjeras están trayendo más recursos a usar para mejorar las condiciones de vida del la gente. “Para las mujeres se están abriendo por fin espacios de representatividad: debemos llegar al 50% de hombres y 50% de mujeres en los cargos públicos”, afirma orgullosa Esperanza Huanca Mendoza, la única boliviana presente en el Forum, ataviada en su colorido traje tradicional. También Brasil apuesta a ampliar su mercado interno, y para crear nuevos consumidores comienza con ofrecer un pequeño subsidio a los pobres que les permita hacer un desayuno decente. Pero esto es populismo, critican algunos. ¿Y qué? Responde Luciana Bodin, del prestigioso centro de estudios sociales IBASE, de Río de Janeiro. Al menos podrán escoger de rechazar trabajos humillantes. No se puede negar, sin embargo, que se podría dar un paso más, apostando a un cambio real de la estructura productiva que pueda movilizar todas las energías y no siga basándose sobre todo sobre actividades extractivas. También en la China se comienza a aumentar los salarios.
Sopla aire nuevo hasta en el corazón del imperio, Estados Unidos. Viejas ciudades industriales muy contaminadas se están transformando en modelos de desarrollo sostenible, aboliendo el uso exclusivo del auto, estimulando el intercambio de horas de trabajo y servicios como moneda que complementa el dólar, promoviendo el reciclaje y la producción descentrada de energía. Uno de estos polos de renovación es Ithaca, a solo 4 horas de Nueva York: otros, como Providence, Burlington, Madison, Northampton, Iowa City, Santa Fe, son esparcidos en todo el territorio norteamericano.
Y una pequeña revolución está calentando la fría Islandia. Los 300 mil habitantes de la isla han dicho no al plan del FMI que como siempre, descargaba los costes del crack de los bancos sobre los ciudadanos, enganchándolos con préstamos a ciertas condiciones. En cambio, se están investigando las responsabilidades de la crisis financiera y se está cambiando, en asambleas populares, la constitución, de manera que la voz de los ciudadanos pueda ser determinante en las decisiones políticas. Fácil, se dirá, en un país tan pequeño. Sin embargo establecen un principio que debería ser generalizado: los ciudadanos deben ser consultados, de forma clara y transparente, cuando se quiere tomar decisiones sobre acuerdos comerciales o productivos que afectan la vida la gente. Hay derecho también a una información transparente sobre los presupuestos públicos, los de los bancos y de las empresas.
Amadou y los otros estudiantes africanos escuchan atentos.
“Si más jóvenes supiéramos usar Internet, como en Tunisía y en Egipto, aquí también pediríamos cambios radicales”, comentan. ¿Y las mujeres? ¿Dónde está la otra mitad del cielo?
¿Qué piensan y esperan estas chicas de jeans y trencitas afro, estas damas envueltas en boubou lustrosos? Algunas estudian, manejan coches, dirigen empresas exitosas, pero son unas pocas. “Las mujeres tan ignoradas y ausentes en la vida pública, obligadas todavía por millones a matrimonios forzados, o la mutilación genital, tienen sin embargo una gran fuerza”, afirma Fatma Afid, una sindicalista marroquí, una de las pocas mujeres en su país que luce su pelo libre de velos. “… la fuerza de la resistencia y el valor de romper esquemas, en algunos casos. Estamos conquistando espacios, poco a poco, con optimismo. La nuestra es una revolución dulce. Llevamos ternura en el manejo del poder, demasiado àspero cuando lo tienen los hombres”.
“Tenemos que cambiar el mundo comenzando con democratizar la vida cotidiana”, subraya Betania Ávila, feminista brasileña. “… Y retomar iniciativa, revertiendo el deterioro de la condición femenina en Italia”, agregan las representantes del Bel País, como Alessandra Mecozzi.
Se han desmontado las carpas, intercambiando libros y materiales. Pero, reconoce Amadou, la energía de tantas personas llenas de ideas, proyectos y sueños, vibra todavía en el aire.
“Y se quedará mucho tiempo entre nosotros, dándonos fuerza”, asegura.
No sólo en África, no sólo ahora. Hace unos días, un millón de mujeres han llenado las plazas de Italia para pedir dignidad y respeto.
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* Guisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana, autora de la novela “Mariposas Rojas”.