Por Antonio Madridejos
Los países en desarrollo recibirán unos 220 millones de euros anuales para que puedan prepararse y hagan frente a los efectos del cambio climático, una cantidad muy alejada de los 50.000 millones que serían necesarios según la organización Oxfam y de los 200.000 millones que ha prometido la Unión Europea para encarar la actual crisis financiera.
Así tenía previsto aprobarlo la 14ª conferencia del clima de la ONU, que anoche apuraba sus últimas horas en el ambiente agridulce que suele caracterizar estas cumbres: ha habido avances -y algunos, interesantes, como en el citado Fondo de Adaptación-, pero han sido modestos.
"El retraso mata", advertía a las puertas del palacio de congresos de la ciudad de Poznan (Polonia) una escultura de hielo en proceso de derretimiento. "No sé qué esperabais. Veníamos a sentar las bases de un proceso y eso se ha logrado", dijo a los periodistas la ministra española de Medio Ambiente, Elena Espinosa.
La reducción de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, que sería la herramienta esencial para disminuir o mitigar el cambio climático, sigue igual que antes de la cumbre de Poznan. Es cierto que no figuraba en el orden del día actualizar los porcentajes que se fijaron en Kioto-97, pero las distintas posiciones auguran grandes dificultades para cuando llegue la hora de la verdad.
Hoja de ruta
Lo que sí se ha decidido es redactar un borrador con todas las propuestas que deberá estar listo el próximo marzo, deberá empezar a discutirse en junio y deberá aprobarse en una definitiva cumbre en diciembre, en Copenhague. Los negociadores confían en que la llegada de la nueva Administración de Barack Obama desencalle el proceso y abra la puerta al tratado que sustituirá al protocolo de Kioto.
Al menos no ha sido retirada del texto futuro de negociación la mágica cifra 25-40, que es el porcentaje de emisiones de CO2 que deberían reducir los ricos en el 2020 (en relación a 1990) si se quieren cumplir las recomendaciones científicas.
Pese a las reticencias de Japón y Canadá, el objetivo del 25-40 sigue en el mismo lugar que se pactó en la anterior cumbre, en Bali. "El proceso siempre es así porque hay que cuadrar por mayoría absoluta puntos de vista muy diferentes", explica Josep Garriga, director de la Oficina Catalana de Cambio Climático.
Garriga destaca de Poznan que ha sido la primera conferencia en que nadie ha discutido el problema del cambio climático y la responsabilidad humana: "Todos queremos hacer algo -añade-. Ahora se trata de ponernos de acuerdo".
Origen del dinero
Los 220 millones de euros del Fondo de Adaptación proceden de una especie de impuesto que se aplica en los llamados MDL (mecanismos de desarrollo limpio), un programa mediante el cual una empresa puede reducir sus emisiones reales de dióxido de carbono si hace inversiones limpias en países en desarrollo. Sería el caso, por ejemplo, de una empresa energética española que construye un parque eólico en Suramérica.
Los MDL se pusieron en marcha el pasado 1 de enero y desde entonces han recaudado unos 75 millones de euros, aunque la tendencia es que en el 2010 se llegue a los 220 anuales.
El principal aspecto que anoche bloqueaba el acuerdo era determinar quién gestionará la recaudación anual. Los países en desarrollo quieren ser ellos, sin intermediarios, pero los donantes exigen una supervisión estricta que garantice el buen uso de los fondos.
Algunos delegados, como los procedentes de Tuvalu y Panamá, habían acusado a las naciones industrializadas de poner demasiados trámites burocráticos para la transferencia del dinero, un proceso actualmente controlado por el Banco Mundial.
En cualquier caso, como recordó Antonio Hill, de Oxfam International, la generosidad de los ricos no es excesiva teniendo en cuenta las posibles inversiones, que incluirían la construcción de diques para evitar la salinidad, la recuperación de playas, planes de reforestación, la creación de servicios meteorológicos de alerta, la reconversión de cultivos, el control de plagas, hospitales en zonas de riesgo...
Para aumentar los 220 millones de euros, el sueño de Yvo de Boer, el presidente de la Convención de Cambio Climático y alma máter de todas estas cumbres, es aplicar otro impuesto al comercio de emisiones, el mecanismo que permite que una empresa que no cumple sus deberes compre los derechos a otra que sí los cumple.
De Boer pide el 2% del total del negocio, pero las oenegés recuerdan que es necesario el 7,5% para llegar a los 50.000 millones. Hay, finalmente, una tercera vía de donación voluntaria, pero no es de esperar grandes progresos en este campo teniendo en cuenta la coyuntura económica.
El Reino Unido, por ejemplo, ha anunciado una donación de 800 millones de euros, Suecia prepara otra de 600 y Alemania tiene previsto 550 más. España, sin embargo, se queda muy lejos con unos tres millones.
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Fuente: El Periodico.com