Jarana criolla. Pintura de Pancho Fierro |
Por César Lévano*
Se celebra hoy "El Día de la Canción Criolla". Recordemos que la idea de esa celebración surgió de un grupo de compositores populares: Pablo Casas, textil de la fábrica "La Tricotense"; Pedro Espinel, obrero gráfico; Eduardo Márquez Talledo, guitarrista y componedor de guitarras en su taller de La Perla Alta; Máximo Bravo, forjador de hierro; Salvador Oda, bohemio impenitente.
La iniciativa la acogió luego Juan Manuel Carrera, periodista de El Comercio, quien la expuso al Presidente Manuel Prado, el cual la acogió en un Decreto. Corría 1944.
La celebración parte, pues, de abajo, de las capas populares de Lima. Su encarnación musical, su marca de fábrica es el vals. El vals criollo, cuya raíz, más que en el vals vienés, está en la jota aragonesa.
Nació este género en el Rímac. Sus progenitores fueron los negros de ese barrio, que marcaban el rostro orillero, pero que convivían con indios, con indios camaroneros (yo alcancé a ver camarones en las aguas otrora cristalinas del Río Hablador); y con indios que venían de las chácaras del norte agrario. En Malambo había un gran tambo.
Hace algo así como 40 años escribí que la queja del indio se metió en la música del negro. También se metió la música del español.
La música criolla es eso. Una honda fusión. Con el tiempo se ha convertido en una simbiosis de muchos elementos más.
Es absurdo por eso oponer la música criolla a la música andina. Esta noche, cuando en la Casona de San Marcos se galardone a dos exponentes máximos de la música popular de Lima, se podrá saber cómo Manuel Acosta Ojeda y Carlos Hayre Ramírez se han nutrido desde temprano de la música serrana, y hasta qué punto la admiran, la estudian y la cultivan.
Estos dos maestros continúan la línea de dos clásicos imborrables de la música limeña, Felipe Pinglo en la composición, y en la interpretación Augusto y Elías Áscuez, que hasta grabaron huainos allá por los años veinte del siglo pasado.
Abelardo Takahashi Núñez y Alicia Maguiña renuevan esa tradición.
En el fondo, la música criolla alberga otros géneros de belleza suprema. La marinera señorea allí. Pero no le va en zaga el tondero.
Hay otros ritmos que casi nadie conoce. En particular la bellísima habanera, que floreció desde fines del siglo XIX. Quienes hemos tenido el privilegio de escuchar habaneras en las voces de cristal y emoción de los Áscuez, y también en las de Manuel Acosta y Juan de Dios Rojas, podemos afirmar que quienes no la conocen, ¡no saben lo que se pierden!
Hay jóvenes como Renzo Gil y Carlos Castillo que estudian, cultivan y graban esa música.
La música, toda música bella, desconoce fronteras de época, de edad, de región. Veo la buena música criolla como una voz vibrante en la vasta, hermosa, cambiante, pluralidad de la música del Perú.
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* César Lévano La Rosa es una de las leyendas vivas del periodismo peruano. Maestro de maestros, periodista y escritor autodidacta, nació en Lima el 11 de diciembre de 1927 en un cuarto que fue cuartel general del movimiento obrero peruano de principios del siglo XX. Entre los fundadores de esa trinchera laboral figuraban su padre, don Delfín Lévano y su abuelo Manuel Caracciolo Lévano lideres del movimiento obrero peruano. Actualmente es director del diario La Primera. (Servindi)
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Fuente: Diario La Primera