Por Marcos Terena *
Eran tiempos de niños cuando una mujer indígena buscaba flores en los bosques cantando y feliz para su casa como una fuente de alegría a su familia. Algunos años después, la misma mujer sacaba flores pero llorando Eran las mismas flores, pero, para hacer un homenaje a una persona de su familia que estaba muerto defendiendo la tierra.
Hemos escuchado que la vida es un combate que a los flacos abate, pero la tradición ancestral indígena nos enseña que la vida es como una fuente muy preciosa que debe de ser vivida como el olor de las flores que nos hacen bien y que tiene que ser cultivada y compartida a cada despertar del sol y a cada noche que llega para demostrar el respeto y el equilibrio entre el gran Creador, la naturaleza y nosotros.
Con este concepto base de enseñanzas de nuestros ancestros a los derechos humanos, al medio ambiente, a la justicia, la paz y el respeto incluso a los débiles y diferentes, hemos demostrado como indígena un sistema de vida individual y colectiva.
Como ejercicio a la tradición oral y la percepción, hemos aprendido a observar los caminos de la civilización y las religiones occidentales, su comportamiento de prejuicios y racismo contra nuestra forma de mirar la vida y de vivir. Hablan de Dios, libertad, democracia y ética, pero con referencia a una óptica unilateral que nos considera un salvaje que tiene que ser civilizado, con justificaciones jurídicas, políticas y incluso, legales, que ellos mismos determinan.
Como primeras naciones de las américas y dueños originales de todos los territorios, hemos despertado y ahora somos partes de la globalización. Nuestras comunidades aunque lejanas están siendo sitiadas por nuevas ciudades y proyectos económicos que llegan con nuevas costumbres y nuevas enfermedades, cambiando nuestra forma de vivir.
Pero, hay una nueva conciencia indígena que se desarrolla para los nuevos tiempos. Sabemos que como nosotros, están los blancos pobres y los afro-descendentes que también buscan una vida con dignidad para su familia, que muchas veces no tiene qué comer o dónde dormir.
Gracias a nuestro espíritu ancestral en la relación con la tierra y la resistencia de nuestros líderes, buscamos caminos para nuevas informaciones, mirando con mucha atención las señales transmitidas por esta nueva civilización y modernidad, por ejemplo, representación políticas y elecciones, juegos de fútbol, guerras y inclusos nuevas palabras como corrupción para ladrones, crimen organizado, medias verdades para la mentira, la destrucción del medio ambiente, la violación cultural y física contra los pueblos indígenas, los niños abandonados en las calles, la esclavitud, todas transmitidos incluso por la prensa más consciente, pero que se transforma casi en un cotidiano común que estimula nuestra omisión y anula nuestra indignación para reaccionar.
Tenemos, como hijos de pueblos tradicionales y soberanos, defender nuestras tierras como un patrimonio territorial con valor a un nivel alto de calidad de vida, que no puede creer cómo una sociedad quiere construir la paz en base a la guerra, marginando familias, sociedades y su soberanía en nombre del desarrollo. Una civilización que tiene estas bases de vida, no puede jamás asegurar un mundo mejor a sus futuras generaciones.
Si como pueblos indígenas tenemos la conciencia de nuestros derechos como primeras naciones y parte de la globalización, debemos afirmar con responsabilidad y solidaridad, que la paz mundial no será construida en base de guerras y entonces, no podemos aceptar la guerra en Iraq y tampoco, la violación contra los hermanos en el Tibet.
La guerra promueve odio, muertes, destrucción que van en sacrificios de familias y de otro lado, tenemos que pensar quién está teniendo lucros con estas catástrofes: ¿las industrias bélicas? ¿el petróleo? ¿el control geográfico? ¿los Juegos Olímpicos?
Ante toda esta reflexión, creemos que nosotros los Pueblos Indígenas aunque con cambios climáticos, cambios culturales, pero con fuerza espiritual, tenemos que ayudar a la humanidad moderna a encontrar los caminos de respeto al medio ambiente, la diversidad humana, generando una sociedad capaz de promover una nueva forma de convivencia humana, una relación comercial con equilibrio ecológico, económico y calidad de vida.
Y entonces, nuestras mujeres indígenas van poder buscar sus flores en nuestras tierras para hacer más hermosa nuestras casas, nuestras familias y nuestros corazones, igual como un pájaro que vuela para buscar uno a uno un pedacito de palo, hoja y hacer el confort de su casa
¿Un poema? Quizás, sí, pero con la realidad indígena, de que ¡todavía hay una razón de vivir!
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* Marcos Terena es un indígena de Brasil, del chaco en el estado de Mato Grosso do Sul.