Por Gil Inoach Shawit*
Recuerdo que en los años 80 la Empresa Nacional de Comercialización de Insumos (ENCI) y la Empresa Comercializadora del Arroz (ECASA) eran el referente principal del campesinado, a los que veían como una oportunidad para desarrollar el agro en la selva, principalmente en el rubro de producción de maíz y arroz.
Apenas se instalaron los molinos en Nauta, Yurimaguas y posteriormente en Lagunas, la gente del campo se dedicó a la siembra de maíz y arroz. Los ribereños daban productividad en el verano. En las extensas playas del Huallaga y el Marañón, las riveras se enverdecían de cereales, con muñecos rojos que servían como espantapájaros en medio de extensas chacras.
Las comunidades indígenas de Alto Amazonas y los de la actual Provincia de Datem, en el Marañón, no se quedaron cruzados de brazos. Organizaron un sistema de producción y comercialización de arroz y maíz en las cuencas del Cahuapanas, Morona, Potro, Apaga y Yurapaga con una producción que en su mejor momento llegó entre 500 y 750 toneladas de grano al año.
Los comuneros nunca habían pedido nada al gobierno de turno. Solo bastó que hubiera un mercado y al filo de hacha y machete ellos se encargaron del resto.
Efectivamente, la capacidad adquisitiva de la población se incrementó cinco veces y las nóminas de matrícula en las escuelas primarias marcaron su punto más alto debido a que los padres de familia tenían cómo cubrir el costo de los materiales escolares. Las mamás comentaban en las tardes el cuidado que tenían que realizar en sus chacras frente a los predadores que se comían los polluelos y presionaban a sus esposos para aumentar el gallinero ya que un efecto paralelo a la producción de arroz y maíz fue el incremento masivo de las aves de corral.
Esa gente de las comunidades indígenas que, ahora son el objeto de la metáfora de perro del hortelano ensayada por el Presidente Alan García, demostraron en su oportunidad que son mano productiva y generadora de riqueza siempre y cuando también el Estado, haga por su lado, los esfuerzos complementarios que les corresponde.
Con el cierre de ENCI y ECASA, toda la producción se fue abajo y con la liquidación del Banco Agrario -que era la entidad a través de la cual estas empresas pagaban al productor- se esfumó la ilusión colectiva de los pueblos marginados.
No fueron los indígenas responsables de esta quiebra sino la incompetencia de los funcionarios y de los políticos del que siempre ha sido víctima el Estado peruano.
El Banco Agrario mayormente otorgaba créditos con favores políticos al intermediario que se hacía pasar por campesino productor cuando en realidad eran habilitadores que entraban a regatear la producción en las comunidades para luego aparecer, con toneladas de cereales, en los puertos de Nauta, Yurimaguas y Lagunas.
Una vez más, los indígenas habían demostrado que si un mercado le era cercano a sus posibilidades, las limitaciones geográficas no eran impedimentos para llegar a él. Los indígenas evadieron las estafas de estos intermediarios organizándose por sí solos en bazares comunales con el apoyo de profesores de la comunidad, implementando mecanismos de trabajo económico y equipándose de medios de transporte como aquellas embarcaciones famosas: Wampi (Dorado), Sugka (Gallito de las Rocas), Ugkum, etc. que ahora quedan en el recuerdo.
Señor Presidente. ¿Usted conocía esta historia silenciosa de los indígenas que demostraron que una parte de las tierras que poseen son para producir? Y cuando se les cortó a ellos el mercado ¿qué cree que pensaron como afectados? ¡APU mezquino! porque no conocían la figura del perro del hortelano, pero si se acuerdan de los paquetazos de su gobierno.
Cuando se les informó a las autoridades comunales que el gobierno de Alan García esgrimía una teoría bajo el cual ponía en riesgo la integridad territorial de las comunidades indígenas, se les escuchó decir: "Para gobernantes poco sensibles que, a decir verdad, solo te hacen probar para después quitarte, a ellos que hay que decirles, los amos del perro del hortelano".
Se cuestiona la capacidad productiva y el uso que dan a sus tierras las comunidades nativas. Unos dicen que no hay que seguir otorgando más tierras a los indios por que no la saben trabajar. Claro, ese sector tiene mucha razón en su lógica, porque su verdad está en hacer plata, pero no se han puesto a pensar que las tierras que poseen las comunidades no solo están destinadas a hacer plata, sino principalmente para hacer vida.
Los indígenas son sociedades a quienes el Estado les ha arrebatado su territorio, que les otorgaba integridad a su identidad cultural como pueblos milenarios. El colocar a estas sociedades como segunda prioridad en el desarrollo del país, sin pensar en su derecho de crecer como pueblos, constituye una violación flagrante de la Constitución Política del país y una falta de compromiso de los tratados internacionales asumidos por el Estado peruano.
Una desesperada salida que busca el gobierno es pretender frenar la reivindicación territorial de los pueblos indígenas y limitar el usufructo campesino-ribereño de las tierras amazónicas; y con este corte ofrecer a los inversionistas las supuestas áreas libres para de esa manera dejar a un lado al perro del hortelano.
Esas intenciones saltan a la vista en los proyectos de ley 1770 y 1900 que el Ejecutivo y la bancada aprista presentaron respectivamente ante el Congreso, declarando de interés público nacional la formalización y titulación de predios rurales, entre ellos las comunidades campesinas y comunidades nativas. Mientras que el Ejecutivo propone que el proceso de formalización de tierras de este sector de la población debe tener una duración de 4 años, el Congreso propone un año, como intentando sortear alternativas de plazo en caso surgiera protesta de la población afectada.
Dos visiones acerca de la pobreza
Siguiendo el enfoque de la lógica citadina del Presidente, nadie puede vivir sin dinero en la ciudad. Cuesta el agua, cuesta la luz, cuesta pagar el arbitrio, la comida, la salud y todos los servicios habidos y por haber, porque todo funciona en base a la circulación de moneda.
En las ciudades que he recorrido tuve siempre la curiosidad de observar los indicadores de mejores niveles de vida. Por supuesto, en Lima, la ciudad donde paso más tiempo con mis idas y venidas, hasta ahora no deja de sorprenderme que una enorme masa de la población vive en extrema pobreza. En 2004, el diario El Comercio reveló que según UNICEF y el INEI, 2 de cada tres niños menores de 5 años viven bajo la línea de pobreza.
Me pregunto. ¿Acaso esta pobreza se superará solo con el dinero? ¿Por qué cuanto más se eleva el presupuesto nacional, la pobreza pulula con más visibilidad en el sector de los ciudadanos de a pie?. ¿Alguien no deja comer? ¿Será acaso todo por culpa de la amazonía, supuestamente libre y ociosa?.
En contraste, en la amazonía, declarada como uno de los nichos tradicionales de pobreza, he visto desde mi niñez que ninguna familia indígena mendiga en su comunidad. Toda la familia, sin distingo de niveles sociales, comen y comparten lo que tienen, hacen trabajos conjuntos en reciprocidad. Los niños de 5 a 12 años pasan bañándose todos los días en el río sin costo alguno. El agua es para todos, la comida y la bebida es parte de la relación social, la gente comparte todo gratuito en las comunidades indígenas.
El indígena amazónico y su territorio
Los indígenas cuidan, protegen sus territorios y lo tienen en constante uso para distintos fines. Por si algún político o algún empresario no está enterado, las tierras que tienen las comunidades y los recursos que en ella se encuentran proveen de alimento a la gente, así como de materiales para hacer sus viviendas e insumos para fabricar sus utensilios.
Obtienen asimismo plantas medicinales y otras especies forestales para desarrollar y cumplir sus calendarios anuales y orientar su actividad de acuerdo a las estaciones del año. En la naturaleza encuentran los lugares sagrados, que son fuentes de fortalecimiento espiritual, tierra para sembrar, espacios de recreación, etc. Es decir los indígenas vivimos en plena convivencia, con un programa de vida en armonía con la naturaleza.
¿Dónde están entonces las tierras de las comunidades nativas ociosas, sin ser utilizadas o es que se sigue con el complejo de que una tierra trabajada debe estar sin bosque?.
En un trabajo de evaluación interna realizada en una comunidad indígena del distrito de Manseriche, los comuneros valorizaron que cada habitante de 10 años para arriba consume alimentos por un valor de S/. 6.00 (seis nuevos soles, equivalente aproximadamente a dos dólares USA) como promedio diario mínimo; esto, sin tener empleo ni otro ingreso que la tierra y el bosque que posee.
El Presidente mitifica la forma de uso de las tierras indígenas como una práctica improductiva, destacando que solo el uso económico a través de concesiones de tierras eriazas y empobrecidas salvará la suerte inerte de la amazonía haciéndola productiva, como dejando entrever una posible reversión al estado de las tierras ociosas del "perro del hortelano".
"Un perro guardián de huertas, que no sabe cazar, no puede compararse con un perro del monte que vive de su caza y de sus habilidades" |
Pero repito. La población indígena no es ningún perro del hortelano. Defienden sus territorios como un empresario defiende a sus activos económicos, porque su vida depende de lo que tiene adentro, porque lo usa de manera constante y no es que no comen ni dejan de comer. Todo lo contrario, las comunidades viven de sus tierras y de sus bosques. Un perro guardián de huertas, que no sabe cazar, no puede compararse con un perro del monte que vive de su caza y de sus habilidades.
Las comunidades viven y comen de sus tierras y su bosque con las habilidades propias de su raciocinio cultural, sin pedir limosna al Estado para sobrevivir, ni formando nichos de asistencia social para fines electorales.
Esta práctica de vivir del monte ha dado como fruto que el bosque se mantenga casi intacto hasta ahora, como un capital funcionando con óptima rentabilidad, con efectos altamente positivos para la humanidad y el mismo planeta, que aún tiene reservas para seguir dando vida a millones de personas.
No se le ocurra señor Presidente promulgar una ley que les recorte a los indígenas este derecho a la vida que sobrepasa el derecho económico de pocos, para incrementar el empobrecimiento de miles.
Algunos vicios a superar
Tenemos a la actividad petrolera sin aplicación de los estándares internacionales permisibles cuyo impacto envenena las vertientes de agua, degenera la tierra, extermina los recursos hidrobiológicos y empobrece a la población llevando a la muerte, sin que las autoridades digan algo.
Es el caso del río Corrientes y el pueblo Achuar. Las pruebas de análisis de sangre y los resultados con alto contenido de cadmio y plomo en la sangre de 199 personas lo tiene la Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA). En 35 años de explotación de petróleo, este pueblo quedó en extrema pobreza hasta que ya no pudo resistir más y explosionó.
Para generar riqueza el país debe pasar por mejorar su competencia, limpiando y organizando la casa de la bacteria de corrupción, descentralizando las competencias y fiscalizando sectores que cumplen roles estratégicos, todo esto acompañado de una reforma del Estado que tanta falta hace.
No olvidemos que el contralor Matute reveló en 2004 que el país perdía el 15 por ciento del presupuesto nacional en corrupción, lo cual equivalía en ese tiempo a 6 mil millones de soles.
Hablando del presupuesto nacional, ese mismo año, un diario reveló que las grandes empresas económicamente productivas, entre los cuales están las industrias petroleras, en su conjunto solo aportaban el 15.48 por ciento del presupuesto nacional, mientras que la mayor fuente de recaudación se registró en el Impuesto General a las Ventas (IGV) con 50.03 por ciento.
Es decir, que el que aporta más es la población y las pequeñas empresas, más no las transnacionales como sostienen muchos y con este cuento se quiere justificar la invasión de la amazonía.
En el año 1998 el Estado otorgó 34 lotes petroleros en la amazonía, equivalentes a más de 21 millones de hectáreas para la exploración y explotación petrolera. En el 2002, el régimen de aquel entonces declaró como bosques de producción permanente a las regiones amazónicas de Madre de Dios, Ucayali y Loreto con una extensión de 21394,369 hás.
En esas áreas del bosque se otorgó 7´300, 831 has. a las empresas madereras con 584 contratos en total. ¿Dónde está la producción de madera de estos concesionarios? ¿Por qué no se incrementa la producción de madera y no podemos superar la valla de los 200 millones de dólares que exporta el país?.
La realidad es que esos madereros solo se dedicaron a "blanquear" la caoba, el cedro y otras contadas especies bien cotizadas teniendo de fachada sus grandes concesiones, en colusión con algunos funcionarios del Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA).
El perro del hortelano es el mismo estado que no come y no deja comer a los peruanos de a pie, pero sí deja comer a sus funcionarios que se aprovechan de él para llevarse los 6 mil millones de soles en corrupción, al igual que a las transnacionales que gozan de estabilidad tributaria en perjuicio del empresario menor que paga el impuesto general a las ventas (IGV) pese a los maltratos del Estado.
Me pregunto: ¿dónde y en qué parte de la amazonía están esos supuestos 8 millones de has. empobrecidas y abandonadas, como en una oportunidad declaró el Ministro de Agricultura? A decir verdad, aquellas tierras empobrecidas son las tierras ganaderas que tienen dueño. Las otras tierras, supuestamente ociosas, son las cedidas en uso a las comunidades nativas.
¿Se les quiere quitar esas áreas cedidas en uso a las comunidades nativas? Señores, esas tierras bajo ninguna norma se deben declarar como abandonadas. Recordemos que el Perú es signatario del Convenio de la Diversidad Biológica y el mundo le debe mucho a los indígenas que sin hacer ninguna inversión financiera tienen como fortaleza haber potenciado el complejo los complejos ecosistemas que se hallan intactos en gran parte de la amazonía.
Promoción del desarrollo comunal
Lo que el Presidente debe hacer es promover que las comunidades desarrollen sus habilidades mediante transferencia de tecnologías apropiadas e incentivar la transformación de los productos locales, dándoles valor agregado para que se oferten de manera competitiva en el mercado nacional e internacional.
No estamos hablando de gastar pólvora en gallinazos, sino en base a las experiencias que ya se están dando, por ejemplo, con los recursos forestales. La realidad nos indica que es cada vez más creciente la formalización de las actividades forestales en territorios comunales, incluyendo las áreas cedidas en uso.
En la provincia de Datem del Marañón, Atalaya, Satipo y la región Madre de Dios, las comunidades indígenas están implementando estrategias de desarrollo forestal con el manejo diversificado de las especies en la perspectiva de certificar sus bosques.
Con la asistencia técnica de las organizaciones no gubernamentales (ONG) solidarias, a quienes el régimen las ha tildado de "rojos disfrazados de verdes", se ha iniciado un proceso de acceso al mercado de más de 50 comunidades con la venta de madera transformada, disminuyendo la presencia de intermediarios que fomentan la tala ilegal. En efecto, es casi masiva la demanda de las demás comunidades que solicitan ser asistidas frente al escaso recurso técnico que no se abastece para atender a cientos de comunidades en toda la amazonía.
En alto Amazonas, para ser mas específicos en el distrito de Balsapuerto, el pueblo Shawi está organizándose en cooperativa de producción para manejar sus piscigranjas y los recursos de pan llevar, y así librarse de la presión económica extractivista que empobrece a la población.
He visto en dos años, cómo una iniciativa de trabajo con 40 familias en el rubro de piscigranja aumentó a 300 réplicas con una producción que alcanza 800 kilos de pescado por piscigranja en cada cosecha.
Además, en Paranapura, los Shawi ya cuentan con dos establecimientos turísticos en un circuito que incluye las famosas piedras de Cumpanamá con atención amable de los mismos indígenas. En estos momentos están organizándose para fijar sus centros de acopio y concentrar sus productos agrícolas en el nada despreciable mercado local de Yurimaguas.
Conozco otro caso en el río Santiago, región Amazonas, donde 20 comunidades indígenas, también asistidas por ONG solidarias, han logrado distribuirse 170 mil plantones de cacao y reforestado 4 mil plantones de árboles maderables.
Como se verá en el largo plazo, con el aumento de la población indígena las tierras que actualmente poseen serán muy pocas y no es posible que en una visión corto placista se condene a los indígenas limitándoles sus posibilidades de crecer sosteniblemente en el futuro como pueblos.
Finalmente, y recapitulando lo señalado anteriormente, el artículo del Presidente García responde a intereses de un solo sector. Los indígenas también quisiéramos escucharle un discurso que responda a nuestras prioridades, que entienda que nuestra pobreza no es precisamente en los términos y los indicadores con que lo miden los tecnócratas desde sus gabinetes.
Por un desarrollo inclusivo basado en la educación
Tener ingresos económicos es un derecho, pero es más digno promover una producción económica como fruto de una educación eficiente y tecnológicamente competitiva, capaz de fortalecer la soberanía nacional, que andar con cabeza gacha, trabajando para otros a cambio del sueldo mínimo vital.
A los empresarios peruanos les decimos: ¡Ya no más trampas lavando maderas de la amazonía, estafando o utilizando las guías de las comunidades indígenas! A los organismos fiscalizadores de los impactos ambientales: ¡Ya no más... con silencios cómplices mientras los Achuar del Corrientes mueren de tóxicos químicos que producen las empresas petroleras!.
Al estado peruano y a sus gobernantes les pedimos más educación, fortalecer las universidades del país con mejores profesionales, más facilidades para la especialización de los docentes, más apoyo a los científicos peruanos y personas intelectualmente competitivas, reforma de la educación mucho más profunda de lo que se intenta actualmente.
A los indígenas o no indígenas les podemos decir que el desarrollo más duradero será de todo lo que venga de la educación, la ciencia y la tecnología. El dinero es un instrumento necesario pero no es lo más imprescindible para sacar a nuestro país de la pobreza.
Cuanta más educación e instrucción tengamos seremos libres, y con la libertad convertiremos al Perú en una potencia capaz de tratar sus intereses en condiciones de igualdad.
El Instituto Nacional de Desarrollo de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuano (INDEPA), que ahora revirtió su situación, gracias al gesto desprendido del Congreso, sea la instancia llamada a gestar las propuestas indígenas en políticas públicas y qué mejor entendido en materia que sean los propios indígenas que ayuden a fortalecer la presencia del Estado desde ésta instancia en las comunidades, en un trabajo estrecho con las organizaciones indígenas mas representativas del país.
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* Gil Inoach Shawit, es indígena del pueblo Awajun y se desempeñó como Presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) durante dos periodos, de 1996 al 2002.