Por Magdalena Gómez
La Jornada.- Gracias al decidido actuar de los pueblos indios se ha dejado atrás la nada loable celebración del llamado Día de la Raza, y en su lugar proponen que se denomine día del genocidio.
Al respecto, Guillermo Bonfil (1935-1991) señaló:
los que tal vez no la gocen ni encuentren motivo de satisfacción son los indios. Para empezar, no entenderán que se hable del descubrimiento cuando sus antepasados llevaban milenios en estas tierras. Si hubo descubrimiento aquel 12 de octubre, fue el indio el que descubrió algo. Por ejemplo: que sus tierras originales no eran suyas, sino de un señor que se llamaba la Corona; que sus dioses no eran ciertos; que su piel cobriza era signo de inferioridad y motivo de discriminación; que él y todos sus ancestros habían vivido en el pecado; que de entonces en adelante debía llevar otro nombre, un nombre cristiano, de gente pues; que era indio. Experimentó, más que supo, que entraba en otra historia, sujeta a leyes económicas, políticas y sociales diferentes, sobre las cuales no tenía el menor control. Algo más: que entraba por la media puerta de abajo, como los perros. Y aquello duraría... lleva casi cinco siglos (unomásuno, 12 de octubre de 1979).
En 1992 los estados de Iberoamérica sin ningún pudor se dispusieron a celebrar el encuentro de dos mundos, mientras la parte indígena se plantó con su rechazo absoluto al festejo oficial del Quinto Centenario. Con propuestas y programas de lucha dejaba las meras manifestaciones simbólicas anuales frente a las estatuas de Cristóbal Colón.
Dentro de los múltiples posicionamientos, resultante del primer Encuentro Continental de los Pueblos Indios, realizado en julio de 1990, destaca la Declaración de Quito, en la cual se incluye un balance crudo y crítico de lo que ha sido la relación con los estados, fija una postura unitaria con otros sectores sociales, hace un deslinde con organizaciones indígenas no representativas y, sobre todo, el desglose de un proyecto político propio que se ancla en la defensa de los territorios y la libre determinación. Destaca en su plan de acción el rechazo a las políticas de privatización respecto a recursos naturales y la injerencia del Fondo Monetario Internacional.
Si acercamos la lupa a cada país encontraremos procesos de lucha que lograron reconocimientos de derechos en las respectivas constituciones, pero, independientemente de la profundidad y alcance de los mismos, aparece también una falta de justiciabilidad de tales derechos, la escasa reglamentación y un avasallamiento por las normas relativas a privatización de recursos naturales y los acuerdos metaconstitucionales de los estados para dar entrada al capital trasnacional, con el agravante de que de manera creciente se criminaliza la protesta social al ubicar a los movimientos con el lente de la seguridad nacional.
A este 12 de octubre se llega con la aprobación de la Declaración de derechos de los pueblos indígenas en la Organización de Naciones Unidas (ONU), elaborada y promovida con participación indígena, en la cual se reconocen derechos ejes como es la libre determinación. Pues bien, ya se desató la oleada de propuestas oficialistas para ubicar todos sus programas, los que ya venían realizando, bajo el discurso de la Declaración. Así que a las organizaciones indígenas representativas –las que tienen trabajo de base, independientemente de que asistan a foros internacionalesles corresponderá definir los parámetros de aplicación del referido instrumento internacional. De no hacerlo dejarán abierto el camino para que impere la lógica de las buenas prácticas, lenguaje suficientemente ambiguo para otorgar comodidad a los organismos internacionales y a los propios estados. Más de lo mismo.
En los próximos días se realizarán importantes encuentros continentales; destacan el convocado por Evo Morales, presidente de Bolivia, a raíz de la aprobación de la declaración referida, así como el que promueven el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Congreso Nacional Indígena denominado Encuentro de los Pueblos Indios de América a realizarse en Vícam, Sonora, del 11 al 14 del presente. Será importante analizar la composición y representatividad de ambos actos, lo ideal sería que las organizaciones latinoamericanas tuvieran presencia en los dos, pero dependerá de las políticas imperantes dentro de ellas.
Un indicador será la posición que adopten respecto a la Declaración recientemente aprobada: ¿se cargará de sentido y significado con orientación institucional?, ¿se abrirá un plan de reclamo de aplicación nacional derogando todas las normas nacionales que la contradicen?, ¿será declarada letra muerta?, ¿será omitida incluso como referente?
Los encuentros pueden expresar dos polos: el de Evo, proclive a la gestión y participación prioritaria en espacios internacionales de la ONU, combinado, en algunos casos, con el trabajo nacional de base, y el zapatista, centrado en la construcción de autonomías desde abajo y más cercano a foros altermundistas. Ojalá que tiendan puentes entre sí, al margen de sus diferencias.