Foto: Emmanuel Audelo
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Por Liliana Alcántara
En la tierra de donde ella es originaria, Tenejapa, Chiapas, la tercera parte de la población es analfabeta. Ahí, sólo 8 por ciento (2 mil 500 personas) de los 33 mil habitantes tienen estudios posteriores a la primaria, y de ellos sólo 500 son mujeres.
Griselda Guzmán Girón presentará este lunes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para obtener el título de licenciada en Enfermería y Obstetricia.
Su mérito es triple por ser mujer, indígena y originaria de un pueblo donde el ser pobre es lo común, y profesionista lo extraordinario.
Los deseos por estudiar los obtuvo por herencia, pues su madre también rompió con los estereotipos de la mujer mexicana de la zona rural: estudió hasta tercer semestre de bachillerato, y se separó del padre de sus hijas porque la obligaba a permanecer en casa a cargo de las labores del hogar.
"Yo pienso que la mujer también tiene derecho a superarse", expresa doña Florencia mientras limpia con delicadeza el diploma universitario de su hija Griselda.
Esta joven de 24 años está satisfecha por sus logros profesionales, pero le aturde el hecho de que su lengua materna, el tzeltal, apenas si la habla, pues la falta de práctica le impide comunicarse con los suyos de manera fluida.
"En nuestro país se debe mantener la lengua materna. Las escuelas deben hacer lo posible para que haya educación bilingüe y no se pierda parte de la diversidad cultural", considera Griselda.
Doña Florencia regresó a casa por sus hijas para que pudieran estudiar la primaria. Y así inició la vida académica de la joven chiapaneca.
"Llegué a tener dificultades económicas y estuve a punto de abandonar los estudios, pero siempre pasaba algo que me dejaba continuar".
Cuando ingresó a la preparatoria tuvo que trabajar vendiendo café con su mamá en las calles.
Decidió estudiar enfermería y obstetricia "para ayudar en mi comunidad". Sabe que los habitantes de su tierra tienen que caminar varias horas para llegar a un centro médico, y que prevalece la idea arraigada entre los hombres de que a sus mujeres no las puede tocar ni revisar ningún médico "porque su cuerpo es algo muy íntimo".
Por esa razón es que hizo el servicio social en su comunidad. Durante un año, junto con otros 15 estudiantes de la UNAM, participó en la organización de pláticas y talleres con mujeres y niños sobre la importancia de la educación para la salud.
"Les dijimos que era importante que se hicieran revisiones aunque no estuvieran enfermas, y a los niños les inculcamos que es necesario tener una buena higiene en general para prevenir enfermedades".
Pero, además, en la primaria Belisario Domínguez, en Chenalhó, dio pláticas sobre el uso de anticonceptivos, por petición de los profesores.
"Nos dimos cuenta de que la mayoría no conoce los métodos anticonceptivos. No saben que el uso del condón puede prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Fue gratificante darles esa información y con uno o dos niños que se hayan quedado con ese aprendizaje me quedo satisfecha".
En su pueblo, los adolescentes se casan entre los 12 y los 15 años de edad. A los 20 años llegan a tener entre dos y tres hijos.
Hace dos años y medio, antes de que terminara su carrera, Griselda se inscribió al Sistema de Becas para Estudiantes Indígenas de la UNAM a fin de poder titularse.
Su tesis habla sobre la participación del especialista en enfermería y obstetricia en la educación para la salud con base en la experiencia que obtuvo en su servicio social.
Sus planes a futuro son estudiar una maestría, pero sobre todo regresar a su tierra para ejercer su profesión.
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Fuente: El Universal, Sociedad, pag. A22
Recibido de LCC Gabriela Gómez Ortiz, Difusión del Programa Universitario México Nación Multicultural
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)