Hoy más que nunca los indígenas del Perú estamos en proceso de reafirmar nuestra identidad cultural como pueblos para conocernos mucho más (a pesar de ser indígenas aun no nos conocemos bien). Esto nos permitirá interactuar sin prejuicios ni menoscabos de adentro hacia fuera, para redefinir nuestros horizontes y nuestros paradigmas de reivindicación,
los que se alimentarán con los sueños e ideales de millones de cuerpos indígenas diseminados en distintas partes que vienen haciendo camino y señas para la eclosión de un ideal mucho más humano, equitativo, solidario y sin rencor; sino capaz de integrar a la sociedad peruana y reconquistar a los mismos indígenas que viven en distintas urbanidades, para crecer en número y para vivir bien.
En tal sentido, una aspiración permanente del indígena es que seamos entendidos en nuestro mundo real sin la necesidad de maquillarnos ni disfrazarnos ante la sociedad moderna. Esto, implica que el estado tenga políticas no de hacer el favor a los pueblos enclavados en los andes y en los frondosos bosques de nuestra amazonía; sino, que la atención al indígena sea una obligación y por derecho, por haber sido los verdaderos propietarios y habitantes del inmenso territorio sobre el cual habitamos.
Exigimos que no se siga concibiendo de que Lima hace el favor de cobijarnos y Lima hace el favor de gobernar para los indígenas; sino, buscamos en el futuro a gobernar en alternancia, en donde nosotros también tengamos la oportunidad de equivocarnos y también la oportunidad de gobernar para los otros más.
En este mismo horizonte social se busca por el momento que también los indígenas tengan la oportunidad de ejercer los más altos cargos en la sociedad no porque son indígenas, sino porque también en una sociedad democrática el poder se comparte, de lo contrario se sigue dividiendo a la sociedad en frentes, en la que otros han nacido para gobernar y otros para ser gobernados.
Si eso continúa, entonces, esta vieja forma de seguir haciendo de la democracia un cuello de botella obligará a los indígenas a que lleguemos por otros medios en un futuro mediano. Esto es lo que a menudo se viene discutiendo en las distintas organizaciones desde lo comunitario hasta en los niveles locales, regionales y nacional; es decir, hacer un gran movimiento indígena incluso no solo nacional sino sudamericano.
Si el estado representativo se da cuenta a tiempo y pasamos de la teoría a la práctica de la solidaridad, el respeto por el otro y fundamentalmente en lo moral; pues como estado habría cumplido en juntar y generar un clima de armonía en el variopinto social. No se puede seguir admitiendo a un país con más de 8 millones de indígenas que no tengan la oportunidad de gobernarse asimismo desde las instancias mas altas de decisión, éstas son las formas mas claras de inequidad, de marginalidad y de exclusión que puede cometer nuestro estado a pesar de ser consciente y letrado.
Por ello pensamos que no se quiere un gobierno a favor de los indígenas, sino se exige gobernar entre las distintas racionalidades, para buscar puntos de armonía, de justicia, en la que nuestra nación como país sea fuerte, con identidad, distinto, capaz de ser competitivo y de calidad dentro de los distintos enfoques del desarrollo humano.
En síntesis buscamos que la intercultutralidad no sea un discurso para quienes ya por historia misma han sido y siguen siendo interculturales; sino para aquellos que creyendo que son desarrollados atropellan derechos, dignidades de los pueblos. Una sociedad justa implicaría tener respeto por el otro en sus propias concepciones y que la interculturalidad no sea unilateral para seguir sojuzgando a aquellos que con la aparición de la moneda fueron disminuidos; si fuera el caso se estaría repitiendo la historia que sólo los indios aprendan a respetar al otro y que sean tolerantes frente a los atropellos continuos que se dan en la vida real de las comunidades indígenas.
Entendemos por ello que, para vivir en armonía, primero los que creen que son modernos los pongan en la práctica; es decir, no nos miren con pena ni nos traten de pobrecitos, subdesarrollados, incipientes; sino reclamamos que nos traten como humanos, como personas, como hombres que podemos transformar nuestra vida misma y la de los demás para una vida mas justa entre los que creen que han venido a la tierra a gobernar. Por esto, una forma de empezar con lo manifestado, sería que el que dirija el INDEPA sea un indígena comprometido porque se trata de nosotros los que queremos avanzar y no de quienes quieren hacernos el favor.