El 5 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Mujer Indígena, instituido el año 1983 durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tihuanacu (Bolivia). La fecha fué escogida porque un día 5 de setiembre muere Bartolina Sisa, una valerosa mujer quechua que fué descuartizada por las fuerzas realistas durante la rebelión anticolonial de Túpaj Katari en el Alto Perú, hecho sucedáneo de la gran rebelión que protagonizara Túpac Amaru y su valerosa compañera, Micaela Bastidas, en todo el sur andino (1780-82).
La mujer indígena es portadora vital de la herencia cultural, la que enseña la lengua ancestral a los hijos e hijas, la que continúa con las tradiciones, la que resiste las diferentes formas de violencia estructural precisamente por su triple condición de excluída: ser india, ser pobre, ser mujer.
La sobrevivencia de nuestros pueblos se debe en gran parte a la lucha anónima y tenaz de las mujeres indígenas; sea en el campo o en la ciudad, ellas desempeñan un papel fundamental en la lucha contra la pobreza, el hambre y la exclusión social y étnico-cultural, y hacen posible el mantenimiento de la unidad familiar sobretodo en el medio rural.
La mujer a través de la historia del Perú se ha descrito a través de ejemplos paradigmáticos como Mama Ocllo y Mama Huaco (arquetipos míticos de la mujer hogareña y guerrera de los tiempos fundacionales), Micaela Bastidas, o María Parado de Bellido, sin embargo la identidad de las mujeres se ha forjado y se forja en los contextos más amplios de la realidad cotidiana, de las costumbres y de los roles ejercidos en consonancia con un sistema complejo de organización.
En el Tahuantinsuyu, la mujer era respetada por su rol en la reproducción biológica, social y económica, pues participaba activamente en los diferentes modos de producción que generaban los excedentes necesarios para que el inca estableciera sus relaciones de reciprocidad (por ejemplo, en el campo trabajando la tierra, en los Acllahuasi(1) tejiendo finos cumbis(2) para el intercambio de lealtades sociales y políticas con los señores recién conquistados o con los guerreros o funcionarios destacados, o preparando la chicha para los rituales religiosos).
Por esas funciones, las mujeres, vinculadas cósmicamente a la luna, y a la fertilidad de la Pachamama, tenían sus ritos y ceremonias, sin las cuales no había equilibrio complementario, producción ni reproducción cultural en los andes prehispánicos.
Hoy en día, la problemática de la mujer indígena en la ciudad y las comunidades andinas y amazónicas abarca directamente los aspectos centrales de nuestro desarrollo como país: la política económica, agraria, educativa, de salud, vivienda, los derechos humanos, etc.
Pese a los siglos transcurridos de constante exclusión, la mujer indigena sigue persistiendo y transmitiendo vida a los pueblos originarios del continente; y es a la vez portadora de esperanza para el rescate y visibilización de nuestros pueblos amenazados.
Sus mecanismos de cambio y resistencia, sus procesos de constitución de identidades personales y colectivas, y las mediaciones que deben ejercer entre identidad y acción, las hace encarar los retos urgentes de los tiempos actuales, a través organizaciones que trabajan y avanzan para que puedan ser protagonistas, se capaciten y desarrollen facultades de liderazgo que les permitan ejercer plenamente sus derechos ciudadanos desde su propia especificidad étnico-cultural, y participar en la vida nacional como portadoras de un valioso legado cultural y social y como voceras de las demandas y propuestas de los pueblos originarios.