19 de abril.- Quizá el puesto era irrelevante hace una década cuando no se tenía una Ley Orgánica del Ambiente y los estudios de impacto ambiental apenas daban sus primeros pasos en Costa Rica. No existía la Secretaría Técnica Ambiental (Setena) y no se contaba con los recursos humanos calificados que pudieren hacer cumplir las normas ambientales. Y es que la toma de conciencia ha sido tan inesperada que incluso muchos se sorprendieron ante la gestación de la Estrategia de Conservación para el Desarrollo Sostenible (Ecodes) y ante la convocatoria a la cumbre mundial realizada en Río de Janeiro en 1992, que puso a correr a nuestra somnolienta Cancillería.
Habían quedado atrás las luchas por salvar de su destrucción las islas del Caño y del Coco, por la creación de parques nacionales a partir del ejemplo visionario del Dr. José María Orozco (el "Padre de los Parques Nacionales") por el rechazo a "levantar" el suelo del valle del General para entregar la bauxita a la ALCOA y la firme oposición a desgarrar el territorio nacional y acabar con el entonces potencial turístico de las zonas costeras de Puntarenas, Guanacaste y Limón, con la construcción de un monstruoso oleoducto con una capacidad diaria superior al millón de barriles de petróleo.
Sin resolverse quedan viejos problemas derivados del urbanismo desordenado y la recolección y tratamiento de la basura, mientras surgen nuevas amenazas ambientales como el engorde de atún, la temible contaminación de los acuíferos, la minería con cianuro, la sobrepesca, la deforestación remanente y la extinción de especies, tal y como se vislumbra pasará con la tortuga baula si no se detiene la matanza en altamar, mientras se sigue con el negocio de las expropiaciones.
Por ello creemos de la mayor importancia la gestión de un ministro del Ambiente y Energía que, sin necesidad de uniformarse demagógicamente de guardaparque, asuma el cumplimiento de sus responsabilidades con altivez, respeto y sin andar inventándose premios continentales. Y podríamos tenerlo con don Roberto Dobles.
Aclaramos que, lejos de arrogarnos un papel de consejero, sí queremos decir algo. Por ejemplo, nos preocupa la Setena. Y nos preocupa pues, pese a constituir la columna sobre la cual descansa el aparato ambiental costarricense, se ha convertido en la Cenicienta gubernamental que espera inútilmente por la magia de un hada madrina.
¡Así no puede funcionar! Su crónico desfinanciamiento le impide cumplir con su deber, por lo que las evaluaciones de impacto ambiental a veces dejan de ser los instrumentos idóneos para que los proyectos sean concordantes con el desarrollo sostenible. Y si a ello le sumamos la ingerencia de ministros y directores ejecutivos expresada a través de representantes en la Comisión Plena que no cumplen siquiera con los plazos y dedicaciones de ley, el panorama es más sombrío.
Además es fundamental que el futuro ministro del Ambiente y Energía, instancia de apelación de la Setena, se inhiba de emitir órdenes donde no caben, fomentando la desconfianza, obstaculizando aún más la función de la Setena y viciando procesos que han de ser diáfanos.
Por otro lado, habrán de fortalecerse las funciones de monitoreo ambiental, exigiendo a la vez, una mejor formación y mayor experiencia de los profesionales que suscriben las evaluaciones ambientales, los que en todos los casos deberían ser personas físicas. Con los instrumentos actuales (algunos muy recientes) es posible cumplir con responsabilidad las funciones de protección ambiental, por lo que no creemos posible ni necesario tratar de modificar la Ley Orgánica del Ambiente. Lo que es urgente, don Roberto, es otorgarle el respaldo político y financiero necesarios.
Una inversión anual de unos ø250 millones (en lugar de los ø75 millones actuales) traería consigo los réditos que estamos seguros llenarán de satisfacción al señor ministro de Hacienda, responsable al fin de los procesos de desarrollo.
Finalmente, sugerimos abandonar el desdén ministerial que ha privado en cuanto a la calidad y el abastecimiento de agua potable, ¡que también es un problema ambiental! que ha de ser atendido prioritariamente y que, en caso de aprobarse el TLC, se agravaría al aumentar la exportación de la cada vez más escasa agua pura. El techo en la legislación ambiental que conllevaría el TLC traería consigo mayores desafíos para el ministro del Ambiente, pero a ello nos referiremos en otra oportunidad.
* Freddy Pacheco es catedrático de la UNA, su correo electrónico es [email protected]