Por Leonardo Boff*
"¿Cómo construir una sociedad en la cual todos podamos vivir juntos, naturaleza incluida, en este pequeño y ya viejo planeta?.La cuestión es demasiado grave para dejarla únicamente en manos de los economistas. En lo que afecta a todos, todos tienen derecho a manifestarse y ayudar a decidir".
Paul Krugman, premio Nóbel de economía 2008 y uno de los más agudos críticos de la evolución de la economía mundial, escribió recientemente en un editorial del New York Times que los próximos tres a cuatro meses serán posiblemente los más importantes de toda la historia de Estados Unidos. Yo añadiría que tal vez los más importantes para el futuro de toda la humanidad. Es el momento de definir el curso de las cosas. De repente, la humanidad se ve ante la pregunta que tuvo una enorme resonancia en el Foro Social Mundial de Belém: «¿cómo construir una sociedad en la cual todos podamos vivir juntos, naturaleza incluida, en este pequeño y ya viejo planeta?».La cuestión es demasiado grave para dejarla únicamente en manos de los economistas. En lo que afecta a todos, todos tienen derecho a manifestarse y ayudar a decidir.
En los medios intelectuales crece la convicción de que el paradigma de la modernidad occidental, hoy globalizado, ha entrado en crisis por agotamiento propio y por efecto de la implosión. Es semejante a un árbol que ha llegado a su clímax y entonces cae fatalmente por haber agotado su energía vital. Así, digamos su nombre, el capitalismo ha alcanzado su fin en un doble sentido: fin como realización de sus virtualidades y fin como término final y muerte.
Lógicamente si seguimos las discusiones internas de los grupos organizados por la ONU -con nombres notables como Stiglizt, premio Nóbel de economía, y otros- para pensar alternativas a la crisis, nos damos cuenta de la perplejidad general. La tendencia es a reanimar a un moribundo con el neo-keynesianismo, forma suave del neoliberalismo, con una presencia más orgánica del Estado en la economía. Otros intentan la vía del ecosocialismo muy presente en el FSM de Belém. Es una opción prometedora, pero todavía no ha dado, a mi modo de ver, el giro completo que implica una nueva concepción de la Tierra como Gaia y la superación del antropocentrismo, confiriendo también ciudadanía a la naturaleza. Quieren, con razón, un desarrollo ecológicamente respetuoso de la naturaleza, pero todavía en el marco del desarrollo. Ahora bien, ya conocemos la lógica voraz del desarrollo. O mejor, necesitamos más una retirada sostenible que un desarrollo sostenible. Sería el comienzo de la realización del ecosocialismo.
Es decir, con los recursos técnicos, financieros y con la infraestructura material creada por la globalización, tendríamos posibilidades de socializar un modo de vida sostenible para todos. La Tierra, puesta en descanso sabático, podría autorregenerarse y sostenernos a todos. Viviríamos más, con menos. Pero, como somos culturalmente bárbaros y éticamente sin piedad, no estamos tomando esta decisión política. Preferimos tolerar que mueran millones antes que cambiar de rumbo. Y así, gayamente, continuamos consumiendo sin conciencia de que bien pronto, por delante, nos espera un abismo.
Podemos y merecemos un destino mejor. Éste no sólo es posible, sino necesario. Y es aquí donde los filósofos pueden ayudarnos. Have decenas de años muchos de ellos vienen afirmando que la excesiva utilización de la razón en función del lucro y de la mercantilización de todo, a costa del saqueo de la Tierra, nos ha llevado a la crisis actual. Para recuperar la salud de la razón necesitamos enriquecerla con la razón sensible, estética y cordial, en la cual se fundamenta la ética, y con una visión solidaria de la vida. Es lo que más se adecúa a la nueva fase del encuentro de culturas y de unificación de la historia humana. O proseguiremos por un camino trágico y sin retorno.
---
*Teólogo, filósofo y escritor nacido en Concórdia, Estado de Santa Catarina, Brasil. Es conocido por su apoyo activo a los derechos de los pobres y marginados dentro del marco de la Teología de la Liberación, y además al movimiento ecologista.
--
(Versión en Inglés)
Philosophy Can Help Us
Paul Krugman*, winner of the 2008 Nobel Prize for economics, and one of the most incisive critics of the evolution of world economy, recently wrote in a New York Times editorial that the next three or four months will possibly be the most important in the history of the United States. I would add that perhaps they will be the most important for the future of all humanity. It is the moment to define the course of everything. Suddenly, humanity faces the question that had enormous resonance in the World Social Forum of Belem: «how to build a society where all can live together, nature included, on this small and already old planet?».
The issue is much too grave to leave it only in the hands of economists. In that which affects everyone, we all have the right to offer opinions, and to help decide.
In intellectual circles the conviction is growing that the occidental paradigm of modernity, now globalized, has entered into crisis due to exhaustion, and as a result of an implosion. It is like a tree that has reached its climax and then falls, because it has exhausted its vital energy. Thus, to call it by its name, let's say that capitalism has reached its end in two ways: its end, as the full realization of its potential, and its end as its final conclusion and death.
If we follow the internal debates of the groups organized by the UN -with such notable names as Stiglizt, Nobel Prize winner in economics, and others- in thinking about alternatives to the crisis, we logically come to see a general perplexity. One tendency is to revive the corpse with neo-keynesianism, a mild form of neoliberalism, with a more organic presence of the State in the economy. Others suggest the path of eco-socialism, present in the WSF of Belem. It is a promising option, but, in my opinion, it has not yet taken the complete turn-around that implies a new conception of the Earth as Gaia and the overcoming of anthropocentrism, by also granting citizenship to nature. They want, not without reason, development that is ecologically respectful of nature, but they stay within the framework of development. However, we already know the voracious logic of development. What we need is a more sustainable retreat than just sustainable development. That could be the beginning of the realization of ecosocialism.
This is to say, with the technical and financial resources, and the material infrastructure created by globalization, the possibility exists of bringing about a way of life that would be sustainable for all. The Earth, given a sabbatical rest, could regenerate itself, and sustain us all. We could live longer, with less. But, since we are culturally barbarians and ethically without pity, we are not making this political decision. We prefer to tolerate the death of millions, before we change paths. And this way, we continue happily consuming with no awareness that fairly soon, ahead, an abyss awaits us.
We can have and we deserve a better destiny. Such a destiny is not only possible, but necessary. And it is here where philosophers can help us. For decades they have been saying that the excessive use of reason in function of profit and of the mercantilism of everything, at the expense of the pillaging of the Earth, has brought us to the present crisis. To recuperate the health of reason we need to enrich it with sensible, aesthetic and cordial reason, which is the foundation of ethics, and with a solidarity vision of life. It is what most fits the new phase of the encounter of cultures and of the unification of human history. Otherwise, we will continue on our tragic path, and with no return.