La gente no está muriendo en Ecuador de Covid, sino por el capitalismo
Por Santiago Roldós*
Embriagado por las brisas del Guayas, 15 de abril, 2020.- La gente en Ecuador está muriendo de capitalismo.
De pésimos servicios públicos y privados, no sólo de salud.
De falta de democracia y ausencia de justicia.
De corrupción e incapacidad de diálogo.
Sólo en redes, como las indígenas, o algunas cooperativas afros o montubias, o tribus urbanas, las sociedades se fortalecen.
(casi al margen de Occidente y su ciencia secuestrada, al menos desde Woyzeck, por las academias y las fuerzas armadas de las élites).
Mientras el estado ecuatoriano, como lo conocemos, camina hacia su disolución.
A cámara lenta.
Nos gobiernan pagadores de bonos de deuda externa en manos de tenedores locales de esos bonos que forman parte del mismo gobierno.
La disolución de este pequeño, tonto, corroído y colonial estado racista, sexista y clasista no alcanza a ser lo más grave.
Sino la agudización de la desigualdad y la miseria.
No importa cómo nos llamemos mañana.
La cuestión es que incluso o sobre todo el afecto deje de ser un privilegio.
En pleno Malecón y 10 de agosto, al pie de la Municipalidad de Guayaquil, lumpen-proletarias y lumpen-proletarios gritan su hambre, clamando piedad y compasión, o la fuerza suficiente para arrebatarle a quien sea, antes del toque de queda, lo que antes le arrebataron a él o a ella.
Somos una carnicería en descomposición.
Al ya no tener cal, en pueblos de la Península de Santa Elena, normalmente carentes de dispensarios y farmacias, cavan un hoyo y ahí mismo echan al cadáver, y la putrefacción de sus camposantos anuncia la prolongación de la hecatombe.
Mientras el vicepresidente hace campaña.
Y miles mueren de dengue, desnutrición o falta de tratamientos para el riñón.
El confinamiento supone el disciplinamiento de lxs más débiles y disidentes.
Lxs venozolanxs, en su interminable vía crucis de ida y vuelta de inmigrantes perseguidxs y criminalizadxs, son carne de cañón de abusos, extorsión y campos de concentración.
La violencia contra las mujeres, lxs niñxs, lxs diferentes, ya campeaba antes de la pandemia.
Las tecnologías de la represión política, económica y militar son preexistentes.
Antes del confinamiento, uno de nuestros canales ya pasaba en prime time la telenovela “Jesús”, producida por las mismas mafias evangélicas que llevaron a Bolsonaro al poder.
Concretamente por la segunda cadena más grande de Brasil, Record TV, propiedad de Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
Más oportuno, si cabe, será el estreno de su nueva telenovela de producción nacional: “Sí se puede”, historia de la primera clasificación de nuestra Selección a un Mundial de Fútbol.
Por lo visto en sus promocionales, el protagonista será uno de los pocos blancos en un equipo lleno de negros, con todo y subtrama de historia de amor heterosexual, “la mujer” como botín a disputarse por héroes con aspiración a blanquearse, etc.
Ideal para la campaña de reevangelización y reactivación de nuestra economía, normalidad y explotación.
La gente en Ecuador no está muriendo de Covid.
La gente en Ecuador está muriendo de patriarcado y religión.
Ubicada al noroeste de Sudamérica, al pie de un golfo que corona nuestro anchísimo y manso río Guayas, deshielo a lo bestia de la Cordillera de Los Andes.
Guayaquil se auto enuncia Perla del Pacífico.
De su preciosura da fe el que los libertadores de América, ni más ni menos, se la disputaran.
Queriendo recordarlo siempre.
Nuestros patricios oligarcas erigieron un memorial imponente.
Con el río como telúrico fondo del viril apretón de manos entre Bolívar y San Martín.
Sellando la paz entre sí.
Un momento histórico.
Según cuenta la leyenda, tras la guerra contra el imperio español tocaba el reparto entre las aristocracias criollas.
Y Guayaquil y su puerto eran o son unas piedras preciosas.
Y eso nos pone cachondxs.
A poetas, artistas, historiadores y periodistas de las clases privilegiadas.
En mito fundacional del valor de la ciudad como un botín.
Un mito sórdido, como todos los mitos, pero eficaz para la supervivencia entendida como competencia salvaje.
Años atrás, el teatro de la burguesía local encargó una obra que diletaba sobre la ficción de que Bolívar y San Martín también se peleaban por ver quién la tenía más larga, y se llevaba a la cama a Manuelita Sáenz.
Como si Manuelita no hubiera podido irse con los dos.
O como si los dos no hubieran deseado, en realidad, cogerse entre sí.
¿Por qué no?
Ni la clase media (tan poco) ilustrada de la ciudad soportó una ironía similar, cuando en 2005 Ilich Castillo ganó el Salón de Julio del Museo Municipal con una magnífica interpelación a la Historia como relato cerrado de intocables patriarcas.
Pero el mito falocrático del botín estaría incompleto sin la capacidad de resucitar más veces que Jesucristo y Lázaro juntos, cada vez que incendios y piratas acabaron con Guayaquil, para inmediatamente después gobernarla.
León Febres-Cordero, el pirata con más cara de pirata que he visto, vivió sus últimos años con un ojo completamente cerrado y un copete que parecía tricornio de bucanero.
Insolente recadero de la oligarquía antes de ser presidente fue la némesis de Jaime Roldós, y luego, cuando se convirtió en el dueño del país, de Abdalá Bucaram.
La diferencia es que con el primero nunca hizo negocio.
Y con el segundo, en cambio, fueron enemigos acérrimos a la vez que pareja de hecho.
Pactando cada vez que les dio la gana, mantuvieron el botín más o menos repartido mientras se hacían la guerra.
Aunque de distintas generaciones, se sabían desde el colegio, salesianos, como yo, del Cristóbal Colón.
Una escuela con nombre de asesino, himno lamentable y escudo con ave de rapiña, una cruz con un libro abierto y un emblema en latín:
Ad Superna Intenti.
Algo así como.
De eso se trataba / de eso se trataba la escuela.
Entendiendo que en Ecuador toda escuela, incluyendo las laicas y las ateas, son religiosas.
Aún o sobre todo tras el paso por el poder de los discípulos de Gustavo Noboa Bejarano y del actual arzobispo de Quito.
El mismo cura hipopótamo que, de joven, protagonizó mi cuento / columna sobre los retiros y convivencias de los pajeros Amigos de don Bosco, Amigos de Domingo Savio, Amigos de Rafael Correa, etc.
Grupos de reflexión cristiana, en realidad semilleros de enchufes, pasamanos y escaleras oligárquicas de futuro.
Te fichaban en el recreo, sin hablarte de Dios o de María.
“Te venimos observando hace tiempo -decían-, y creemos que tienes condiciones de líder”.
El resto es histeria.
Partido Social Cristiano.
Partido Demócrata Cristiano.
Alianza Bolivariana Alfarista.
Alianza País.
(y la amenaza expresa de su Mesías de jamás contravenir su catolicismo).
O el maldito PRE y su evolución Pokémon en FE, ganador en el reparto de la debilidad del actual gobierno, del control de los hospitales del Guayas.
¿Para cuándo una auditoría sobre eso?
¿Hasta cuándo nuestros foros de expertos harán la pantomima de la teoría económica en lugar de asumir que, así como Dalo Bucaram se llevó en peso la salud de Guayas, antes lo hizo la hermana del expresidente, Pierina Correa?
Y así sucesivamente.
La gente en Ecuador no está muriendo de Covid.
La gente en Ecuador está muriendo de doctrina y fe.
Desde la mismísima conquista hasta nuestros días, el cristianismo ha sido la teoría y la praxis del sometimiento al pacto neocolonial y tanatopolítico.
Y el objetivo principal de nuestra educación sentimental, intelectual y física: enseñar a las clases en disputa a no despedazarse entre ellas, sino a lxs más vulnerables.
A lxs espectadorxs de “Jesús”, “Sí se puede” o Netflix, que también es otra mierda.
Dice María Galindo que ha llegado la hora de dejar de leer sólo a Foucault.
Y revisar nuestras Crónicas de Indias.
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*Santiago Roldós es actor, director, dramaturgo, periodista y profesor ecuatoriano.
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Fuente: Embriagado por las brisas del Guayas: https://bit.ly/2K9NImk
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— Servindi (@Servindi) March 19, 2020
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