Informe de La República explica por qué, en el Perú, más de un millón de mujeres indígenas no posee autonomía económica, es decir, dependen del dinero de sus pares masculinos.
Servindi, 11 de marzo, 2020.- A partir de un informe de la Defensoría del Pueblo que reveló que más de un millón y medio de mujeres indígenas no cuentan con ingresos propios, diversas especialistas intentan explicar las causas de este problema.
Para ellas, el hecho de que 1’674.714 mujeres indígenas del Perú no registren ingresos propios, guarda relación con el bajo acceso a la educación que reciben, la reducida participación política y el escaso control que poseen sobre sus propios territorios.
La cifra representa al 73% de mujeres indígenas en el Perú; lo que significa que, «de 10 mujeres indígenas, más de 6 no tienen ingresos propios», señala la Defensoría del Pueblo en su informe Situación de los derechos de las mujeres indígenas en el Perú.
Bajo acceso a educación
Para Natalia Manso, profesora de Pacífico Business School, dos de los principales factores que dan pie a esta dependencia son el bajo acceso a la educación y el alto abandono escolar.
«Es importante destacar que solo el 41% de las adolescentes mujeres indígenas culminan la secundaria», apunta Manso; quien además menciona otras causales como la migración y su baja participación en posiciones políticas y de poder, lo que les limita el acceso a un empleo formal que les genera ingresos estables.
Otra de las limitaciones gira entorno a la inaccesibilidad al servicio de salud. La docente agrega que solo 3 cada 10 comunidades nativas y 4 de cada 10 comunidades campesinas, cuentan con servicios de salud en su localidad, lo que complicaría procesos como el parto, generando secuelas que perjudican el retorno a la educación y trabajo de la madre.
Escaso control sobre sus propios territorios
Melina Canales, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap), considera que un gran obstáculo para el desarrollo económico de las mujeres indígenas es la ausencia de poder sobre sus territorios.
Cuenta que, hasta hace poco, la Ley General de Comunidades Campesinas solo reconocía a los hombres como comuneros, es decir, como aquellas personas que podían decidir y administrar el campo; por encima de las mujeres y los jóvenes.
«Las mujeres laboran, pero no son consideradas como parte de la gestión del terreno y, por lo tanto, no deciden sobre la tierra. La titularidad la tienen los hombres. Ahora la ley ha cambiado, pero está en proceso de implementación», señala Canales.
Esto guarda relación con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) que identificó a los hombres indígenas en el sector primario, secundario y terciario de la economía; mientras que las mujeres, tanto indígenas como no indígenas, se sitúan en el sector terciario, sobre todo en actividades de comercio y servicios.
Trabajo no remunerado
A estos problemas se suman las cifras del trabajo no remunerado en el Perú, que —según Manso— equivalen al 20% y es realizado mayoritariamente por las mujeres, como es el caso del trabajo doméstico.
Se trata de un tiempo que, bien podrían utilizar para realizar un trabajo que sí les suponga un ingreso económico; pero que, por el contrario, «hace que se perpetúe el círculo de la pobreza y la dependencia económica del hombre», agrega Manso.
Canales concuerda con ella: «Las mujeres estamos dedicadas a la producción, la cual no es remunerada. Los hombres siempre salen hacia fuera a buscar trabajo, a traer dinero, pero ¿qué pasaría si ellos compartieron la labor doméstica?», se pregunta.
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