Por Tania Pariona Tarqui
23 de enero, 2019.- La reciente elección del ex militar, Jair Bolsonaro como Presidente de Brasil constituye una regresión al conservadurismo radical y al racismo. Una amenaza para la paz regional y los derechos de las comunidades indígenas, esto demostrado por sus primeras declaraciones.
El éxito de la campaña de Bolsonaro radicó en una fuerte base social evangélica pentecostal –le llaman biblia, bala y buey a los grupos de poder detrás. Y sin duda, sus planteamientos podrían tener consecuencias globales por la intervención de las grandes potencias como EE.UU, China y Rusia.
En sus escasos días de gobierno, ha mostrado poca claridad en la definición de sus prioridades concretas de gestión. Y peor aún, él junto a sus diputados como, Rodrigo Amorim, quien señaló “a quien le gusten los indios que se vayan a Bolivia”, se han destacado como personajes oficialistas de la discriminación en el país vecino.
Por ello, es necesario condenar cualquier tipo de manifestación discriminatoria e incluso xenofóbica como la del mencionado diputado. Pues los Pueblos Indígenas no somos figuras para el debate de lo que gusta a la gente. Somos seres humanos con derechos y somos parte de naciones pre-existentes antes de la conformación de los Estados.
La “limpieza” a la que recurrentemente se refiere el lamentable presidente de Brasil significó la colonización y el extermino de las comunidades indígenas a lo largo de la historia, así como violaciones de nuestros derechos a las que hemos resistido hasta hoy.
A pesar de ello, la unidad entre los pueblos del mundo ha sido la fuerza necesaria para salir adelante, y esta no será la primera vez. Las alianzas y los lazos entre comunidades nos permitirán luchar juntos y en solidaridad.
En este contexto, hacemos un análisis más específico desde la perspectiva de sus ofertas electorales, sus primeras medidas en relación a la agenda ambiental y la agenda de los Pueblos Indígenas de la Cuenca amazónica, ya que su pensamiento encierra una visión de lo indígena como obstáculo a la modernidad del país.
Podemos identificar:
• Inclusión del tema indígena y ambiental, en el sector agricultura tiene una grave significación sobre la mirada política de lo rural. Por otro lado, el debilitamiento de su presencia y participación en el Gobierno; reciente decreto que le da facultades al Ministerio de Agricultura a decidir sobre territorios reclamados. Por otro lado, el debilitamiento del sector cultura que se materializó en el cierre de 130 radios comunitarias.
• Negación del fenómeno del cambio climático, al igual que Trump. Amenaza con retirar a Brasil de acuerdos suscritos en el proceso COP, así como del Pacto Global sobre Migraciones, recientemente aprobado.
• Relaciones privilegiadas con EE.UU. Incremento de la inestabilidad y la confrontación regional.
• Poner fin a concesiones de tierras a indígenas. Apertura indiscriminada de las Reservas Indígenas a la agroindustria. Riesgo de pérdida de cultura y de genocidio especialmente en los casos de los no contactados; recordemos que Brasil es el país donde viven la mayor cantidad de pueblos no contactados del mundo. Por otro lado, está el peligro de aumento de la deforestación.
• Flexibilización de posesión y uso de armas. Riesgo de aumento de violencia, invasiones, militarización, violación derechos humanos. Su soporte político en las FF.AA. brasileras, le pueden dar un rol privilegiado en la seguridad ciudadana.
A la preocupación de organizaciones internacionales como Survival International, Amazon Watch, debemos señalar las posibles repercusiones regionales en detrimento de la vida y sostenibilidad de los Pueblos Indígenas amazónicos en toda la Cuenca Amazónica, de sus acciones inmediatas. En ese contexto, la inacción del Gobierno peruano no es una buena señal.
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*Tania Pariona Tarqui, congresista del Congreso de la República, bancada Nuevo Perú.
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