Servindi, 2 de octubre de 2018.- "La margen habitada" es un relato fotográfico de la antropóloga e investigadora Analucía Riveros Caytuiro que aborda dos grandes temas que moldean el paisaje limeño y su transformación: la construcción y la destrucción.
El libro, que registra fotos las demoliciones de las viviendas en los bordes del Rio Rímac, mientras se construía la obra vial Línea Amarilla, expone cómo la construcción de esta infraestructura impacta en la vida de la gente y en el paisaje urbano.
Con respecto al concepto de construir, Riveros Caytuiro lo asocia con la idea de "progreso" y la nueva identidad ciudadana de Lima que termina por encajar con el nuevo modelo de desarrollo.
En el caso de la destrucción, la autora indica que, pese a no contar con la popularidad del otro término, también es relevante para cualquier toma de posición respecto a la estructura de poder que define a Lima.
"La Margen habitada" es una zona formada por barrios emplazados desde finales de los años 40 en las márgenes del río Rímac, en un espacio de Rímac y San Martín de Porres y que fue afectada por el trazo de la Vía Expresa Línea Amarilla.
Vía Expresa Línea Amarilla es una construcción realizada por una asociación público-privado para incentivar y facilitar la circulación de vehículos de transporte privado en el eje este-oeste de la Lima.
A continuación, el comentario de la periodista Teresa Cabrera sobre el libro.
La destrucción en Lima
Por Teresa Cabrera Espinoza
En la Lima que emerge tras el sismo refundacional de 1940, todo ha sido ocupar y edificar. Construir. Tras décadas de práctica, se volvió una fuerza inercial. Construir se asoció a progresar.
Se volvió una identidad ciudadana. Un propósito familiar. Un objeto de estudio. Un modelo de desarrollo. Un motivo de agitación. Una promesa política. La sólida base material de todos los populismos.
La pista, la vereda, la losa deportiva, la escuela y la posta médica, el segundo piso y la escalera exterior en la ciudad de fines del siglo xx; la escalera vecinal y el muro de contención en la de inicios del siglo xxi.
Hubo y hay gran Interés por la Construcción. Por cuánto cemento se vende cada año y por cuántos puestos de trabajo puede pagar una obra. Decir boom de la construcción tiene algo de entusiasta, aunque se dijera para criticar sus excesos o carencias.
La Destrucción, por el contrario, no tiene ni puede tener esa clase de atractivo. Naturalmente, hay algo de indecente en ella. La guerra, además, aportó con contundencia a su desprestigio.
No pocas comisarías, un par de edificios de vivienda, alguna estación de televisión, entre otras edificaciones reducidas a punta de anfo reforzaron su mala imagen.
En tiempos más recientes, en una ciudad en la que el movimiento de expansión se ralentiza y el de relleno se acelera, el protagonismo de la Destrucción siempre se mueve en las coordenadas del malestar, incluso cuando queda claro que su presencia es necesaria justamente para abrir paso a la venerada Construcción.
Nuevos edificios y más altura o nuevas vías y más conexiones o nuevos espacios y más renta demandan demoliciones, despejes, desalojos y otras movidas destructoras, que deciden la suerte no solo de casonas, caserones, callejones, callejuelas y edificios, sino eventualmente también de huacas, canchas, parques y en realidad de cualquier edificación que obstruya la rentabilidad, la circulación, la fluidez, el consumo.
Así, tenemos ante nosotros dos grandes fuerzas transformando no solo el paisaje, sino la forma de vida, la experiencia humana, la economía de la ciudad y la vocación y escala de sus espacios. De la primera reconocemos a sus actores, a sus defensores, a sus estudiosos y hasta a sus demagogos.
De la segunda es poco lo que nos hemos esforzado por conocer, así que estamos dejando de lado preguntas importantes: ¿por qué se destruye?, ¿cuándo vale la pena destruir?, ¿quién decide cuándo y qué se destruye?, ¿quién destruye?, ¿por qué se destruye una vivienda y se conserva otra?,¿por qué se destruye este barrio y no aquel?.
En La margen habitada, Analucía Riveros formula con imágenes estas y otras preguntas parecidas, todas ellas relevantes para cualquier toma de posición respecto a la estructura de poder que define la ciudad que habitamos.
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