Por Rodrigo Arce Rojas
29 de enero, 2018.- Si quisiéramos hacer un balance del subsector forestal en el desarrollo nacional tendríamos que contestarnos las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son los grandes objetivos que nos han movilizado? ¿Han sido realmente estos objetivos transformadores?
- ¿Cuáles son nuestros grandes logros a la fecha? ¿Qué es aquello que nos llena de orgullo?
- ¿Para quién o para quienes trabajamos?
- ¿En qué medida hemos pensado reflexiva y autocríticamente sobre nuestro subsector?
Cada uno de los actores involucrados tendrá sus propias respuestas. Es necesario que cada uno haga el ejercicio de manera sincera y las respuestas nos darán luces sobre los marcos epistemológicos, teóricos, metodológicos e instrumentales que caracterizan a nuestro subsector. Lo que sí queda claro es que los grandes problemas forestales se mantienen e incluso se acrecientan, de los cuales los procesos de pérdida de la diversidad biológica forestal y la corrupción son realmente preocupantes.
Una de los factores que explica la actual situación del subsector forestal refiere a los enfoques sectoriales, disciplinarios, lineales y deterministas y conceptos que se repiten acríticamente como si fueran acabados y que sólo requieren su implementación efectiva (por ejemplo la supremacía del mercado, la competitividad, los recursos forestales, los recursos humanos, los administrados, entre otros). El enfoque disyuntivo separa el ser humano del bosque, la razón de la emoción, la ciencia de la ética, la técnica de la política, entre otros. El enfoque reduccionista nos dice que los temas forestales se resuelven predominantemente desde las ciencias forestales. Queda claro también que los enfoques sistémicos han sido los grandes ausentes en la gestión forestal.
Si los enfoques sistémicos constituyen formas de abordar el desarrollo de manera integral e interrelacionada nos preguntamos: ¿Por qué existen dificultades para implementar el enfoque ecosistémico? ¿Por qué existen serias limitaciones para implementar el ordenamiento territorial y los enfoques de gestión de paisajes forestales sostenibles? ¿Por qué no se implementan los enfoques de desarrollo territorial sostenible? Algunos factores que lo explican son:
- Desarrollo entendido como un proceso inequívoco de crecimiento ilimitado,
- Visión mercadocéntrica del desarrollo,
- Subordinación de la política y de los medios de comunicación a los poderes económicos,
- Visión cortoplacista de los políticos,
- Visión sectorial del desarrollo que hace de las funciones y competencias candados para fragmentar la realidad,
- Institucionalidad organizada para mantener cuotas de poder,
- Desarticulación horizontal y vertical entre niveles de gobierno,
- Formación profesional que refuerza los enfoques disyuntivos, reduccionistas, lineales y deterministas del conocimiento,
- Diversidad considerada como problema antes que oportunidad, entre otros.
De alguna manera desde el Estado se trata de superar la fragmentación a partir de la creación de sistemas, comisiones multisectoriales, espacios consultivos multiactor, programas presupuestales, pero en tanto priman los factores arriba mencionados éstos nunca son suficientes y se mantiene una estructura de elementos aislados más que interrelacionados e interdependientes.
Bajo este contexto objetivos que pueden ser plausibles terminan siendo aplastados por acciones de los otros sectores, se mantienen niveles de objetivos que no se articulan con el gran objetivo de desarrollo nacional (global) o abiertamente se imponen objetivos con claros intereses económicos. De ahí se desprende que muchas veces los enfoques sistémicos sean dejados de lado.
Exploremos por qué es necesario reforzar un enfoque de sistemas complejos en la gestión forestal. Podría mirar los bosques como lo mira un biólogo, un ecólogo, un físico, un químico o un físico pero resulta que ninguna de esas miradas de manera unidimensional logra dar cuenta de lo que realmente significa un bosque. De repente me atrevo a mirarlo como lo mira un antropólogo, un filósofo, un poeta, un pintor y seguramente que la imagen se va completando pero tampoco se logra la totalidad si es que se insiste en perspectivas fragmentarias. Porque mirar al bosque de manera integral significa ver la materia/masa, energía, información y sentido y eso quiere decir que hay que ver los tangibles como los intangibles, lo material y lo espiritual. Entonces podemos entender que el bosque no es algo ajeno a las personas sino que el bosque forma parte constitutiva de las personas por el oxígeno, por el agua, por la historia, por la inspiración, por la energía que compartimos en el hermoso entretejido de la vida y el cosmos. Aunque pensamos que hace tiempo que dejamos el bosque, él nunca se ha ido y está en cada detalle de nuestra vida. Porque en los bosques hay flora, fauna, agua, versos, espíritus, amores, significados, sentires y decires que nos recuerdan que somos una unidad y no dos entes separados. Por ello, es importante reconocer que la gestión del bosque no es gestión de árboles, es la gestión de la cultura y de la energía. Es fundamental reencontrarnos con nosotros mismos y recordar que cada árbol que cae sin principios de sostenibilidad algo o mucho de nosotros también está cayendo.
Desde unan perspectiva ecosistémica el bosque tropical es un sistema complejo por excelencia. Cada forma, tamaño, textura, color, brillo; cada recta, curva, ángulo; cada disposición o arreglo de estructuras es producto de las interacciones y las interdependencias de la materia y la energía. Sea que demos una mirada vertical arriba del suelo y abajo del suelo, sea que demos una mirada horizontal encontraremos la manera perfecta de administrar el espacio producto de relaciones colaborativas y relaciones de competencia. Cada elemento influye sobre el otro y se definen mutuamente. Es la gran lección de la naturaleza en el que todas las piezas encajan admirablemente y la belleza de la explosión de vida es una propiedad emergente de la dinámica de las interacciones. Es la economía circular en toda su expresión en la que no hay energía vana. Bosque que forma parte del ciclo hidrológico, agua que forma parte del sistema atmosférico, agua del bosque que también corre por nuestras venas. Sólo es cuestión de querer mirar a profundidad, dejar que fluya la comunicación respetuosa y reverente y reconocer que el valor de los bosques no se mide por la econometría sino por la plenitud de la vida que sustenta del cual formamos parte indesligable.
Pensar el bosque no puede reducirse a palabras como recurso, explotación, valor agregado, belleza o cualquier simplificación sólo desde un punto de vista económico o estético. Pensar el bosque no es disociar el ser humano de la naturaleza porque el propio ser humano es naturaleza y cuando se piensa sobre el bosque es el proprio bosque que está pensando a partir de una maravillosa interacción objetividad-subjetividad y bosque-humanidad. No sólo digo bosque, es el propio bosque hablando a través mío. En esta tradición de pensamiento exclusivamente racionalista nos olvidamos sentir al bosque, porque no cabe duda que pensamiento, sentimiento, lenguaje y acción están estrechamente interconectados. Esto lo saben muchos pueblos originarios del mundo y por ello la comunicación con el bosque, el respeto por el bosque. No se trata de no tocar el bosque sino tocarlo con permiso, con cuidado, con sensatez para que las interrelaciones de materia y energía en el mundo permitan que los bosques sigan floreciendo. Pensar y sentir el bosque es preguntarse cuáles son los impactos de nuestras diversas formas de interacción y qué podríamos hacer para que el socioecosistema pueda mantener un equilibrio dinámico. Pensar y sentir el bosque es develar qué universo de significados, símbolos, discursos y sentidos nos hemos construido sobre el bosque y si están contribuyendo o no a la convivencia armónica, más allá del utilitarismo antropocéntrico.
Seguramente que habrán escuchado o leído que los pueblos originarios consideran a las plantas y animales como personas, incluso a la lluvia y a la granizada. Tal vez algunos lo tomaron como algo curioso, interesante, o se mostraron indiferentes. Lo cierto es que en los primeros tiempos de hominización éramos parte de la naturaleza pero luego nos separamos e incluso no dimos licencia para dominarla, para ponerla a nuestro servicio. Pero concepciones e ideologías aparte, nunca nos hemos separado y seguimos formando parte inseparable e irreductible de la gran trama cósmica. Hay que estar al interior de un bosque para sentir su espíritu, hay que caminar entre los páramos para sentir su llamado, hay que ver la riqueza de vida de los lagos para sentir la conexión respetuosa con todas las manifestaciones de la vida. No es sólo cuestión de pensarlo sino de dejarse llevar por la comunicación plena de cada expresión de vida y del sustrato físico que lo sustenta. De repente sentirás que se abre un mundo que artificiosamente estuvo separado y distanciado. No hay tal separación, ni distancia; somos montaña, somos quenuales, somos alisos, somos helechos, somos ichu, somos ardillas, somos escarabajo, somos roca, somos arena, somos viento, somos neblina. Entonces, al tercer día de esta comunión el respeto y la reverencia regresarán a nosotros. Y al fin podremos reconocer que no hay dominación ni poder que valga. Que nos domine el espíritu de los bosques y las montañas, no la prepotencia ni la arrogancia de los poderes económicos que no saben de la fragancia de las aráceas, ni tampoco saben de la gracia de los coleópteros ni tampoco entienden de la simbiosis pues los domina la competitividad. Esto nos da pie para entender la necesidad de comprender las diferentes perspectivas de los bosques por parte de la diversidad de culturas.
En la antropología de los bosques no solo hay varias culturas sino también varios lenguajes. Aunque en esencia el antropólogo de los bosques trata de entender los significados y sentires del otro, tiene que tratar de hacerlo acercándose lo máximo posible al universo cultural del otro para luego tomar distancia y hacer un análisis objetivo reconociendo que no siempre será posible reducir la subjetividad y que la síntesis importa. El tema se complica porque no sólo es una relación entre humanos sino que también en el universo simbólico de las culturas de los bosquesinos las plantas, animales, cochas y montañas son también personas y por lo tanto con lenguajes que hay que entender aunque no siempre nuestras categorías humanas puedan aplicarse a la esencia de la naturaleza que simplemente es y no tienen que calzar con categorías humanas del uno o del otro. Complicada interacción entre significados y significantes en los que no sólo hay que saber observar, escuchar y sentir si no viajar hasta insospechadas fronteras del subconsciente colectivo de cada cultura. Cuántos debates y diálogos sobre bosques y desarrollo tomarían nuevas perspectivas si es que echáramos más a mano los enfoques de la antropología de los bosques.
Pensamiento complejo es aquel que tiene la capacidad de percibir, interpretar y explicar la realidad de una manera totalizadora, sistémica, integradora, crítica y estratégica de tal manera que se pueda cubrir todo el espectro de posibilidades.
Desde una perspectiva de pensamiento complejo el bosque no es sólo materia prima, no es solo razón, economía. También tiene cabida el conocimiento popular, la intuición, la espiritualidad y la poesía. Pensamiento complejo es aquel que tiene la capacidad de percibir, interpretar y explicar la realidad de una manera totalizadora, sistémica, integradora, crítica y estratégica de tal manera que se pueda cubrir todo el espectro de posibilidades. Por lo tanto, el pensamiento complejo no se queda en lo conocido, en lo legitimado, lo positivizado, lo regulado, lo estandarizado; tampoco se queda en los promedios, las regularidades, las continuidades sino que tiene la capacidad de percibir, valorar e incorporar lo raro, lo extraño, lo imprevisto, lo súbito, las irregularidades, las discontinuidades, los quiebres, las fracturas, las bifurcaciones, las irrupciones, lo súbito, las emergencias, lo popular, lo local, lo emocional, lo intuitivo. El pensamiento complejo no es sólo un proceso cognitivo sino que moviliza todo el ser, por lo tanto requiere otros marcos epistemológicos, otras formas de concebir, pensar, sentir y manifestarse para valorar las diversidades y pluralidades. Implica la plasticidad y flexibilidad para moverse entre el orden y el desorden, entre lo tangible e intangible, entre las certezas y las incertidumbres. Todo ello para contribuir en la transformación de la realidad de manera creativa e innovadora y ser capaz de afrontar los problemas de frontera, que son aquellos que no pueden asumirse desde perspectivas disciplinarias reduccionistas, disyuntivas, mutilantes, lineales, deterministas y estáticas.
Bajo este marco, podríamos decir por ejemplo pensando en la Amazonía (aunque los bosques no se reducen a ella):
Amazonía excelsa
Tu belleza suprema me cautiva, hace que pierda la razón. Por qué no seguir el primoroso ejemplo de la yanchama que entreteje primorosamente sus fibras y sin rubor. Por qué no fluir como el tamshi y buscar la eternidad. Cuántos te quieros se requieren para que se conviertan en afecto universal. Está ahí brillante, vibrante, latiendo y cantando. Verde es el paisaje pero la ilusión es azul y más azul como las Morphos iridiscentes.
La belleza de la Amazonía radica en la explosión vital, en la diversidad, en su inagotable creatividad, en su capacidad infinita de agitar las emociones hasta la turbulencia. La hermosura de la naturaleza no se busca en la lógica o en la economía, se la percibe a través de la confluencia de la filosofía, la psicología, la poesía y la historia. Porque a la Amazonía no se le aprecia porque es útil. Se la ama por el encanto de su existencia, por su mensaje de paz, por la conexión que establece con el alma y el cosmos. Porque no hay lenguaje que describa su esencia o su sentido. Simplemente hay que sentirla, hay que dejar que fluyan las evocaciones y las proyecciones oníricas. Más que mercado lo que necesita la Amazonía es la ternura y la comunión axiológica.
Por todo ello, frente a las frecuentes agresiones tangibles y no tangibles (paradigmas, discursos, narrativas, leyes, entre otros) a los bosques primero pensé decir: “con mis bosques no te metas”, pero luego lo pensé mejor y consideré decir “con nuestros bosques no te metas”. Pensándolo bien sería mejor decir: “métete en la esencia del bosque, en su espíritu en su explosión de vitalidad”, o mejor aún si decimos “deja que el corazón, la esencia y la magia del bosque se meta en ti”. Pero pensándolo mejor, y reconociendo que somos bosque y que el bosque es humanidad, pensé que era mejor tumbar las fronteras y las diferencias para reconocer nuestra unidad con la naturaleza. Porque no se trata de detener únicamente la mano que corta el árbol sino que el gran reto está en transformar los grandes paradigmas de conquista del bosque por un paradigma de comunión con el bosque. Métete en el corazón del bosque como el bosque ya se ha metido en nuestro ser. Es el círculo que refleja la trama de la vida.
De todo lo revisado se desprende la importancia de indisciplinar el conocimiento forestal, asumir los grandes problemas de frontera que atañen a los bosques, reconocer un desarrollo forestal contextual y situado que vaya más allá del pensamiento único como signo de la colonización epistemológica del cual aún formamos parte y que es necesario transformar desde un pensamiento forestal del sur.
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*Rodrigo Arce Rojas es ingeniero forestal y miembro de la Red Perú de Iniciativas de Concertación para el Desarrollo Local. Su correo es: [email protected]
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