Por Gisella Evangelisti*
17 de octubre, 2016.- Hillary Rodham Clinton y Donald Trump parecen dispuestos a todo, en las últimas semanas de su contienda, donde ya se sacan los trapos sucios, (y se prometen peores golpes bajos), con tal de ganarla, como en un set de telenovelas del tipo “Vale todo”, o “Cuna de lobos”.
En el último debate, por ejemplo, más que hablar de los temas políticos que interesan al electorado estadounidense y el mundo, como el cambio climático, la economía, la globalización, la guerra y la paz en Medio Oriente, se habló más bien de sexo y sus alrededores.
“The Donald” tuvo que disculparse del lenguaje vulgar usado en un video del 2005 (cuando afirmó que siendo rico, a las mujeres podía hacerles de todo, manosearlas o peor) minimizándolo como simple “conversación de vestuario masculino” (y muchos deportistas protestaron que ellos nunca hablan así ni en los vestuarios ni afuera), pero también pasó al ataque acusando Bill Clinton, presente en la sala, de haber molestado o abusado de varias mujeres, y se llevó entre el público a cuatro de ellas, buscando un golpe de efecto de telereality, como en las peores escenas producidas por Laura Bozzo.
Durante esos antiguos escándalos de faldas, Hillary había proclamado a los cuatro vientos (que lo creyera o no) que su marido era honesto, y al parecer había amenazado a las mujeres implicadas para que no abrieran el pico, haciendo peligrar la carrera política del marido.
Otra prueba más, de cuán difícil es el rol de las esposas de hombres que unen un tremendo atractivo físico al tremendo atractivo del poder (político, social o económico) como se dio en el caso de Kennedy y Clinton, o de príncipes o capitanes de industria. Sabemos que tradicionalmente las esposas dependientes económicamente tenían y tienen que tomar tragos amargos para salvar familia y status, (cuando hay) aguantando las travesuras del marido, mientras ahora, al menos teóricamente, hay otras opciones.
Hillary decidió seguir contra vientos y mareas, al lado de ese hombre que la hacía llorar, pero también sabía hacerle reír como nadie, (como contó una vez a la prensa), y ella sola conoce los pactos secretos puestos en marcha para salvar en un bloque amor, familia, y sodalicio político. Su popularidad entonces creció muchísimo. Y ahora que Bill tiene en su corazón cuatro bypass y dos stent, y la apoya incondicionalmente en su campaña, es probable que se haya vuelto el compañero modelo desde siempre soñado.
Las personalidades de los dos aspirantes a la Casa Blanca no podrían ser más diferentes. Hillary, bien preparada, responsable y algo encorsetada (como se exige de la mujer que debe trabajar el doble para tener acceso a puestos de poder), de familia conservadora y ambiciosa, ex estudiante y después profesional brillante, ha ganado todos los premios posibles e imaginables en su carrera, ha desarrollado políticas tendientes a mejorar el nivel sanitario y educativo del estado de Arkansas, (lográndolo) y después, como Primera Dama, ha impulsado la reforma sanitaria (sin lograrlo), y colaborado con Obama como Secretaria de Estado en el complejo tema de política exterior, viajando sin chistar a 123 países.
Frente a ella, el histriónico “The Donald” quiere aparecer como el héroe antisistema, el “parvenu” que no tiene experiencia política pero que él sí, sabe hablar directo a la gente y conoce sus problemas, no como esa vieja señora ligada a doble hilo con Wall Street, bien pagada por sus conferencias a la Goldman Sachs, uno de los bancos protagonistas de la crisis financiera del 2008.
Trump se presenta como un poderoso ejemplo para todos pues “se ha vuelto rico de la nada”, y ha nacido para ganar, sin duda alguna y a toda costa, como exige la más simplona mitología americana, basada en “winner y loser”, ganadores y perdedores, y duela a quien duela. Obviamente no ama contar que de chico su padre lo puso en un colegio militar para disciplinarlo algo, y una vez graduado en economía le dio unos millones de dólares para empezar en el negocio inmobiliario (mientras cuenta que se hizo rico solo); que llegó a acumular un gran patrimonio esparciendo de vistosos casinos y rascacielos varias ciudades del mundo, entre una bancarrota y otra, (verdadera o inventada para no pagar impuestos), dejando atrás de sí un regadero de gente estafada.
Insiste en no querer publicar su declaración de renta y se considera muy smart, inteligente, por no pagar impuestos desde los 18 años, moviéndose como un pez en el agua en los laberintos fiscales. Es curioso que un aspirante a presidente, en general preocupado de presentarse como un ciudadano modelo, no se avergüence de aparecer como un ganador tramposo, cuando la gente de a pie debe pagar impuestos hasta el último céntimo.
Un “ganador”, además, que desprecia la mitad del electorado, las mujeres, si no tienen las medidas de modelo, (como si él fuera un Brad Pitt), y con ellas insulta y humilla también otros sectores que luchan por ir adelante en el día a día en la compleja sociedad estadounidense: los afroamericanos, los inmigrantes, los musulmanes, los mexicanos, los minusválidos, los veteranos traumados por las guerras. Y ha increpado cínicamente hasta los enfermos terminales: Aguanten hasta las elecciones, please. (Voten a “The Donald” y muéranse)
Ahora a sus 70 años, tiene al lado como “mujer trofeo” la enésima ex modelo inmigrada del Este europeo, pero obvio, sin que esto le impida caerle encima a cuanta belleza le aparezca al horizonte, pues es un VIP, ¿no? Y los ricos y famosos pueden hacer lo que quieren. “Sus palabras sobre las mujeres son ofensivas e inaceptables, comenta su inexpresiva esposa Melania Trump, “pero en fin lo perdono” concluye repitiendo el conocido guion de la cónyuge-aguanta-todo (si no ¿cómo podría pagarse sola la cirujía estético y diamantes? insinúan las malas lenguas).
Han sido incontables los disparates que ha sacado “The Donald” durante la campaña, como que Obama nació en Kenia o que el cambio climático lo han inventado los chinos (el 70 % de sus afirmaciones son inexactas o erradas, han calculado expertos periodistas), pero, como si nada, ha subido constantemente en los sondeos. A pesar de romper todas las reglas de la humana decencia, y jactarse por ello, ha seguido siendo vitoreado por gran parte del electorado, y parece que ahora no le quede a Trump que realizar el sueño de mandar reglas a todo el mundo desde la Sala Oval de la Casa Blanca.
¿Quién compone su cohorte de fieles electores, pescados en el “núcleo duro” de la sociedad norteamericana (pero existente en todas las sociedades del mundo)? Nos preguntamos. Y vemos que hay ex obreros que perdieron el trabajo por la globalización, y sueñan con el rescate confiando su destino a un millonario, como si su habilidad financiera fuera transmisible como los microbios por el aire (cayó en la misma trampa, la parte del electorado italiano que confió en Berlusconi, que prometió resolver él solo todos los problemas, y terminó su mandato con un patrimonio más rico en un país más pobre).
Admira a Trump la gente simple, que se siente más segura cuanto más grande es su arsenal de armas, o también la que han acostumbrado a ver el mundo solo en blanco y negro, dividido entre Buenos y Malos, Amigos y Enemigos como en los videojuegos o en las películas de guerra de Hollywood.
Hay blancos que saben que dentro unas pocas décadas serán minoría frente la variedad étnica que ha hecho grande Estados Unidos. Hay hombres que se sienten amenazados frente a los cambios que están protagonizando las mujeres que aplazan cada vez más el matrimonio, o renuncian directamente a ello, en pos de su carrera y su realización personal. Un mundo inquietante.
Mejor regresar atrás, hacer la “América Great again”, pero ¿cuál América? ¿Obvio, ya no se puede regresar a la añorada (por algunos) América esclavista, la que el viento se llevó, donde los afros trabajaban sin chistar y las señoras hacían tartas de manzanas o tejían calcetines para “nuestros chicos” en guerra, (justamente, para defender la esclavitud)? No, Trump quiere una América moderna de pisos lustrosos y casinos donde un ejército de “Trompettes”, chicas con las medidas justas de pechos y traseros, ni un gramo más ni uno menos, rivalizan por sus favores en concursos de belleza, como las “Olgettinas”, las chicas sexy al sueldo de Berlusconi (versiones occidentales de haren); pero donde las mujeres comunes y corrientes no tiene derecho al mismo salario que el hombre, y las que quieren mantener su trabajo deben quedarse calladas si el jefe las manosea mientras hacen fotocopias.
Una América donde él, el candidato varón a la presidencia, interrumpe a la mujer rival por 51 veces en los 90 minutos del primer debate porque no aguanta su inteligencia y su capacidad de autocontrol, y donde en el segundo amenaza ponerla en prisión si es elegido, inventando algún motivo, pues, si no, ¿quién manda aquí? En fin, una América que luce un irresistible Neo-Machismo Cavernario Para el Tercer Milenio.
“¡¡¡Oh NOOOO, my God!!! De repente, 2.000 terapeutas norteamericanos se han despertado del maléfico encantamiento que parece haber engullido masas distraídas, y han dirigido una carta al electorado justo en el hilo del abismo, alertándolo sobre el peligro de eligir a un candidato tan narcisista, arrogante, soberbio, tan poco empático con los demás, que puede perder fácilmente el sentido de la realidad.
Por si no lo habemos entendido, explica Hillary, podríamos llegar todos al Apocalipsis si hacemos de este individuo peligroso un Presidente con facultad de presionar el botón rojo del ataque nuclear.
Y finalmente, la publicación del vergonzoso vídeo del 2005 ha provocado un fuerte temblor también en el entorno republicano, y hasta ahora unos 150 altos cargos han declarado que no votarán Trump, entre ellos el mismo presidente del GOP, Paul Ryan, mentre sale un video del actor Robert de Niro, (el sí muy expresivo) que se desahoga definiéndolo un cerdo inmundo, y le daría puñetazos en la cara.
Pero ¿dónde encontrar una alternativa apenas decente entre tantos mediocres políticos republicanos, más especializados en impedir a otros de gobernar que sacar buenas leyes para el pueblo estadounidense? A estas alturas del partido, con las elecciones en camino, no hay alternativas y además “The Donald” está pegado como un pulpo a su futuro sillón de Mandamás del mundo, y no quiere retirarse.
Mientras tanto Hillary realza cabeza y avanza en los sondeos, presentando un moderado progresismo heredado en parte por Bernie Sanders, el carismático político democrático que ha sabido ganarse la confianza de los jóvenes, pero no superar el miedo de las mayorías hacia el “socialismo”. Hillary quiere aumentar el salario mínimo de los trabajadores, defender los derechos de la mujer, de los LGBT, de los migrantes y de los afroamericanos. Sin embargo, no logra convencer a todos, también por su cercanía con el sistema financiero, que Bill Clinton ayudó a deregulamentar, favoreciendo indirectamente las actividades especulativas que llevan periódicamente a burbujas y desplomes financieros.
“Pero la puesta de estas elecciones es altísima. Pues estamos en un mundo menos seguro del que dejó Bush, con una guerra fría con Russia que está peligrosamente subiendo de tono, un Medio Oriente donde no se vislumbra una salida a sus mil crisis de las que también nosotros somos responsables.
Las mujeres estadounidenses hemos entendido que numéricamente, de nosotros dependen los resultados de estas elecciones.Y podemos parar el suicidio colectivo hacia el que podría deslizar el país, perdiendo su imperfecta democracia”, opina Jennifer, una pediatra de origen indiana. “Michelle Obama nos galvaniza con su dialéctica, con su carisma y seguridad en sí misma.
Es un movimiento donde mujeres de todo tipo, gordas y flacas, de pelo rizado o liso, en la increíble variedad de belleza que tenemos los humanos, nos hemos propuesto de forma seria y festiva a la vez de salvar nuestro país y nuestra propia libertad de mujeres, duramente conquistada.
Nos conectamos en red, organizamos pequeñas o grandes acciones públicas. Pero no se trata solo de mujeres. Queremos también un goberno mundial menos conflictivo, más atento a los problemas reales de la gente, la desigualdad en la sociedad, las migraciones debidas a las guerras. Queremos que los conflictos se sanen con lógicas diferentes al fragor de los bombarderos: creemos en el soft power de lo femenino, la diplomacia y el diálogo, aun cuando no sea nada fácil”.
He aquí un efecto colateral inesperado del “terremoto Trump”: unir las siempre apresuradas mujeres americanas en un movimiento, un frémito subterraneo y fuerte. Contra él. Por la libertad y la paz.
Por eso gracias, Donald. Nunca te hubieras imaginado lograr esto.
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*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa, antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.
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