Embarcación inmigrantes. Fuente: parmaonline.info
Por Gisella Evangelisti*
18 de octubre, 2013.- Sigue agitado, en estos días de comienzo de otoño, el canal de Sicilia, el brazo de mar que marca parte de la frontera marítima entre el continente europeo y el africano, larga más de dos mil Km. En las últimas dos semanas sus olas han engullido al menos 500 cuerpos de hombres, mujeres y niños que huyendo de la guerra de Siria y del régimen cruel de Eritrea, esperaban reconstruirse un futuro en las orillas de Europa
: un continente que creían pacífico, desarrollado y feliz, por haber superado dictaduras y guerras mundiales, y alcanzado un estado de bienestar envidiable, aunque ahora en neto declive.
Para eso, muchos de ellos habían vivido una odisea, cruzando el desierto del Sahara en camiones de donde venían botados sin piedad los que se enfermaban, y habían pagado 1500 dólares a traficantes norteafricanos para que los trasbordaran, apretados como sardinas en embarcaciones-chatarra, de Libia a las costas de Sicilia. El 3 de octubre, a una de estas embarcaciones, que cargaba 518 inmigrantes eritreos, (casi la mitad de ellos eran mujeres) poco antes de abordar las costas de la pequeña isla siciliana de Lampedusa le falló el motor. El “capitán” tunecino decidió prender fuego a una manta para avisar de su presencia a los navegantes de la zona, y el fuego se propagó en un santiamén; hombres y mujeres, desesperados, se volcaron todos a un lado, y el barco se hundió. Fue una de las peores tragedias que se han sucedido en el Mediterráneo, que en los últimos veinte años ha cobrado en sus noches de borrasca la vida de más de 20.000 inmigrantes.
Isla de lampedusa. Autor: molisenetws.net
Otra vez ha tocado alas autoridades de la pequeña isla de Lampedusa, (que se encuentra a 100 km de África y tiene 6300 habitantes), enfrentar con medios insuficientes la tragedia, recuperando los cuerpos de los ahogados y hospedando los sobrevivientes en un centro de acogida predispuesto para 300 inmigrantes, pero donde se han apretado 1,100 personas, algunas de ellas durmiendo bajo árboles. De toda Italia llegaron ofertas de tiendas de campaña, pero no se pudieron entregar por la lentitud y/o desinterés de la burocracia. Entre los más indignados, la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini. "Ya no tenemos sitio ni para los vivos, ni para los muertos”, denunció. “La nuestra es una isla de dolor, que lleva el peso de la indiferencia del mundo”.
Simoned’Ippolito, un macizo submarinista encargado entre otros de rescatar los cuerpos atrapados, contó con lágrimas en los ojos haber visto muchos de ellos abrazados, y el cuerpo de una joven muerta dando a luz, todavía con el cordón umbilical que la unía a su bebé. Para colmo, mientras se recuperaban 383 cuerpos, según la vigente ley italiana sobre la inmigración, la Bossi-Fini, los 115 maltrechos sobrevivientes fueron indagados por los jueces sicilianos por el reato de “inmigración clandestina” (reato que existe también en Alemania, Gran Bretaña y Francia).
Según esta ley, varada durante el gobierno de centro-derecha de Berlusconi, que prohibe también a los pescadores prestar ayuda a los barcos de inmigrantes que se hunden, deberían llegar a Italia solo los que tienen un regular contrato de trabajo, pero esto es imposible para los que huyen de una guerra o piden asilo. Por otro lado, si se rechazan las personas sin verificar sus pedidos, se contraviene al derecho de asilo, un derecho humano reconocido por la Unión Europea, que por eso, en varias oportunidades reprochó el gobierno italiano por no respetarlo. “¿Por qué no crear como reato la desesperación?” sugirió irónicamente una viñeta del periódico “La Repubblica”, encendiendo el debate en el país sobre el espinoso tema de la inmigración. Esta vez, los políticos no pudieron mirar por otro lado, más aun cuando el papa Francisco había visitado la isla hace unos meses hablando de la necesitad de “globalizar la solidaridad, no solo los mercados”.
Inmigrantes africanos. Autor: expost24.com
Por eso, después de la visita obligada de la ministra para la Integración, la italo-congolesa CécileKyenge, se presentaron en Lampedusa el mismo primer ministro italiano, Enrico Letta, su vice Angelino Alfano, y a nombre de la Unión Europea, el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, y la Comisaria de Asuntos Interiores Cecilia Malmstrom. La gente de la isla, exasperada, no los recibió con aplausos, sino con abucheos y hasta unos gritos de “Vergüenza, asesinos”. Letta se arrodilló en silencio frente al ataúd blanco de un niño de 3 años, Barroso dejó un ramo de flores. De regreso a Roma, el premier italiano decretó luto nacional, declaró que el reato de clandestinidad debe ser abolido, y la Comisión Justicia del Senado decidió que la ley Bossi-Fini tendrá que ser revisada. En pocos días se recogieron 100,000 firmas entre la ciudadanía para su abrogación, mientras Bossi organizaba en Turín una manifestación contra la inmigración, contando con algunos millares de personas.
En estos días Italia está preparando una gran operación militar-humanitaria en el canal de Sicilia, y la Unión Europea deberá debatir a fondo el tema de la inmigración en la próxima reunión del Consejo de Europa, prevista el 24-25 de octubre.
Lo que el mar esconde. Autor: notizie.tiscali.it
Una idea que está cobrando más fuerza es la de crear corredores humanitarios para los que piden asilo, permitiendo hacer el pedido desde las embajadas extranjeras presentes en su país, en vez de obligarlos a rutas peligrosas y a cruzar el mar en chatarras guiadas por traficantes. Otra propuesta se dirige a reforzar el Frontex, la agencia europea encargada no solo de la seguridad de las fronteras terrestres y marítimas europeas, sino de facilitar la integración de los inmigrantes. Pero los fondos para tales actividades deben provenir de los estados, y no todos están interesados. En realidad, según Francois Crépeau (Rapporteur especial de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Inmigrantes), el Frontex parece más volcado a buscar la seguridad que al respeto de los derechos humanos de los inmigrantes.
Necesita una política homogénea europea en tema de inmigración, pide también el primer ministro francés Francois Hollande: es tiempo que los franceses abandonen su nacionalismo. Eso, mientras el partido derechista de Marine Le Pen se ha vuelto como primer partido en el país pidiendo poner fin a la inmigración, (pues todos conocen los problemas irresueltos de los barrios periféricos donde se hacinan los magrebíes), y, por otro lado, la hija de un argelino, Samia Ghali, está apostando desde las filas socialistas a la difícil municipalidad de Marsella, una ciudad teatro de guerra entre narcotraficantes.
Ataúdes. Autor: it.anygator.com
En todo el continente, desde Noruega a Grecia, se asiste al crecimiento de movimientos xenófobos y nacionalistas.“No somos racistas”, proclaman algunos de sus líderes, “sino identitarios: es que no queremos perder nuestra identidad nacional y nuestros valores por la invasión de extranjeros”. Y acusan de “buenistas” irresponsables los que, en estos tiempos de crisis, quieren abrir aun más las fronteras a los desesperados emigrantes del continente africano, sin poder garantizarles un trabajo y una vida decente, pues no pueden hacerlo ni con sus propios conciudadanos. Italia, que tiene 60 millones de habitantes, de los cuales 5 son inmigrantes, tiene una tasa de desempleo del 12%, que sube al 40% entre los jóvenes, muchos de los cuales son obligados a migrar, ellos mismos, a cualquier país donde sea más fácil encontrar un trabajo. España tiene 6 millones de desempleados, con 47 millones de habitantes. Ya muchos inmigrantes latinos asentados en el país, frente a la crisis, han tenido que regresar a su tierra, mientras llegan al sur de España jubilados británicos a disfrutar de un poco de sol ibérico para sus huesos, después de una vida soportando lluvias y niebla. Por suerte, al menos ellos, no necesitan buscar trabajo. Un joven español emigrado a Londres, escribe frustrado en Twitter: “Tengo graduación y master, y conseguí un trabajo de limpiar letrinas”, armando un revuelo de comentarios. Y en una viñeta italiana un joven informa que para hacer el repartidor de pizzas le han pedido el título de ingeniero aeronáutico. Es bueno reír para no llorar, se dice, ya que se están extendiendo, como males sociales, ansiedad y depresión.
Está claro para todos, que las políticas de austeridad practicadas por la “Troika” (FMI-Fondo Monetario Internacional, BCE-Banco Central Europeo, y la Comisión Europea) con cortes a los servicios públicos, precarización del trabajo y privatizaciones de los recursos nacionales y bienes comunes, acompañados por el aumento de los impuestos para bajar el déficit fiscal, o sea la misma política de “ajustes estructurales ” actuada en los años 80 y 90 en América Latina, con el lema “sanar las cuentas de casa para crecer”, hasta ahora ha aumentado hacia límites insospechados la pobreza en el continente, que ha llegado a 143 millones de personas (en una población de aproximadamente 550 millones de europeos) y ha favorecido que los ricos se hicieran más ricos. Y ¿el crecimiento? Más adelante, más adelante, ya veremos.
Al otro lado de la orilla del Mediterráneo, está África, con sus inmensos recursos y problemas, y sus guerras infinitas, alimentadas también con armas europeas: una verdadera bomba demográfica, pues ha superado en 2011 el billón de habitantes, y según estudios del sector, redobla cada 25 años su población. Recientemente, la caída de los régimenes del norte de África con las revueltas de las “primaveras árabes” y la presencia de Al Qaida en el Maghreb, están favoreciendo el tránsito de los inmigrantes de la Africa sub sahariana hacia los “felices” países del Norte: un flujo incesante que ni leyes duras como la italiana Bossi-Fini, que prevé detenciones de hasta 18 meses para los “sin papeles", han sido y serán capaces de frenar, como afirma la presidente de la Cámara Laura Boldrini, que ha trabajado muchos años en la organización de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR). Pues quien tiene como destino la muerte cierta en su país, está dispuesto a desafiar una muerte probable en donde sea.
De seguir así, en unos años más ¿se desencadenará una guerra entre pobres, locales y extranjeros, para una sopa de la asistencia pública?Se preguntan sea conservadores que “buenistas”.
“Es cierto”, admite Cécile Kyenge, la primera ministra de origen africano en Italia, que trabaja desde el abril pasado en la cartera de Integración,” hay miedo e inseguridad entre la gente, hay que escucharla”.En los últimos veinte años en Italia, un país de emigrantes hasta los Sesenta (con 27 millones de italianos en el extranjero) ha habido una inmigración tumultuosa, que ha transformado de manera irreversible la vida de muchas comunidades locales. En algunas ciudades,plazas y parques se han vuelto inseguros para la viejita que paseaba su perro o la chica que regresaba de la clase de violín, por la presencia de maleantes de variada pinta y color. “Nos están robando el trabajo, son una carga para el sistema de salud, nos quitan puestos en las guarderías infantiles públicas y en la asignación de casas populares…”. Se quejan los hombres en el bar de la esquina. “Además, si estos africanos se contentan con 3 euro a la hora para recoger tomates, todos nuestros sueldos bajarán”.
Sin embargo, un análisis más frío arroja datos distintos. Por ejemplo, que son las regiones italianas más prosperas, las de Centro Norte, a acoger con éxito la mayoría de inmigrantes, mientras en el Sur, donde hay mucho desempleo y mafias bien organizadas, se los explota sin reparo. Las regiones del Norte son territorio de influencia de la Lega, el pequeño partido racista que más truena con amenazas e insultos groseros contra la ministra de Integración y los inmigrantes, (incluyendo los italianos del Sur) pero, en los hechos, un empresario que vota ese virulento partido puede ser el mismo que trata bien y es apreciado por sus obreros indianos o marroquíes. Contradicciones humanas.
“Ya los inmigrantes constituyen un décimo de la fuerza-trabajo italiana. Contribuyen a la producción, sostienen con sus impuestos el sistema pensionístico, son consumidores y a veces emprendedores, pero falta una estrategia de integración de parte del Estado, que los considerecomo personas y no como simples brazos”, sostiene Kyenge. Por ejemplo, es absurdo que los hijos e hijas de inmigrantes, nacidos en Italia, no tengan la ciudadanía (como hay en Francia y otros países), y solo la puedan conseguir a los 18 años, si logran superar unos trámites complicadísimos.
Otro factor a considerar es la caída de la natalidad y el envejecimiento de la población en Europa. En Italia, de 4 personas que cumplirán 65 años en los próximos veinte años, habrá solo 3 que cumplirán 20, y de ellas solo 1 está dispuesta a trabajar en fábrica. Por lo tanto, muchos trabajos manuales, en la agricultura, la artesanía y la industria, será cada vez más a cargo de extranjeros. Alemania tiene tantos extranjeros como Italia, manteniendo mejores salarios y mejor productividad.
¿Y qué decir del millón de mujeres inmigrantes? Una presencia importante de ellas está empleada en el cuidado a los ancianos, (las llaman “badanti”, o sea“cuidadoras”). Esto permite que Italia sea en Europa el país con menor porcentaje de ancianos en residencias, un tercio respecto a Holanda y Reino Unido.Se trata de una presencia preciosa, entonces, muchas veces marcada por afecto y respeto reciproco. Pero no hay que olvidar el tremendo sacrificio de las mujeres obligadas por la pobreza a ir a trabajar al extranjero dejando sus hijos e hijas pequeñas al cuidado de otros familiares, con secuelas a veces importantes a nivel psicológicos en los niños y niñas, que se creen abandonados/as.
Es a nivel local entonces, en las familias, las escuelas, los barrios o las pequeñas ciudades, que pesar de las campañas de desinformación e odio armadas por los gobiernos derechistas de los últimos veinte años, se está realizando un sinfín de experiencias exitosas de integración. En clases totalmente compuestas de niños y niñas provenientes de todos los continentes, como las que se encuentran en ciertas zonas industriales del Norte, hay maestras que hacen milagros para que todos tengan un buen aprendizaje; hay barrios donde se crean bibliotecas multiculturales, o iniciativas de diálogo interreligioso, que mejoran notablemente las relaciones en el vecindario (como en el barrio San Salvario de Turín). En la tragedia de Lampedusa, muchos pescadores a pesar de la ley, han salvado decenas de vidas: unos militares de la Marina pidieron hacerse cargo de los niños huérfanos que habían salvados, un obispo siciliano ofreció un convento vacío para hospedar los sobrevivientes, el alcalde de Roma les ofreció asilo, etcétera, para mencionar solo algunos de los gestos espontáneos surgidos en esos días.
Pero la buena voluntad no basta, si las instituciones reman contra. El ministerio para la Integración es de creación reciente (abril 2013) y no tiene presupuesto. La ministra Cécile Kyenge, que llegó del Congo a Italia con 19 años con la promesa de una beca para estudiar medicina, pero que tuvo que adaptarse en los primeros tiempos a trabajar como cuidadora de ancianos y a vivir en un convento, ahora, como profesional y activista madura, tiene la difícil tarea de hacer aceptar a los italianos e italianas que el “Bel Paese” se está volviendo una sociedad multicultural. Por eso dialoga con la gente en todo evento que se le presente, viajando también por dos o tres ciudades al día. No tiene que avergonzarse, dice, por tener 37 hermanos y haber crecido en una familia poligámica de la que tiene buenos recuerdos, sin por esto considerarla el mejor sistema de vida. Todos vivimos, disfrutando o sufriendo, la globalización. Café de Brasil, coches de Japón, celulares de Taiwán, números árabes y alfabeto latín… y ¿nos sorprende tener un vecino extranjero?
Si se considera normal que Benetton compre 900 000 hectáreas de tierra en Patagonia para producir lana, o pagar míseros salarios a las mujeres de BanglaDesh para coser sus prendas, ¿por qué no debería ser normal que gente de países empobrecidos por las relaciones neocoloniales con el Norte del mundo y sus propios gobiernos corruptos, busquen afuera mejores condiciones de vida? ¿O la globalización se está dando solo para el capital y no por los trabajadores? La inmigración de desesperados disminuiría, por ejemplo, si no se alimentara la corrupción de autoridades y potentados locales a costa de la población en la explotación de los recursos, como el petróleo, que son bien común. Caso conocido es el de la mujer más rica de África, la nigeriana Folorunsho Alakjia, que ha acumulado 3.300 millones de dólares explotando un lote del delta del Niger juntos a una sucursal de Texaco, contribuyendo a la contaminación del delta, ahora invivible para los pescadores. Gran parte de la población nigeriana vive en condiciones deshumanas, sin contar con electricidad o agua corriente, pero el gobierno compensó con 600 millones de dólares la señora Folorunsho por una nacionalización del lote, que fue sucesivamente retirada. Ah, por supuesto la señora, muy orgullosa de sus éxitos, tiene una fundación con que ayuda unas viudas y huérfanos.
Para entender el presente hay que mirar atrás, sugiere entre otros Umberto Eco, famoso filósofo y escritor, (autor de “El nombre de la Rosa”), y reflexionar sobre la historia.
Las migraciones de enteros pueblos o de partes de ellos se han dado y se darán siempre, él afirma. Con diferentes interacciones entre los pueblos. En Nueva York la población blanca (incluyendo europeos y judíos) es menos del 50 % del total. Allí, las culturas coexisten casi ignorándose. En cambio, en América Latina se ha dado un mestizaje violento en los imperios coloniales europeos. La Gran Bretaña ha montado sociedades multiculturales bajo sus reglas, Francia persiguió un modelo parcialmente asimilacionista. A mitad del siglo XIX surgió la antropología cultural que trataba de explicar a los europeos que colgarse un anillo a la nariz o tatuarse, como hacían pueblos considerados salvajes, (y ahora está de moda en Europa)seguía una lógica diferente a la occidental, pero una lógica, al fin y al cabo.
Italia, (que recientemente ha pagado a Libia la compensación pedida por este país, que fue colonizado al comienzo del ‘900) ha tenido en Àfrica oriental(Eritrea y Etiopía), un colonialismo tardío, caracterizado por un mestizaje que hacía enfurecer Mussolini; las ganancias de la colonia nunca han sido abundantes pues los italianos construyeron muchas carreteras, escuelas, hospitales, pero son responsables también de crueldades como los millares de muertos en la conquista de Addis Abeba, el bombardeo con gas mostaza sobre pastos y población civil, o la masacre de mil monjes a DebraLibanos en Etiopía,ordenada por el mariscal Graziani. Pocos conocen o aman recordar estas atrocidades, cuando llegan barcazas repletas de inmigrantes eritreos, un desafortunado pueblo que, además de largos conflictos con Etiopía, tiene la desgracia de ser gobernado desde el ‘91 por Issaías Afewerki, un ex guerrillero de la independencia de Etiopía, que ha instaurado en régimen de terror, teniendo 10.000 opositores en la cárcel, un ejército de adolescentes (chicos y chicas) en servicio militar por tres años, pero con disponibilidad a tiempo indefinido hasta los 60 años, 250 mil esclavos y muchos niños desnutridos en el país.
¿Por qué los eritreos no emigran a los riquísimos países petroleros del Golfo Pérsico, como Arabia Saudí, Emiratos Arabes, Qatar, (el país con renta por cápite más alta en el mundo) etc., que son más cercanos a ellos geográficamente? Nos preguntamos. Probablemente pues los inmigrantes asiáticos, que constituyen la mayoría de la población de estos países, llegando a ser el 90% en Qatar, son eternamente considerados trabajadores temporales, cuando no semi esclavos, como las mujeres en servicio doméstico o sexual, y pueden ser expulsados de un día al otro, y por eso cada vez más protagonizan revueltas y huelgas, prohibidas en la región, para obtener mejoras salariales.
Ahora, en Europa, frente a la “invasión” extranjera muchos tienen una reacción de intolerancia a lo diferente. Se trata, según Eco, de un “impulso territorial” primario, como el del niño que no quiere soltar su juguete, o jala el pelo a quien se acerca a su mamá, antes de ser educado a compartir y aceptar el “otro”, como parte de su desarrollo humano. Después, el niño o niña descubrirá que es más divertido interactuar con otros, con diferentes habilidades y talentos, para inventar algo más de lo que podría hacer solo, o sola. Por eso se necesita una educación temprana a la diferencia, desde la infancia, reconociéndola como una riqueza, y no una limitación. Intercambiar conocimientos entre culturas diferentes, es ventajoso para todos.
Vale la pena recordar que la cultura griega, que alimentó la romana, no sería posible sin la egipcia; que el imperio romano se incluían en el Pantheón dioses de toda proveniencia, y que ha habido emperadores africanos; que la Navidad cae en el día del germánico “yule”, o fiesta del solsticio de invierno; que la Biblia es terreno común entre cristianos y musulmanes, y muchos otros interesantes hallazgos.
El 3 de octubre, mientras se daba la triste operación de rescate en Lampedusa, un grupo de jóvenes estudiantes de Bassano, (Nordeste de Italia, no lejos de Venecia) iban a asistir a una sesión parlamentaria de la Unión Europea en Estrasburgo, Francia. Era un premio, para ellos, después de un trabajo didáctico de tres años en que observaron y estudiaron la transformación de su pueblo, una comunidad de hábiles artesanos, en una sociedad multicultural, donde la viejita con perrito ahora secruza con señoras musulmanas con velo e indianos con turbante, llegando a saludarse cordialmente, e intercambiar recetas. Al final de la investigación habían llevado al público sus reflexiones, en videos y performances. Estos chicos y chicas se quedaron fascinados, en la sesión parlamentaria de Estrasburgo, escuchando los 27 idiomas de la Unión Europea, nacida en los años Sesenta de la utopía de algunos grandes políticos, que querían hacer de este sangriento continente, un continente de paz y prosperidad. Estrasburgo misma, (una ciudad con bellísimos barrios antiguos, quesos y vinos de calidad), es una ciudad-símbolo de este anhelo. La región en que está ubicada, Alsacia, contendida desde siglos entre Francia y Alemania, en 70 años entre Ochocientos y Novecientos ha sufrido cinco guerras, con su secuela de masacres y deportaciones de un lado a otro. El monumento a una madre que llora la muerte de sus dos hijos, uno en el bando francés el otro en el alemán, representa lo absurdo de estas, y de todas las guerras.
Chicos y chicas regresan de Estrasburgo felices por la bella experiencia vivida. Se vuelven pensativos al escuchar las noticias de la tragedia de Lampedusa. Esta Europa donde están creciendo ¿será cada vez más una fortaleza (inútilmente) sitiada desde afuera, con crecientes desigualdades en su interior, o una tierra de encuentro de gentes? Sienten que necesita más utopía, más líderes soñadores que sepan proyectar un futuro diferente al que impone la pura lógica economicista. No se vislumbran, por ahora, líderes de este tipo. ¿Tocará a ellos y ellas, algún día, lanzarse a la piscina para tratar de enderezar este mundo que va el revés?
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*Gisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana. Nació en Cerdeña, Italia, estudió letras en Pisa, antropología en Lima y mediación de conflictos en Barcelona. Trabajó veinte años en la Cooperación Internacional en el Perú, como representante de oenegés italianas y consultora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, en inglés) en países latinoamericanos. Es autora de la novela “Mariposas Rojas”.
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