Por Fruc Villarroel*
30 de noviembre, 2009.- El ascenso al poder de Evo Morales como simbología de una victoria en la lucha reivindicativa de los movimientos sociales en Bolivia y sumado a ello la auto identificación como indígena del presidente, ha generado la reconfiguración de las relaciones político-sociales-económicos en la cotidianidad de la población boliviana.
Tras haber refrendado la victoria del electo presidente con el indiscutible 53.7 por ciento de votación el 2005, inició en Bolivia la reconfiguración del Estado Nación, los anhelos de los excluidos sectores sociales desbordó las emociones, se proyectaron las ilusiones deseosas de materializarse y fueron las mismas organizaciones sociales las que se sintieron sentadas en la silla del Palacio Quemado.
La agenda para la gestión estaba escrita, Asamblea Constituyente, Nacionalización de los Hidrocarburos, juicio de responsabilidades a Gonzalo Sánchez de Lozada, serían la prioridad de la agenda, junto a ello la interminable demanda de los organizaciones.
En cierta forma se puede decir que la agenda está completa, se nacionalizaron los hidrocarburos, aunque se hallan firmado otros 44 contratos y anexos sin respetar la consulta a los pueblos indígenas, pero en definitiva los hidrocarburos son de todos los bolivianos; se convocó a la Asamblea Constituyente y después de dos años se aprobó la nueva carta magna por mayoría absoluta con 61.43 por ciento de votos y, en alguna medida, las otras demandas son atendidas en mayor o menor grado. Lo que no se puede negar es que las organizaciones sociales afines o no al oficialismo pueden y hacen llegar sus demandas de forma directa.
Esto es lo que significa la reconfiguración de las relaciones de poder en Bolivia. El trauma en la realidad boliviana no fue simplemente el cambio de gobernante, pues en anteriores gestiones el cambio de mandatario significaba en el aparato gubernamental simplemente un reacomodo de los funcionarios de acuerdo a la militancia del partido, lo que en muchos casos no era mayor obstáculo que el cambio de escritorio.
Los actores emergentes, nuevos rostros, nuevas lógicas, nuevas interrogantes, tomaron posesión de la función pública con bastantes críticas falencias, aunque, pese a los contratiempos, la gestión pública supo abrirse brecha en la entramada realidad boliviana.Son estos actores emergentes los que se dan empujones y hacen espacio en las esferas del poder de Bolivia.
¿Qué implica esto? En definitiva y por el momento no significa un cambio de la estructuración del Estado, pues los ejes y el paradigma de desarrollo sigue siendo el de hace cinco décadas (proveedor de materias primas), y es pertinente reconocer que el nacionalismo revolucionario a partir del 52 ha creado una cultura de funcionario público y de la gestión pública que se sigue repitiendo en esta gestión; en otras palabras el objetivo de crear una burguesía nacional fue concretada y su resultado es el modelo y los actores que hacen a la gestión pública.
Sin embargo, no debemos desmerecer ni menospreciar el impacto de las políticas de esta primera gestión nacional del Movimiento al Socialismo, políticas como el paquete de bonos y la infinidad de proyectos que favorecen a sectores empobrecidos y los micro y pequeños empresas. Estas políticas calificadas de populistas nos muestran cuál es el sector priorizado para el presente gobierno, de la misma forma como en gestiones pasadas fueron priorizados otros sectores de la sociedad Boliviana.
Sin embargo, el ser indígena ha entrado con todo en el proceso de incorporación como sujeto de derecho, como ciudadano reconocido por la estructura estatal, pero, lo más importante, por la sociedad boliviana en su conjunto. Este hecho es el verdadero proceso de cambio que como todo cambio genera traumas y conflictúa la realidad e intereses de los sectores que anteriormente eran los únicos ciudadanos de primera clase |
Entonces, ¿cuál es el proceso de cambio? El principal y el más loable cambio en la realidad boliviana es el empoderamiento político de los sectores profundamente populares; el principal proceso de cambio es el empoderamiento y la visibilizarían del enorme capital simbólico que tienen los sectores populares del país, el más importante; toda la carga simbólica de la significancia del ser indígena aunque sea contradictoria la realidad en las bases y en las organizaciones indígenas, pues el Estado sigue agrediendo conciente y premeditadamente sus derechos. Sin embargo, el ser indígena ha entrado con todo en el proceso de incorporación como sujeto de derecho, como ciudadano reconocido por la estructura estatal, pero, lo más importante, por la sociedad boliviana en su conjunto. Este hecho es el verdadero proceso de cambio que como todo cambio genera traumas y conflictúa la realidad e intereses de los sectores que anteriormente eran los únicos ciudadanos de primera clase.
Las comunidades de las pueblos indígenas tendrán que esperar, trabajar y seguir luchando por el respeto a sus derechos como pueblos, pues el reconocimiento actual aún no ha pasado la frontera de lo discursivo. Esta lucha estará principalmente en las instancias legislativas del Estado, pero también en las calles y en las comunidades de base, pues una vez reconocidos están obligados a enmarcarse en el sistema estatal. También habrá que tener cuidado de que este empoderamiento de las categorías simbólicas del mundo indígena no genere con el tiempo otro proceso de segregación.
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* Fruc Villaroel es sociólogo y colaborador y articulista de la Agencia Intercultural de Noticias Indígenas (AINI), sitio web: www.aininoticias.org , con sede en Santa Cruz - Bolivia
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