Por. Lorenzo Santamaría, Teresa Cavanzo Güisa, Gynaika e Icononzué Santamaría C.
Lorenzo Santamaría y su familia viven desde hace cinco años en un bosque colombiano. Allí entre las hojas y el viento han ido descubriendo lo vital de vivir completamente integrados a la naturaleza.
El suelo y el agua
Al pie de la volcana Guadalupe, tras una fachada de muros centenarios se encuentra Gobiernompal, territorio profundo donde reina como murmullo de aguas, la suma paz.
Hace ciento cincuenta mil años estalló la volcana, arrojó por sus faldas megalitos o grandes rocas como edificios que descendieron hasta cien kilómetros en redondo. La lava represó manantiales que formaron junto a la cumbre un lago de agua dulce en el cual viven langostas, caracoles, serpientes, lagartos. La avalancha levantó crestas en las faldas de la volcana, sus pliegues vertieron ríos de aguas profundas que alimentaron por miles de años selvas tropicales, fieras carnívoras, mamíferos laboriosos, herbívoros...
Hace un siglo de siglos ascienden desde la mar guerreros carniceros, sanguinarios que explotan los bosques, habitan abrigos rocosos, siembran caminos de piedra entre gramas, escobos, abrojos, verbenas, entre batatillas de ácido lisérgico de todos los colores, flores de pasión, sonrosadas flor del campo, botón de oro, anamú, cordoncillo, chipaca, venturosa, rabo de alacrán, pega-pega, crotos, dracenas, cortejos, cayenas y buganvillas.
El solo suelo se alfombra con hojas, flores y nueces de nogales, cedros y chicalaes con bejucos, guayacanes, acacias, tulipanes africanos, cauchos, samanes, búcaros o cámbulos y písamos o anacos o cachimbos, guarumos, canangas, cumulares, palmas reales, dindes, gualandayes, iguás, varas santas, balsos, guamos, robledales, caracolí... a cuyo abrigo tutelar se acercan hasta besarse almendros, guayabos, mangos, naranjos, guanábanos, aguacates, limones, platanales, limas, mandarinos, papayos, mirtos, mamoncillos, sapotes, guácimos, capotes con orquídeas en sus ramas, payandés y tachuelos con pitahayas entrelazados, marañón o merey, mamey, vainillos, cucharos, cucubos, michús, arrayanes, ondequeras, espinos, huesitos, moraditos, limoncillos, angarillos, chitatós...
A la vera de las quebradas umbrías crecen pastos, cactus, pringamosas, ortigas centellas entre cañas de bambusas, de tabaquillos, de juncos... sobre las piedras se yerguen la col de monte, la cola de ratón, la piperonia, la oreja de burro, los helechos, gruesos musgos, líquenes crustáceos, hongos de colores... currucus, vampiros, pájaros, cigarras, loros, avispas, abejas, mariposas, cucarrones, cucarachas, gusanos, moscas, zancudos irritantes, hormigas aseadoras...
Las raíces de las plantas atrapan las rocas que forman las cuevas de serpientes, arañas, alacranes, escorpiones, iguanas, patos, armadillos, cangrejos, guabinas, guapuchas, renacuajos... entre pendientes de aguas rápidas.
El aire y el fuego
Gobiernompal, está formado por un páramo, una cuchilla, una loma, una mesa con chorros y un cañón con puentes de piedra regados por dos grandes ríos, uno rojo y otro negro, muchas quebradas veraneras y multitud de caños de invierno que recubren su lecho con arenas de oro y plata, con piedras blandas y duras, aerolíticas y fósiles, semipreciosas y preciosas.
Del páramo descienden maderas, leches, legumbres verdes, cereales, verduras... de la cuchilla tomates, lulos, balúes, habichuelas, duraznos, manzanas, ciruelas, curubas... en la mesa se siembran cereales, legumbre, se cría ganado bovino, equino, caprino, porcino, aves sin corral llamadas a coro con perros y gatos zorrunos, hombrunos y lupinos, por señoras pobres, viejas, solas... en la sabana se siembran uvas, aguacates, cítricos, café, plátano, ganado... en el cañón se crían libres ardillas, faras, conejos, zorros, lobos, venados, tigres, dantas, borugos, comadrejas, micos, serpientes...
Y numerosos como moscas, cubriendo con sus huellas todas las hendiduras de la tierra sus felices habitantes recolectan los frutos del suelo. Descansan en las sombras bajo la suave brisa interna en sillas, hamacas colgantes, ensoñadoras.
En pequeños claros siembran las plantas heredadas de sus primeros padres: coca, tabaco, café, ají, cáñamo, yuca, borrachero, azúcar, maracuyá, maíz, fríjoles, ahuyama o zapallo, cidra o huatilla, chonque o malanga, arracacha o apio, achira o sagú, fique, algodón, arroz, ajonjolí, maní, batata, ñame, patillas o sandías, pepinos, melones, totumos, cacao...
Remueven la tierra en torno de las rocas, hacen muros, paredes, techos engrutados, pisos filtrantes, cielos rasos y puertas de plantas selváticas (caapi, panelo y uña de gato)... así coexisten comunitariamente con la mayor diversidad de especies vivas que se registre en el planeta.
Los niños corren de alegría por el bosque mientras se purifican con ortigas, arcillas metálicas y observan la conducta de las especies en el aire, en el agua, recolectan leña seca, frutas, aventura...
Practican el amor, el saber y la verdad, la autoridad es la capacidad para saber por sí mismos, con gobernante y con maestro, su moral no permite al pensamiento intersticios entre la necesidad y la satisfacción sensible.
Los ancianos son los saques a quienes acuden los mohanes para recuperar con temporadas, baños, hierbas y ofrendas rituales, la salud y la fuerza consumidas en la lucha contra las enfermedades en cada uno de sus lugares de origen.
Duermen en barbacoas o malocas arbóreas de tabla, piedra y tierra, cocinan en fogones de leña, depositan el agua pura entre la roca, conservan equipos, máquinas, materiales, herramientas, libros, textiles y canastos, ollas y tesoros entre las oquedades secretas. Allí adoran a Dios quien a través del sol les donó su energía para moler los granos remojados contra las piedras, para cocer los alimentos, las cerámicas, los canastos, los textiles vegetales, para educar a los hijos, enterrar los muertos, fundir los metales de las minas extractivas, para incinerar o degradar toda putrefacción que amenace multiplicar enfermedades en agua. Suelo, plantas, aire o pieles.
Visten de algodón, seda, lino, lana, fique y cáñamo y sobre su cuerpo con pectorales, collares, aretes, diademas, anillos, coronas de oro y de piedras preciosas, el sol refulge enceguecedor.
LA PRAXIS DE LA SALUD
(Paradigmas del estilo de vida)
B. LA VIDA SILVESTRE
ECOGRAFIA DEL PISO CALIENTE
Por. Lorenzo Santamaría, Teresa Cavanzo Güisa, Gynaika e Icononzué Santamaría C.
Lorenzo Santamaría y su familia viven desde hace cinco años en un bosque colombiano. Allí entre las hojas y el viento han ido descubriendo lo vital de vivir completamente integrados a la naturaleza.
El suelo y el agua
Al pie de la volcana Guadalupe, tras una fachada de muros centenarios se encuentra Gobiernompal, territorio profundo donde reina como murmullo de aguas, la suma paz.
Hace ciento cincuenta mil años estalló la volcana, arrojó por sus faldas megalitos o grandes rocas como edificios que descendieron hasta cien kilómetros en redondo. La lava represó manantiales que formaron junto a la cumbre un lago de agua dulce en el cual viven langostas, caracoles, serpientes, lagartos. La avalancha levantó crestas en las faldas de la volcana, sus pliegues vertieron ríos de aguas profundas que alimentaron por miles de años selvas tropicales, fieras carnívoras, mamíferos laboriosos, herbívoros...
Hace un siglo de siglos ascienden desde la mar guerreros carniceros, sanguinarios que explotan los bosques, habitan abrigos rocosos, siembran caminos de piedra entre gramas, escobos, abrojos, verbenas, entre batatillas de ácido lisérgico de todos los colores, flores de pasión, sonrosadas flor del campo, botón de oro, anamú, cordoncillo, chipaca, venturosa, rabo de alacrán, pega-pega, crotos, dracenas, cortejos, cayenas y buganvillas.
El solo suelo se alfombra con hojas, flores y nueces de nogales, cedros y chicalaes con bejucos, guayacanes, acacias, tulipanes africanos, cauchos, samanes, búcaros o cámbulos y písamos o anacos o cachimbos, guarumos, canangas, cumulares, palmas reales, dindes, gualandayes, iguás, varas santas, balsos, guamos, robledales, caracolí... a cuyo abrigo tutelar se acercan hasta besarse almendros, guayabos, mangos, naranjos, guanábanos, aguacates, limones, platanales, limas, mandarinos, papayos, mirtos, mamoncillos, sapotes, guácimos, capotes con orquídeas en sus ramas, payandés y tachuelos con pitahayas entrelazados, marañón o merey, mamey, vainillos, cucharos, cucubos, michús, arrayanes, ondequeras, espinos, huesitos, moraditos, limoncillos, angarillos, chitatós...
A la vera de las quebradas umbrías crecen pastos, cactus, pringamosas, ortigas centellas entre cañas de bambusas, de tabaquillos, de juncos... sobre las piedras se yerguen la col de monte, la cola de ratón, la piperonia, la oreja de burro, los helechos, gruesos musgos, líquenes crustáceos, hongos de colores... currucus, vampiros, pájaros, cigarras, loros, avispas, abejas, mariposas, cucarrones, cucarachas, gusanos, moscas, zancudos irritantes, hormigas aseadoras...
Las raíces de las plantas atrapan las rocas que forman las cuevas de serpientes, arañas, alacranes, escorpiones, iguanas, patos, armadillos, cangrejos, guabinas, guapuchas, renacuajos... entre pendientes de aguas rápidas.
El aire y el fuego
Gobiernompal, está formado por un páramo, una cuchilla, una loma, una mesa con chorros y un cañón con puentes de piedra regados por dos grandes ríos, uno rojo y otro negro, muchas quebradas veraneras y multitud de caños de invierno que recubren su lecho con arenas de oro y plata, con piedras blandas y duras, aerolíticas y fósiles, semipreciosas y preciosas.
Del páramo descienden maderas, leches, legumbres verdes, cereales, verduras... de la cuchilla tomates, lulos, balúes, habichuelas, duraznos, manzanas, ciruelas, curubas... en la mesa se siembran cereales, legumbre, se cría ganado bovino, equino, caprino, porcino, aves sin corral llamadas a coro con perros y gatos zorrunos, hombrunos y lupinos, por señoras pobres, viejas, solas... en la sabana se siembran uvas, aguacates, cítricos, café, plátano, ganado... en el cañón se crían libres ardillas, faras, conejos, zorros, lobos, venados, tigres, dantas, borugos, comadrejas, micos, serpientes...
Y numerosos como moscas, cubriendo con sus huellas todas las hendiduras de la tierra sus felices habitantes recolectan los frutos del suelo. Descansan en las sombras bajo la suave brisa interna en sillas, hamacas colgantes, ensoñadoras.
En pequeños claros siembran las plantas heredadas de sus primeros padres: coca, tabaco, café, ají, cáñamo, yuca, borrachero, azúcar, maracuyá, maíz, fríjoles, ahuyama o zapallo, cidra o huatilla, chonque o malanga, arracacha o apio, achira o sagú, fique, algodón, arroz, ajonjolí, maní, batata, ñame, patillas o sandías, pepinos, melones, totumos, cacao...
Remueven la tierra en torno de las rocas, hacen muros, paredes, techos engrutados, pisos filtrantes, cielos rasos y puertas de plantas selváticas (caapi, panelo y uña de gato)... así coexisten comunitariamente con la mayor diversidad de especies vivas que se registre en el planeta.
Los niños corren de alegría por el bosque mientras se purifican con ortigas, arcillas metálicas y observan la conducta de las especies en el aire, en el agua, recolectan leña seca, frutas, aventura...
Practican el amor, el saber y la verdad, la autoridad es la capacidad para saber por sí mismos, con gobernante y con maestro, su moral no permite al pensamiento intersticios entre la necesidad y la satisfacción sensible.
Los ancianos son los saques a quienes acuden los mohanes para recuperar con temporadas, baños, hierbas y ofrendas rituales, la salud y la fuerza consumidas en la lucha contra las enfermedades en cada uno de sus lugares de origen.
Duermen en barbacoas o malocas arbóreas de tabla, piedra y tierra, cocinan en fogones de leña, depositan el agua pura entre la roca, conservan equipos, máquinas, materiales, herramientas, libros, textiles y canastos, ollas y tesoros entre las oquedades secretas. Allí adoran a Dios quien a través del sol les donó su energía para moler los granos remojados contra las piedras, para cocer los alimentos, las cerámicas, los canastos, los textiles vegetales, para educar a los hijos, enterrar los muertos, fundir los metales de las minas extractivas, para incinerar o degradar toda putrefacción que amenace multiplicar enfermedades en agua. Suelo, plantas, aire o pieles.
Visten de algodón, seda, lino, lana, fique y cáñamo y sobre su cuerpo con pectorales, collares, aretes, diademas, anillos, coronas de oro y de piedras preciosas, el sol refulge enceguecedor.
Lorenzo, Teresa, Gynaika, Icononzué (+1990)
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