Diario La República,14 abril 2006.- El proceso de integración regional está pasando por uno de sus peores momentos. La polarización se ha producido a raíz de la culminación de las negociaciones de un TLC por parte de Colombia y Perú, con EEUU. El presidente Chávez atribuye la responsabilidad a los países andinos, y ha sido secundado por el presidente Morales.
Efectivamente, hay tensiones objetivas, ya que la eliminación del sistema de franja de precios agropecuaria, eliminación del arancel externo común (en términos prácticos), del régimen especial automotriz, la necesaria modificación de Decisiones andinas sobre propiedad intelectual, la redefinición de normas sanitarias y fitosanitarias, compras públicas, se hacen inevitables.
También está en cuestión el rol que jugará el Tribunal Andino, dados los acuerdos de la mesa de solución de controversias del TLC y la suscripción de la cláusula de anulación y menoscabo. A lo anterior, hay que añadir el tema de la desviación de comercio intrarregional. Ya lo está sufriendo Bolivia con sus exportaciones de soya, y sin duda Colombia será el principal perjudicado dada su condición de principal socio comercial regional.
Un indicador de la crisis ha sido la aprobación el 6 de abril del presente año de la modificación del artículo 266 de la Decisión 486 sobre protección de datos de prueba, para adaptarlo a lo acordado en el TLC. El problema es que se ha dado una aprobación sin la presencia de los ministros de Comercio de Venezuela y Bolivia. Considerando que actualmente la CAN está presidida por Venezuela, equivale poco menos que a una declaratoria de guerra.
El señalar que las tensiones y conflictos son objetivos, no quiere decir que la crisis era inevitable. La beligerancia del presidente Chávez frente al neoliberalismo, el ALCA y el TLC con EEUU y con la política de ese país es conocida y constituyen decisiones soberanas. Pero al trasladar esa beligerancia a la administración del proceso de integración andino, ha cometido un grave error que está poniendo en riesgo su viabilidad. Hacer declaraciones públicas sobre el proceso de integración que "está herido de muerte con una estaca en el corazón", por el TLC, no ha contribuido precisamente a crear el mejor clima para las negociaciones internas de la CAN. Señalar, además, que por eso no tenía mucho sentido convocar a una reunión presidencial andina solo ha echado más leña al fuego. El problema es que se está poniendo en riesgo también importantísimas negociaciones, como las que debe impulsar la CAN con la UE en la cumbre prevista en Viena para mediados de mayo próximo.
Las condiciones del SGP-plus puestas por Europa y que se discuten en el proceso de valoración conjunta, incluyen un arancel externo común y el mantenimiento de la institucionalidad andina, además de una negociación que debe incluir a los cinco países andinos. Los acontecimientos se están desarrollando de una forma, tal que crean las condiciones para que esas negociaciones no se produzcan. Hay una cita en los próximos días en Bruselas, que ojalá superen el impasse. Esto supone que haya la voluntad política necesaria para hacer una reunión andina previamente.
La aprobación de tres de los países andinos de la modificación de la Decisión sobre datos de prueba lo hace muy difícil, y es previsible que haya una respuesta dura por parte de Venezuela. Hasta antes de esta crisis, la Comunidad Sudamericana de Naciones se presentaba como un espacio de confluencia y convergencia a pesar de las diferentes posiciones andinas sobre el TLC y otras materias. En las actuales condiciones, el ingreso de Venezuela al Mercosur podría darse en el extremo, con la renuncia formal al proceso de integración andino. Esto sería dramático no solo para la integración andina, sino para todo el proceso de integración en América del Sur.
La CAN ha tenido marchas y contramarchas en sus 37 años de existencia, pero es mucho más que un acuerdo comercial. Se ha diseñado su nuevo plan estratégico que busca una integración competitiva y que promueva el desarrollo de sus miembros. Además del tema del comercio manufacturero intrarregional y el efecto plataforma hacia terceros mercados, incluye entre sus activos la Corporación Andina de Fomento, las instituciones del Sistema Andino de Integración en educación, salud, la participación de la sociedad civil, empresarial y laboral, además de temas como la energía, infraestructura, biodiversidad y nuevos temas de cara al futuro. A lo que se suma la historia y cultura comunes, que brindan las condiciones para consolidar un bloque y conformar la Comunidad Sudamericana de Naciones que nos encuentre unidos en el enfrentamiento a la globalización y los desafíos del siglo XXI.
Todo esto está en juego ahora. Lo más sensato sería no escalar la confrontación y poner paños fríos a las últimas escaramuzas verbales y negociadoras. La Secretaría General de la CAN debe jugar un rol activo en este proceso y hacer una invocación pública en tal dirección. No contribuyen para nada las recientes declaraciones de uno de sus directores, que está planteando como posibilidad la negociación a dos velocidades con la UE, entre los países que suscribieron el TLC con EEUU y los que no. Esto sería abrir la "caja de Pandora", con un desenlace que lo más probable es que consolide la ruptura, por lo menos como bloque comercial de la CAN.
Debemos hacer todo lo posible por salvar la CAN y continuar impulsando (si es necesario, allí sí, en un proceso de "geometría variable") la Comunidad Sudamericana de Naciones. Los elementos estratégicos deberían primar sobre las desavenencias comerciales y políticas.
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