Por Rocío Silva Santisteban*
10 de diciembre, 2013.- Caminando por los caminos del Perú el reclamo que uno encuentra siempre, entre la gente, víctimas o no de violaciones de sus derechos humanos, es el siguiente: “yo lo único que reclamo es respeto”. ¿Qué implica el respeto para las mamás que perdieron sus hijos en Ayacucho asesinados por Sendero Luminoso o por el Ejército?
Que les devuelvan sus restos, que los puedan enterrar en una tumba con nombre, que identifiquen a sus familiares con pruebas de su propio ADN, que esos restos sean entregados en un osario o en un féretro digno, que el Estado pueda solventarles una tumba. Eso es respeto. Yo esperaría para ellas, además, que el Estado pueda reparar en algo lo que ha implicado perder a un hijo, no solo con dinero, sino con acceso a salud, a educación, a viviendas dignas y con un perdón oficial porque cuando debió de garantizar los derechos humanos de esos jóvenes o señoritas desaparecidos no lo hizo sino que los persiguió y los convirtió en pasto de la violencia de los dos fuegos.
¿Qué significa respeto para una mujer que a los 17 años fue violada por quince soldados, mientras ella aún mantenía a su hijo entre sus pechos, y que la mantuvieron días encerrada con una tremenda infección vaginal? Respeto implicaría, por lo menos, que el Ejército peruano pueda dar los nombres de esos malos soldados y del oficial que permitió esa violación, que se les siga un juicio justo y que se les sancione, que no se escuden en una prescripción del delito, que el Ejército peruano no ponga excusas de ningún tipo porque una violación sexual no es, ni acá ni en ningún lugar del mundo, parte de una estrategia antisubversiva.
¿Qué significa respeto para Santiago Manuin, apu de la etnia awajún, baleado en la Curva del Diablo ese fatídico 5 de junio de 2009 cuando levantaba los brazos para acercarse a la policía? Respeto significaría, cuando menos, que recibiera un abogado del Estado, o que el Ministerio Público tuviera en consideración que fue uno de los líderes dialogantes de ese conflicto y así evitar el ridículo de pedir para él cadena perpetua. ¿Qué significa respeto para John Estela, que perdió una pierna durante el Baguazo? Respeto implicaría, por lo menos, que el SIS pueda proporcionarle varias prótesis conforme vayan pasando los años, así como apoyo en medicamentos y atención psicológica. ¿Qué significa respeto para Asterio Pujupat Wachapea, quien se encuentra detenido con prisión domiciliaria en Bagua, donde no es su domicilio, pero el Poder Judicial que aún no puede ser intercultural ni lo aspira, no puede dar un arresto domiciliario en la zona de su verdadero hogar? Respeto sería que la “prisión domiciliaria” se dé en su propio domicilio.
¿Qué significa respeto para Elmer Campos, baleado en la columna en noviembre del 2011 en las alturas de la laguna El Perol, en Conga, mientras participaba de una marcha y ahora postrado para siempre en una silla de ruedas sin siquiera poder controlar sus esfínteres? Respeto sería por lo menos apoyarlo con ayuda concreta para que pueda tener un tratamiento, acceso a una silla de ruedas, capacitación en computación para que pueda aprender un oficio puesto que su oficio original era ser campesino, labrar la tierra, sembrar las semillas y nunca más va a poder caminar.
Respeto, señores del Ministerio de Justicia (MINJUS), Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN), Registro Único de Víctimas (RUV), y demás instancias del Estado, es simplemente reconocerles su dignidad como peruanos y no volver a ningunearlos.
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*Rocío Silva Santisteban (Lima, 1963). Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Doctora en Literatura por la Universidad de Boston. Ganó el Premio Copé de poesía con su poemario Ese oficio no me gusta (1990). Otras publicaciones: Mariposa negra (1993), Condenado amor y otros poemas (1995) y Turbulencias (2006). En 1994 publica su libro de relatos Me perturbas (1994). Actualmente es periodista y docente universitaria. Además es presidenta de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.
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Fuente: Diario La República: http://www.larepublica.pe/columnistas/kolumna-okupa/ddhh-respeto-y-dignidad-10-12-2013
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