Vivir en la amazonía. Cuadro del pintor amazónico Robert Rengifo (Chonomëni)
El presente relato sobre la escasez y la abundancia en los pueblos indígenas de la Amazonia ha sido escrito por los educadores colombianos Ruth Consuelo Chaparro y Adán Martínez. Su estructura y ropaje literario está basado en múltiples historias de vida de algunas comunidades indígenas de la Amazonia y la Orinoquia, entre ellas, las de los pueblos Uitoto, Okaina, Bora, Tikuna, Sikuani y Piapoco.
El relato recoge el marco cultural, filosófico y cosmogónico en torno a la escasez y la abundancia y sienta las bases profundas que soportan los planes de vida. El estilo literario, guardando las debidas proporciones, reproduce el utilizado en literatura oral de dichos pueblos.
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Tengo 25 años y pertenezco a uno de los 54 pueblos indígenas de la Amazonia colombiana. Hoy como en otras ocasiones, después de una larga noche de mambeo, de concentración y de búsqueda, buscamos dentro de nosotros mismos la explicación a todo lo que nos está pasando. Me levanté a la madrugada cuando aún el día no comienza, pero ya la noche se acabó y en ese justo momento me fui al río a bañarme, antes de que la mariposa volara, antes que cantara el pájaro, antes que se bañara el sapo. Me dispuse a bañarme por dentro y por fuera y a buscar pescado para recibir la fuerza material y espiritual que nuestro cuerpo necesita.
Hoy es un día especial tomo agua en la boca, la contengo y la tiro al río, pidiéndole que se lleve todo lo negativo: mi pereza, mi envidia, mi falta de respeto, mis celos, mi mezquindad. Luego me sumerjo en el agua fría para tomar todo lo positivo, le pido al río que me llene de fuerza y de sabiduría, de voluntad y de resistencia para poder entender y cumplir con mi tarea en el mundo. Esta vez algo llevaba dentro de mí que no me hacía sentir bien. Busqué ver qué era y encontré la palabra perfecta. Estaba sufriendo de preocupación, algo que se siente en el cuerpo como malestar. Y quise ver mi preocupación, contemplarla, mirarla para entenderla. Allí en el río la pude ver en toda su desnudez. Vino a mi mente la palabra escasez y me pregunté: “¿qué es la escasez? ¿En qué consiste la escasez? ¿Cuál es el origen de la escasez?”
De repente el pájaro bujío me dijo: “abra los ojos, mire la realidad, sostenga la mirada, obsérvala de frente, tienes que ser valiente para ver”. Entonces abrí los ojos y me dispuse a descubrir la escasez. La buscaba fuera, la buscaba en el horizonte, la buscaba en la comunidad. El grillo me dijo: “no la busques fuera”. Cerré los ojos y al comienzo no vi nada, pasaban colores y colores por mi mente y después de un momento sentí un dolorcito en mi estómago. Era hambre, es decir la escasez de comida, escasez de semillas, escasez de abundancia y pude ver el hambre, poca comida en el plato, poca carne de monte, poco pescado, casi nada, y siempre lo mismo. Las chagras pequeñas con poca diversidad, con yucas pequeñas, con piñas pequeñas, pude ver algunas personas mal alimentadas y sentí tristeza, preocupación. Y cada uno buscando por su lado, incluso unos le robaban a otros lo poco que tenían. Y me pregunté por la tristeza y me di cuenta que la tristeza era escasez de alegría, y me di cuenta de las divisiones internas que son escasez de unidad y me di cuenta de la falta de respeto entre nosotros y esto era escasez de amor y de afecto. Y me di cuenta que unos tienen mucho y otros nada y eso era escasez de igualdad. Y me di cuenta que unos querían ser como otros y eso es escasez de identidad y pude ver que algunos esperan que todo lo haga el gobierno y esperan los mercados y las ayudas sin trabajar y pude ver que eso es escasez de dignidad. Y pude ver la enfermedad del cuerpo, la debilidad física, el cansancio y la impotencia y entonces me di cuenta que era la escasez de salud y bienestar. Y pude ver a algunos ancianos y niños muriendo en soledad y tristeza y niños sufriendo el descuido y el abandono… Era la escasez de amor… Y la preocupación recorría mi cuerpo, circulaba por mi sangre, daba la vuelta. Y pensé: ¿y nuestros líderes? ¿Nuestras autoridades? ¿El gobierno? …y pude ver en ellos la escasez, escasez de identidad, escasez de compromiso, escasez de solidaridad, escasez de responsabilidad; sus mentes y sus corazones se confunden, se llenan de orgullo, de vanidad y de apariencia, de individualismo y arrogancia… Y pude ver las distintas bonanzas: la del caucho, la de las pieles, la de la madera, la del oro, la del petróleo, la de la coca, la de los proyectos, y en cada una de ellas la gente buscaba dinero y abundancia, pero cada vez experimentaba peor la crisis y la escasez. El dinero y la abundancia pasaban de largo, junto con las ilusiones y las esperanzas y solo dejaba escasez de esperanzas.
Y pude ver cómo pasaban líderes y políticos con discursos y promesas, con muchas ambiciones pero con escasez de obras y realizaciones.
Sin fuerzas en mi cuerpo por estar lleno de escasez quise pedirle al río que se llevara toda mi escasez, la escasez de mi pueblo, la escasez de mi especie; tomé agua y soplé, pero me faltaba fuerza, me faltaba fe, ya no estaba seguro de poder superar la preocupación y la escasez.
Salí a la orilla del río, me senté durante varios minutos y vi dos micos que estaba subidos en un árbol y me miraban y se reían. Se reían de mi preocupación, se reían de mi escasez y mi falta de fuerza… Me dio mal genio y les dije: ¿por qué se ríen de mí? ¿Les parece chistoso mi sufrimiento?
Me contestaron: no nos reímos de tu sufrimiento, nos reímos de tu estupidez. ¿Por qué sientes escasez en medio de la abundancia? Fuimos creados en la Amazonia para vivir en abundancia… no entendemos ¿por qué tu corazón no capta la abundancia? ¿por qué tu corazón solo siente la escasez?
Sobre una piedra una rana cantó: tienes que escuchar tus orígenes, naciste para la abundancia y no para la escasez…
No entendí nada, tiré mi anzuelo y después de varios intentos cogí tres pescados para el desayuno y volvía a la maloca. Mi mujer hizo caldo con ají y con casabe. Yo salí para el monte a buscar cacería. Estuve todo el día y regresé con dos garzas que logré cazar en la orilla del río… Todo el día en mi corazón y en mi pensamiento estuvo dando vueltas la palabra abundancia.
Después de cenar me bañé nuevamente en el río y me fui al mambeadero. El abuelo ya estaba sentado esperando que llegáramos. Después de contarle cómo me había ido, le conté lo que había experimentado en el río acerca de la preocupación y la escasez.
El anciano me contó que en el principio de los tiempos después del diluvio no había comida, que la gente andaba de un lado para otro buscando comida, que aguantaban hambre. Me contó cómo el mono nocturno se escapaba y comía solo sin compartir con nadie, sabiendo que su comunidad pasaba hambre. Narró la pelea entre el mono nocturno y la boruga hasta que lograron superar el individualismo y trabajar unidos. Que encontraron el árbol de la comida, el árbol de la abundancia, pero que les tocó trabajar muy duro. Era un árbol muy fino, tenía toda clase de madera, toda clase de frutas, toda clase de plantas cultivadas, toda clase de plantas medicinales y toda clase de semillas.
A nuestros abuelos les tocó trabajar de día y de noche para poderlo derribar. Se dividieron las tareas. Cada uno trabajaba según sus capacidades. Vencieron el individualismo. Tuvieron que pasar el mar para buscar herramientas. Descubrieron las semillas y se dieron cuenta que el camino de la abundancia requiere esfuerzo y sacrificio. Que para seguir el camino de la abundancia toca estar organizados. Que el camino de la abundancia es para todos y no solo para unos pocos.
El abuelo dice: “Ahora hablan de Plan de Vida y abundancia. Ese plan está dado desde el principio de los tiempos, hay que escucharlo y hay que cumplirlo.
Para lograr la abundancia debemos tener mirada de abundancia y valorar lo que somos, tenemos y sabemos.
Debemos trabajar con esfuerzo y disciplina, todos juntos, organizados, cada cual según sus capacidades.
Debemos sembrar, cuidar, cosechar y comer la abundancia. La abundancia se debe reflejar en cada plato de comida. Allí se debe ver la diversidad. Por allí entra la salud, la identidad y la autonomía. En cada plato está el amor, el afecto y la autoridad. Cada plato refleja nuestra capacidad, nuestro saber y nuestra creatividad.
Cada plato nos da energía, fuerza, esperanza y capacidad.
La capacidad de gobierno y liderazgo finalmente se debe reflejar en el plato de cada persona, de cada familia, de cada comunidad y de cada pueblo”.
Esa noche me retiré a dormir pasada la media noche. Ya la palabra abundancia me daba vueltas en mi mente y en mi corazón. Cuando me quedé dormido, en mi mente estaba la abundancia y soñé con ella. La abundancia: abundancia de semillas, abundancia de plantas cultivadas, abundancia de cosecha, abundancia de pescado y de animales. Vi abundancia en el plato. En mi sueño pude ver abundancia de amor y de identidad, abundancia para todos. Es bonito soñar así uno siente bienestar en el cuerpo, alegría en el corazón, una sonrisa en los labios. Dormí profundamente y madrugué como todos los días.
Al río nuevamente, en el momento exacto, cuando aún no es de día pero ya la noche se acabó, antes de que la mariposa vuele, antes de cante el pájaro, antes de que se bañe el sapo.
Tomé el agua en la boca, la contuve y la solté pidiendo al río que se lleve mi preocupación y mi escasez, la escasez de mi familia, la escasez de mi pueblo, la escasez de Colombia. Esta vez tenía fuerza y confianza. La energía negativa salía por mi boca y se la llevaba el río.
Le pedí al río la abundancia… Esta palabra fue tomando un puesto importante en mi mente y en mi corazón, recorrió todo mi cuerpo, el cuerpo de la resistencia, mis manos, mis pies, mi cabeza, mi sangre, mis pulmones. Abrí los ojos y pude ver el territorio, el territorio que tenemos, su biodiversidad, su gente, sus conocimientos y sus costumbres. Pregunté por los cultivos, por las semillas, pero no las vi y sin semillas no hay esperanzas. El río me dijo: “las semillas no están perdidas, están escondidas y es hora de que las busque, las llame y las cultive. Si quieres recorrer el camino de la abundancia debes buscar conocimientos y herramientas que vienen de atrás. Debes trabajar colectivamente, sembrar con mentalidad de abundancia, que sobre, que haya para todos. Y debes estar organizado primero en familia y luego en comunidad”.
Les conté mi sueño a mi mujer y a mis hijos, les conté a mis vecinos y a mi comunidad. Dibujamos nuestro sueño de abundancia y comenzamos a buscar y plantar las semillas. Rápido crecieron las plantas. Pronto vimos la cosecha y nuestro plato, el plato de la abundancia, se concretó. Pero no podemos descansar. El esfuerzo, el trabajo debe ser constante. Si descansamos mucho, si abandonamos la tarea toca volver a empezar de cero. Todos tenemos que ayudar y no estamos solos en este camino. Hay aliados que sienten como nosotros, piensan como nosotros y nos pueden aportar herramientas y conocimientos, pero el esfuerzo es de nosotros y los resultados también. Y terminé diciéndoles: “Nuestro plan de vida es la abundancia”.
Y pude comprender que la escasez y la abundancia nacen del corazón y que podemos decidir a cuál de las dos queremos seguir.
Apertura de la canasta de la abundancia o la yuca dulce en La Chorrera. Fotos: Roberto Carrasco
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