Por Rocío Silva Santisteban*
13 de febrero, 2012.- Mientras algunos asesores de inteligencia de las altas esferas, con cierta experiencia en empresas de seguridad de empresas extractivas, se afanan en buscar banderas rojas, trincheras rojas, pañuelos rojos y hasta corazones rojos debajo de cualquier marcha, no se dan cuenta de que hoy en día la izquierda que avanza firme tiene el núcleo verde.
Por eso mismo, tratar de emparentar a estos campesinos y ronderos movilizados desde las lagunas de Celendín con el Movadef o los antauristas no tiene ni pies ni cabeza. Los ronderos que empezaron en 1976 en Cuyumalca, Chota, a vigilar el campo para que los abigeos no les roben su ganado, hoy, muchos años después, extendidos desde Jaén hasta Bambamarca, desde Chugur hasta Llushcapampa, son los que asumen su responsabilidad ante lo que más respetan: el medio ambiente.
Los ronderos, sin ponerles nombre, saben perfectamente qué son y cómo funcionan los complejos sistemas hídricos. Por eso mismo perciben que es estúpido pretender reemplazar una laguna con un reservorio de concreto, o un sistema de ríos con un entramado de tuberías. Los campesinos, al contrario de lo que pretenden hacernos creer quienes quieren verlos tutelados por el Estado como si fueran niños, saben qué le deben a la naturaleza. Por eso y por un reclamo justo tras cientos de años de ninguneo, hoy desde las alturas de Hualgayoc hasta las bajuras del Jequetepeque, la opción que se va perfilando es la izquierda verde.
La izquierda verde es un nuevo concepto que poco a poco –como las marchas por los cerros o los desiertos– va calando en la sociedad porque propone además de la libertad y la equidad el respeto por lo que implica nuestro punto central de vida: el agua, la naturaleza, el medio ambiente, los recursos naturales.
La izquierda verde se sustenta en valores que no son nuevos porque son parte de la vida de los campesinos desde siempre: la solidaridad, la equidad, el regreso de lo que se usa al propio lugar de donde se extrae, el reciclaje, la renovación generacional, apostando además por la alegría, la gratuidad, la confianza, la fe, la pluralidad.
La izquierda verde es ecológica, es sostenible, es sustentable, es ecosocialista. La izquierda verde no debe sucumbir ante la real politik, no se mueve por pragmatismo sino por convicciones, no apuesta a los caudillos sino a la institucionalidad. La izquierda verde no pone entre paréntesis sus valores por una oportunidad.
La izquierda verde es profundamente democrática y debe encabezar las luchas por la justicia social entendida no como chorreo o “inclusión” sino con un paradigma diverso y heterogéneo cuyo “sujeto de acción” no es UNO sino MÚLTIPLE. El hombre criollo urbano y occidental ha dejado de ser el centro; la izquierda verde debe arriesgarse hoy por lo diverso, las mujeres, los indígenas, los otros como nos-otros, la equidad. La izquierda verde propone un nuevo modelo de desarrollo entendido como una diferente manera de vivir: dar, recibir, devolver. La izquierda verde no se acerca, ya está aquí.
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* Rocío Silva Santisteban (Lima, 1963). Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Doctora en Literatura por la Universidad de Boston. Ganó el Premio Copé de poesía con su poemario Ese oficio no me gusta (1990). Otras publicaciones: Mariposa negra (1993), Condenado amor y otros poemas (1995) y Turbulencias (2006). En 1994 publica su libro de relatos Me perturbas (1994). Actualmente es periodista y docente universitaria. Además es presidenta de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.
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Fuente: Diario La República: http://www.larepublica.pe/columnistas/kolumna-okupa/la-izquierda-verde-12-02-2012
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