Servindi, 2 de noviembre, 2010.- El objetivo es preservar la especie. Indígenas de la etnia Wayúu iniciaron un trascendental proyecto para la preservación de seis especies de tortugas marinas, que incluye renunciar a la ingesta en su comidad diaria, la no comercialización, liberación masiva y vigilancia ciudadana.
Olegario Choles, líder Wayúu de la península de La Guajira, al extremo norte de Colombia, indicó que su pueblo emprendió una misión conservacionista de las tortugas marinas de la zona, debido a su inminente desaparición.
"Es luchar contra la cultura de mis ancestros. Crecí comiendo tortuga y levanté a mis hijos con el dinero que consigo al cazarlas. Pero ahora son cada día más escasas. Las redes regresan vacías. Llegó la hora de salvarlas para salvarnos a nosotros mismos", dijo Choles.
Las seis especies de tortugas marinas en peligro son lora, canal o baula, cabezona, carey, verde y la Lepidochelys kempi, utilizadas en la gastronomía local y en la comercialización de artesanías que brinda ingresos económicos.
Además de ser apetecida por su carne, en el Caribe es común el uso del caparazón de la tortuga para fabricar collares y otras artesanías que se venden a los turistas, lo que eleva la caza indiscriminada del animal.
Pero no es fácil. Según Lina Báez, analista ambiental de la carbonífera Cerrejón -que patrocina la campaña-, "los Wayúu se alimentan con la carne de casi todos los animales de la zona, cambiar sus costumbres es una labor titánica y requiere de llegar a pactos con ellos".
"Tan sólo uno de cada cien neonatos de tortuga llega a la edad reproductiva, producto de la depredación de animales y del hombre. Es una situación dramática que nos lleva a alertar a los indígenas a que o cambian sus costumbres o desaparece la especie", precisó la bióloga.
Esfuerzo de todos
Ante esta realidad, los indígenas han decidido renunciar a la carne de tortuga, principal plato de su gastronomía y han realizado la liberación de 220 tortugas de la especie Caguama (Carretta).
Asimismo, voluntarios recorren en tres turnos diarios las playas para vigilar los nidos y protegerlos de los depredadores naturales. Otros visitan restaurantes y hoteles que ofrecen sopa de tortuga a los turistas -cobran 12 dólares por plato-, para disuadirlos.
A los cazadores se les ofrece una paga -equivalente a la mitad de lo que recaudaban al vender las tortugas en restaurantes - por su compromiso de no atraparlas.
María Claudia Diazgranados, bióloga coordinadora del programa marino de la ONG Conservación Internacional, destaca: "Es conmovedor ver a antiguos cazadores y a sus hijos en la tarea de garantizar a tortugas adultas un sitio seguro para desovar, proteger sus huevos y liberar a los neonatos hacia el mar".
La liberación masiva de tortugas se produjo en la playa de Bahía Hondita, como resultado de meses de concertación y pacto con los dueños de restaurantes, cocineros y cazadores para sacar del menú esta preciada carne, así como sus huevos.
En septiembre, científicos reunidos en Panamá exhortaron a los países del mundo a abstenerse de usar la tortuga de carey para la obtención de productos comerciales, dado que la especie se encuentra en estado crítico de desaparición.
Comentarios
Me alegra tan sabia desición!
Ninguna tradición justifica la explotación animal, y más habiendo otras fuentes de proteína vegetal amigable con el medio ambiente y los animales no humanos.
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