Por Isela Barranzuela
MIRevista Cultural, 6 de abril, 2018.- Generación del cincuenta en el Perú: modernidad, migración; Mario Vargas Llosa, Washington Delgado, Julio Ramón Ribeyro, Blanca Varela. Muchos nombres conocidos, muchos premios, muchos libros. Hemos asociado los galardones con la calidad, y nos hemos olvidado de los olvidados. Pocos son los que recuerdan a aquellos escritores ocultos, esos que huyeron de la fama, del país y que dijeron mucho con menos palabras. Uno de ellos es Luis Loayza, un hombre de 82 años que se alejó de la literatura a muy temprana edad y del que actualmente no se sabe nada más que información que de vez en cuando proporciona su buen amigo Abelardo Oquendo en alguna entrevista.
Otras tardes, publicada en 1985, es un conjunto de cinco cuentos contextualizados en la burguesía limeña durante los años cincuenta, pero a diferencia de Bryce Echenique, Loayza no explora este mundo con sátira, sino lo humaniza.
Estos cuentos se caracterizan porque sus protagonistas son personas con las que nos familiarizamos al instante por sus rutinas, sus errores y sus aciertos, por la monotonía en la que se encuentran inmersas sus vidas.
En cada cuento se hace presente la soledad, en unos textualmente y en otros hay que terminar la historia para darse cuenta que estuvo escondida entre palabra y palabra.
El primer cuento del libro lleva el mismo nombre, “Otras tardes”, y en él se plasma el amorío entre Carlos, un profesor universitario, y Ana, su alumna. “No hubiera creído posible hallar a una mujer tan semejante a él, con el mismo desapego y una aversión igual por lo definitivo”, pensó Carlos a mitad de la historia. Esta oración engloba por completo la relación de los protagonistas: distante y seca desde el principio. El control se mantuvo hasta que uno de los dos pidió más, algo que nunca iba a recibir, pero que estaba dispuesto a conseguir.
La nostalgia por el pasado, la desesperanza por el futuro y el continuo rechazo a la modernidad son los temas más tocados en este primer relato.
En “Enredadera” otra vez se habla de la burguesía limeña, pero desde otra perspectiva. El autor narra la historia de un muchacho que se muda a Miraflores y conoce a los Castro, una familia miraflorina típica de los años cincuenta quienes tiene tres hijas: Adela, Cecilia y Julia. Adela, la mayor, era una chica rebelde, de esas que cuestiona todo en el mundo y se niega a vivir bajo los estándares de sus padres, mientras que Cecilia, la segunda, o estaba satisfecha con la situación o simplemente no le interesaba, la postura de Julia, la última, nunca se menciona. Aunque el amor, los cambios y la infidelidad son lo más representativo del relato, estas dos visiones sobre la vida no se pueden pasar por alto. Cabe resaltar que Loayza no ha sido el único que ha hecho ese tipo de comparaciones, de una manera más completa y futurista también lo hizo Ray Bradbury en Fahrenheit 451.
En “Padres e hijo” se hace alusión a la relación de un tío y su sobrino, pero el trasfondo de la historia es la personalidad de Ricardo, el tío, un hombre enfermo que renunció a los sentimientos y a las emociones, un hombre que anhelaba y atesoraba sus momentos de soledad, un hombre que dejó todo listo para su muerte, como quien la espera como a una vieja amiga. Un hombre que no renegaba de la vida, pero que ya estaba cansado de vivirla.
“Un buen día me di cuenta que la jubilación ya no era tan distante, hasta podía pedir mi paso al retiro y volver antes a Lima. Tal vez Graciela, Alberto y yo hablaríamos, ya sin pasión de nosotros mismos”; “La segunda juventud”, el amor perdido. Un hombre que regresa a Lima después de varios años y descubre que la mujer que amó acaba de divorciarse. Ya no intenta descubrir lo que pudo pasar entre ellos, piensa que es demasiado tarde. Se vuelve a sentir el desaliento por el futuro y la añoranza por el pasado. Ya no se lucha, ya no se sueña, solo se vive.
El último de los cuentos es “Fragmentos”, ¿de qué? De todo y de nada a la vez. Podría tratarse de historias que enriquecen las anteriores o podrían ser autónomas, nacidas de esas ideas peregrinas que en algún momento Luis Loayza defendió. Pero aquello no lo sabremos o no se ha sabido hasta el momento, Loayza ha sido muy avaro con la información que nos bridan sobre sus obras.
El 2011, la editorial de la Universidad Ricardo Palma publicó una recopilación de algunas de las obras de Loayza titulada “Relatos”, en ella Julio Ortega menciona: “[…], leemos lo escrito pero nos inquieta lo no escrito, ese descuento del espacio recordado, […]. En Eguren, Westphalen y Loayza la literatura habla a favor del silencio”.
Los escritos de Loayza, a pesar de su corta extensión, siempre conllevan un gran análisis que, valiéndome de mi experiencia, nunca concluye porque una teoría termina siendo tan improbable como la anterior.
Le damos rienda suelta a nuestra subjetividad para completar los espacios olvidados de la historia. En estos tiempos es muy difícil encontrar un libro de Loayza, quizá esta antología incentive la lectura de estas obras mínimas en la población peruana, tal como lo hizo conmigo.
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