Santuario de Copán en Honduras, donde los maya chortís están prohibidos de ingresar a realizar sus tradicionales ceremonias espirituales. Foto: Old civilizations |
Por Ollantay Itzamná*
23 de marzo, 2015.- Desde México (Teotihuacan, Chichen Itzá, Palenque, entre otros), pasando por Guatemala (Tikal, Quiriguá, Iximché, etc.) y Honduras (Copán), hasta los países andinos como Perú (Ollantaytambo, Machu Picchu) y Bolivia (Tiawanaku), los santuarios arqueológicos fueron convertidos en verdaderas minas comerciales por la transnacional industria del turismo, mientras comunidades y municipios indígenas del lugar sobreviven casi en la indigencia.
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), en 1980, el ingreso global para la región, por turismo internacional, fue de $. 13,500 millones. Para el 2008, $. 45,300 millones. Y para 2020 está proyectado superar $. 80,000 millones. Los ingresos por este rubro representaban, en 2008, el 20.9% del Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala, el 9.5% del PIB peruano, y el 8.8% del PIB mexicano. Siendo las cadenas hoteleras norteamericanas (Six Continents, Best Western, Starwoord, Hilton, Marriot) y europeas (Accord, Sol Meliá) quienes controlaban dicho negocio. (OMT, 2009).
Estas millonarias ganancias económicas, producto de la mercantilización del legado cultural (material y simbólico) de las civilizaciones milenarias, contrastan diametralmente con la situación de empobrecimiento y exclusión de las comunidades mayas, zapotecas, quechuas, aymaras y campesinas que cohabitan en dichos lugares, abandonados, sin servicios básicos y sin futuro.
En el mejor de los casos, sobre explotados como sirvientes de limpieza en los restaurantes, peones de mantenimiento de los senderos (como es el caso de los mayas, en México, Guatemala y Honduras), y cargadores de equipajes de turistas (caso de los porteadores quechuas hacia el Machu Picchu, Perú). Todos/as, sobreexplotados, sin derechos.
Los mercaderes del patrimonio cultural ajeno, banalizan, comercializan y monopolizan el legado intelectual y espiritual ancestral sin el consentimiento de los pueblos originarios. Ninguna comunidad indígena puede legalmente administrar o coadministrar dichos centros. Las empresas privadas, sí. Esto, aparte de ser discriminación racial, es un descarado hurto cultural permitido por el Estado.
El racismo en los lugares arqueológicos también se manifiesta en la expresa discriminación de indígenas de cargos/responsabilidades jerárquicos en la administración de los recintos. Todos los jefes, y quienes atienden a los turistas, son mestizos. Al indígena está reservado sólo el trabajo de limpieza o de cargador.
Y lo más vergonzoso: la miseria permanente de los pueblos y comunidades indígenas del lugar es utilizada como un atractivo comercial pintoresco por las agencias de turismo. Venden el nefasto destino de estos pueblos como un elemento exótico dentro del paquete turístico que ofrecen a los curiosos. Muchos turistas vienen ansiosos de experimentar un “éxtasis espiritual” en el contacto directo con los pueblos “salvajes” y “naturales”.
Los mercaderes de lo ajeno, también son racistas cuando sistemáticamente discriminan a indígenas del lugar de la posibilidad de visitar a los santuarios construidos por sus ancestros. Los mecanismos de discriminación son: elevados costos del tique de ingreso, desconocimiento de los idiomas nativos, y la “adulación” del visitante foráneo (mucho más si es blanco y anglófono el turista) y el desprecio de los visitantes nativos.
En el caso de México, existen aún lugares turísticos donde está expresamente prohibido el ingreso de indígenas (entendidos como sinónimo de indigentes). En Honduras, los maya chortís están prohibidos de ingresar al Santuario de Copán a realizar sus tradicionales ceremonias espirituales. En santuarios como Teotihuacan (México) la exaltación del vestido de color blanco para visitar dicho Santuario (para acumular la energía solar) es una estampa folclórica más del racismo “inconsciente” que se irradia en el lugar. El color blanco repele la energía solar, el negro sí absorbe.
El racismo y la explotación de los pueblos indígenas no sólo beneficia a los agentes transnacionales de la industria del turismo. También los comerciantes intermedios nacionales “capitalizan” eficientemente esta realidad enferma. Es muy común ver a mestizos/as vendiendo textilería, gastronomía, arte, música indígena elaborada o comprada a indígenas a precios irrisorios, pero vendidos a turistas como “producto hecho a mano”. Aunque en la cotidianidad, éstos que comercializan las “grandezas legendarias” de las civilizaciones milenarias, desprecian la presencia y los estilos de vida de las y los descendientes actuales de dichas civilizaciones.
Este racismo sistemático en los sitios arqueológicos, no sólo se materializa en la enferma industria del turismo. Ni es únicamente la síntesis de la esquizofrenia cultural identitario que habita a las sociedades oficiales en los países latinoamericanos. Es, ante todo, la externalización del racismo permitido, institucionalizado y legalizado por los estados naciones folcloristas.
Esta enfermedad pentacentenaria que trunca toda posibilidad del bienestar común y la sostenibilidad de la convivencia pacífica intercultural, es la manifestación de la estructura mental y espiritual de quienes fundaron y regentan estas repúblicas esquizofrénicas. Y se mantiene en el tiempo e irradia en el espacio gracias a la premiación e idealización social de prácticas racistas.
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*Ollantay Itzamná, indígena quechua. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir “Solo nos dejen decir nuestra verdad”.
Comentarios
Es que todo esto empezó con la llegada de los europeos a nuestro continente el siglo 15, que a nuestra ciencia la llamaron hechicería, a la religión la llamaron superstición, a las artes artesanía y finalmente nuestra cultura y todas sus manifestaciones las convirtieron en productos de compra y venta con eso de la "industria del turismo" y terminaron apropiándose de todo.
Taytaykuna, mamaykuna,kay llaqtakuna paqarichiq runakunaqa ancha hatun yachayniyuqmi karqanchik; chaytaqmi Machu Pikchutapas,Caraltapas, Chan Chantapas paqarichiq kasqanchik. Chayqa yaqa apukunap wawan ari kanchik. Tayta mamanchikqa tukuy ima ruraytam yachaq kasqa; kunanqa chaykunata ñit'iqninchik runakuna manam computadorawanpas rurayta atinkuchu; chayri, ¿imaraykutaq gringokunap q'ipinta apachkanchik? Inkakunap wawan kaspaqa yupaychasqam kananchik. Chay gringokunaqa ima kawsanankutapas wasankupi apakunanku; machunchikkunap rurasqan qhawaq hamuspataq qullqita saqinanku, chaywanmi inkakunap wawankunaqa kawsananchik.
Ñawpa apunchikkunap wasikuna paqarichisqantaqa ñuqanchikraqmi llapantinchikpas qhawamunanchik, chaymi kawsayninchik munaytaqa yachasunchik. Machunchikkunap pirqasqantaqa ñuqanchikraqmi allinta riqsinanchik; mana qullqimantachu, qasilla chaykunaqa kanan. Chaykunaqa ñuqanchikpataman, chayri, ¿imaraykutaq qullqimanta kanman?
Chay pirqasqakunaqa apunchikkunap wasinmi; chaykunapim ima riqsikuytapas Pacha Mamanchikman haywakunanchik; chaykunaqa cristianokunap iglesianpas kanmanhinam, icha, ¿ñuqanchik iglesiaman ama yaykuychu nispachu paykunata hark'anchik?
Hasta la fecha sigue
Hasta la fecha sigue caminando el racismo y la discriminación, contra los Pueblos Originarios de Guatemala, Honduras, México, Perú, y otros Pueblos Originarios del mundo. Muchos campesinos y campesinas, han desaparecidos y masacrados, por los elementos criminales de un Estado racista. La Corte Internacional de Derechos Humanos y la ONU. deben actuar o mediar para que no haya más violencia y masacres contra los Pueblos Originarios.
A pesar de los movimientos
A pesar de los movimientos independentistas, el colonialismo nunca terminó. Para poder enfrentar los retos de hoy, debemos descolonizar nuestra mente y dejar de asociar todo lo malo con "indígena" y todo lo bueno con "europeo." Al igual, debemos dejar de discriminar a nuestra gente ya que venimos de una misma raíz original indígena. Al menos, en México, la mayoría de antropólogos y arqueólogos, inconscientemente, son racistas con una visión eurocentrista.
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