Por Jorge Arboccó
28 de enero, 2014.- De cara a la 20ava Asamblea de la Convención de partes y países miembros de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 20), se avizora un futuro incierto para el mundo y sobre todo, para los países y poblaciones más vulnerables.
Hasta la fecha, las emisiones de gases que elevan la temperatura del planeta siguen en aumento. En desmedro de todo el planeta, vemos el desarrollo cada vez mayor de desastres naturales, la extinción de decenas de especies, miles de kilómetros de tierras degradadas y miles de hectáreas de territorios deforestados. Crece el desplazamiento de poblaciones humanas y de diversas especies animales. Al mismo tiempo, se elevan las epidemias y las plagas que afectan los cultivos de alimentos.
Cada año, nuestros países pierden vidas y pierden en su economía por la ambición y el crecimiento insostenible de prácticas económicas anti-ecológicas. En vez de reducirse los principales contaminantes del planeta, vemos un creciente afán por negociar con los bienes naturales e influir en los Estados para que estos flexibilicen sus políticas ambientales.
El COP 19 realizado en Varsovia (Polonia), nos ha llevado a ver desde la sociedad civil, la presión de las multinacionales sobre las Naciones Unidas y los Estados que la conforman(1). Lo mismo se avizora para el COP 20 a realizarse en Lima (Perú) ¿A dónde llegaremos? Desde los años setenta esta pregunta ha dado la vuelta al mundo y quienes ostentan el poder económico han hecho oídos sordos, acusando y persiguiendo a quienes se han opuesto a tener un mínimo de responsabilidad social y ambiental integra.
Desde el inicio de las negociaciones, hubo luchas por que las emisiones de gases tipo invernadero se reduzcan por lo menos en un 20%. Hasta la fecha, las negociaciones siguen para que estos gases por lo menos se reduzcan en la práctica en un 5%. El problema está en que tales siguen en aumento a pesar de los compromisos y esfuerzos crecientes de algunos Estados y miembros de la sociedad civil. Entre los países más contaminantes del mundo están principalmente los países llamados industrializados, pero, también están países como Perú y Brasil, que deforestan año a año miles de hectáreas, sobre todo, de la Amazonía.
Según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) que ofrece un reporte sobre las condiciones ambientales de la Tierra desde 1998, comparándolo con datos de hasta 1970: Si se repartiera la superficie del planeta de manera equitativa, a cada persona la corresponderían unas 1,8 hectáreas. Este índice refleja el área actualmente disponible para cada habitante para producir los recursos y absorber las emisiones. Pero desde la década de 1970, la humanidad supera la capacidad regenerativa del planeta, denominada bio-capacidad global, y requiere de 2,7 hectáreas por persona. Por lo tanto, la Huella Ecológica, que analiza la demanda humana sobre los ecosistemas, es 1,5 veces mayor a lo que debería ser en el caso de un consumo sostenible(2).
De acuerdo a información de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya desde el 2009:
“el hambre en el mundo habría alcanzado un récord histórico con 1,020 millones de personas que pasan hambre a diario”. La mayoría de estas personas se encuentran en países en desarrollo y que en la región de América Latina y el Caribe (LAC) habitan unas 53 millones de personas con un acceso insuficiente a los alimentos -de las cuales se estima que un 16% de aquel total sean niños menores de 5 años de edad”(3).
¿Hasta qué punto esperaremos para lograr compromisos realmente concretos que reviertan y prevengan el avance de esta situación? Depende de cada uno de nosotros exigir nuestro derecho a un medio ambiente saludable y sostenible para tod@s.
Notas:
(1) Dato importante: http://servindi.org/actualidad/96622
(2) Fuente: http://www.dw.de/planeta-vivo-pero-enfermo/a-6110731
(3) Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/informe-especial/hambre-triste-record-mundial_40882.html
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