Por Rember Yahuarcani*
24 de febrero, 2016.- Quienes nacimos, crecimos y vivimos en comunidades de la Amazonía comprendemos perfectamente lo que significan los últimos acontecimientos trágicos del derrame de petróleo en nuestros territorios.
Pareciera que vivir en la selva se ha convertido más en una maldición que una bendición. Como amazónicos no debería sorprendernos pues los atentados contra nuestras vidas se han dado de muchas formas y con diversos argumentos durante toda la vida “republicana–democrática” del Perú.
Hacia 1870 la zona de los ríos Putumayo y Caquetá había sido poco explorada. Sus habitantes vivían alejados de toda la monotonía y locuras del hombre blanco, pero esto iba a cambiar y muy pronto.
En 1895 llegaría al Caquetá Benjamín Larrañaga y se asentaría en la localidad de La Chorrera, en el río Igaraparaná, y desde allí comenzaría a explotar la resina del caucho para venderla en Brasil.
Años después todas sus “propiedades” en aquella zona de la Amazonía llegarían a ser adquiridas por Julio César Arana, hombre prominente en la vida social y política peruana por la gran fortuna acumulada a través del caucho y el responsable por el asesinato de más de 90 mil personas.
Las naciones Uitota, Bora, Ocaina y Andoke, habían sido diezmadas por la avaricia del hombre blanco. En 30 años, naciones con un orden social de más de 1000 años habían sido cruel e inhumanamente alteradas en nombre del PROGRESO.
Artista plástico y escritor, Rember Yahuarcani. Foto: Archivo Andina
¿Cuáles fueron las justificaciones?
La respuesta sencilla y contundente:
“La zona comprendida entre los ríos Putumayo y Caquetá está poblada por seres salvajes, nómades, errantes y caníbales, y nosotros tenemos la gran tarea de civilizarlos, civilizarlos en nombre del orden, la ley y bajo cualquier método”.
Cualquiera creería que esto pasó hace mucho tiempo. No señores. Hablo entre el periodo de 1900 a 1930. Menos de 100 años.
Informes e Investigaciones de los jueces peruanos Carlos Valcárcel, Rómulo Paredes y el Cónsul Británico Roger Casement confirman la veracidad de los crímenes cometidos contra los pobladores del Putumayo.
Los trabajadores de la Peruvian Amazon Rubber Company son acusados de los crímenes más sanguinarios jamás comprendidos; violaciones, mutilaciones, degollamientos, ahogamientos, cacerías de personas, muertes en hogueras, etc. Pero que esto no lo sorprenda, el informe de Roger Casement brinda una lista de los principales criminales de la Casa Arana y Casement hace énfasis en que estos criminales deben ser detenidos por las autoridades peruanas y juzgadas.
El Estado Peruano no hizo absolutamente nada para apresar a estos asesinos y la muerte de más de 90 mil personas — entre niños, niñas, mujeres, abuelas, padres, hermanos, madres— quedó impune. Hasta el día de hoy no hay justicia.
A los ancestrales dueños de la Amazonía nos han llamado de muchas formas y se han creado las historias más fantasiosas y también las más terroríficas: caníbales, salvajes, estorbos al desarrollo, no desean el progreso y quizá lo más recordado “personas de segunda clase”.
Frase discriminatoria, vulgar y corriente. Lo que quizá muchos no comprendan es que nosotros no luchamos por metros cuadrados de tierra, ni por un río. En esencia, nosotros luchamos por la DEFENSA DE NUESTRAS VIDAS y defender la vida no atenta contra ningún sistema de gobierno y menos el estado de derecho de mi país.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 3 dice: "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Los múltiples derrames de petróleo en los territorios de las comunidades amazónicas son un claro atentado a nuestras vidas, nuestra libertad y nuestra seguridad.
Los responsables por los últimos atentados contra la vida de mi gente tienen nombres y apellidos propios y deberían estar siguiendo un proceso con pena de cárcel sin goce de beneficios. En primer lugar el Sr. Germán Velásquez Salazar y todo el directorio de Petroperú.
Renunciar a su cargo no le exime la responsabilidad por los crímenes de miles de peces, mamíferos, aves y personas que van a morir en los años venideros.
Tampoco a los ingenieros que emplearon a niños y jóvenes para recoger el petróleo por unos miserables centavos. Manipular, engañar, robar a los más vulnerables del país es inaceptable.
Les recuerdo a las organizaciones de las naciones ancestrales que los que están en el gobierno solo son administradores de nuestro país, un país que constantemente nos humilla, nos maltrata, nos excluye y nos asesina lentamente. Por lo tanto, no debe temblarnos la voz o los dedos para decir y escribir lo que pensamos.
Dejemos ya de recibir limosnas del gobierno y exijamos lo que verdaderamente nos merecemos como dueños absolutos de las riquezas de nuestros territorios y construyamos un perfil de desarrollo y progreso basado en nuestra filosofía, nuestra ideología, nuestra visión y no “copiemos” otros sistemas que solo nos van a traer pobreza, desigualdad y violencia.
Por último, la corrupción de los funcionarios del gobierno es una forma de violencia y crimen contra nosotros y no debemos aceptarla por ningún motivo.
Más de 10 mil millones de soles se pierden en corrupción, dinero que podríamos invertirlo en mejorar la salud y la educación en nuestras comunidades y darle el respeto que se merece a nuestra gente.
No estamos solos, tenemos a nuestros dioses, nuestros héroes mitológicos y sabemos de dónde venimos, quienes somos y adónde queremos ir. Exijamos la pena de cárcel para los responsables y el RESPETO a nuestra VIDA.
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*Rember Yahuarcani, es artista amazónico de orígen huitoto. Sitio web: http://www.remberyahuarcani.com/
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